Meditar

Livier Fernández Topete

La meditación hace referencia al extenso abanico de prácticas a través de técnicas que buscan la creación de energía interna o fuerza de vida ( en chino, ki en japonés, chi en tailandés, prāṇa en sánscrito, etc.). Este ejercicio mental favorece la relajación, germina y madura la concentración, la disciplina, la resiliencia, la longanimidad, la compasión,​ el amor, la paciencia, la generosidad y el perdón.

Meditar es una práctica que suele traer un estado de buen humor, esto se debe a la conexión que se establece con los pensamientos y con las emociones.

Se dice que el mejor intervalo para meditar es entre las 4 am y las 4 pm, pues la posición de la Tierra en ese lapso de tiempo favorece el equilibrio entre las glándulas pineal y pituitaria al sentarse con la espalda recta (la primera regula ritmos circadianos, es oncostática, geroprotectora y antioxidante, y la segunda es la «glándula de control maestro», produce hormonas que afectan el crecimiento y las funciones de las otras glándulas del cuerpo). Si meditas al comienzo de tu día, abres un espacio de conciencia y de emociones positivas para darles continuidad a lo largo del día; si decides hacerlo después del mediodía o incluso a media tarde, aunque salgas del horario recomendado para el equilibrio entre las glándulas mencionadas, facilitarás el descanso al caer la noche.

Puedes comenzar con 5 minutos, luego con 10 e incrementar paulatinamente 5 minutos hasta llegar a 30, que según los monjes budistas, es el tiempo ideal recomendado, pero si eres principiante, este tiempo puede resultar excesivo, como en todo, es mejor ir de menos a más.

Tendrás que ser paciente para reconocer los efectos benéficos de la meditación después de entre 8 y 10 semanas de práctica. Algunos frutos asequibles tras este lapso, son:

Disminuir los efectos del estrés
– Impactar positivamente al sistema inmunológico
– Amplificar la tolerancia al dolor
– Desarrollar la capacidad de atención y concentración
– Enriquecer la memoria y las funciones cognitivas
– Facilitar la relajación
– Mejorar el sueño
– Concienciar la empatía hacia los otros
– Facilitar la introspección y la catarsis
– Manejar las emociones
– Potenciar la atención plena

Y repito: germinar y madurar la disciplina, la resiliencia, la longanimidad, la compasión, el amor, la paciencia, la generosidad y el perdón

Si estás decidido a comenzar este viaje, puedes invitar a algún familiar o amigo a unirse, las redes afectivas fortalecen la voluntad y la disciplina, si de pronto nadie más se anima, velo como una buena oportunidad de construir un nuevo ritual para el disfrute de la soledad.

Una guía paso a paso para iniciar:

1. Toma una taza de té verde.

Este tipo de té contiene dos sustancias que aparentemente se contraponen pero que facilitan la práctica, en los monasterios budistas se sigue tomando de manera constante por los efectos producidos, pues mientras la teína despierta la mente, la vuelve lúcida, la teanina relaja el cuerpo, dos condiciones ideales para la meditación.

2. Encuentra el mejor momento del día.

Procura construir una rutina y un hábito alrededor, pero si por alguna razón de tu entorno, ese horario no favorece tu enfoque, mueve la práctica a otra ocasión de menos obstáculos para la concentración.

3. Busca un lugar tranquilo y crea una atmósfera favorable.

Localiza algún rincón grato de tu casa y adórnalo con objetos que promuevan la práctica: tapete, cojín, difusor, incienso, vela, imagen, tótem, etc.

4. Música o silencio.

Experimenta con música o sonidos relajantes de fondo, sobre todo si eres principiante, el sonido es un ancla que permite regresar al aquí y al ahora. Más adelante, prueba el silencio, nota las diferencias y elige el modo que te haga más sentido.

5. Escucha meditaciones guiadas*.

Graba tu propia voz o la de alguien más para orientar tu práctica. No es necesario este punto, pero al comienzo puede ser útil.

6. Procura una buena posición del cuerpo.

Muévete hasta que te encuentres cómodo, puedes estar sentado en el piso, en una silla, incluso acostado, sólo cuida que tu columna vertebral quede recta, relaja las extremidades y de ser necesario, apóyalas en otra parte de tu cuerpo o superficie.

7. Ánclate.

Este paso está relacionado con el anterior, se refiere a posicionar bien tu cuerpo, erguir la espalda hacia el cielo y anclar las caderas, dejarlas caer sobre el suelo, la silla o la cama. En realidad un cuerpo aferrado a la tierra, como si fuera un ancla, permite la sujeción, al igual que un barco, al fondo del mar, al fondo de su propio ser, también sirve como recordatorio del aquí y el ahora.

8. Cierra los ojos y céntrate en la respiración.

Hasta el paso 7, todo ha sido creación de atmósfera y posicionamiento, aquí comienza la meditación: cerrar los ojos no es obligatorio, pero al principio descarta distractores externos (sobre los distractores internos leerás algo en el número 10). Centrarnos en la propia respiración, nos ubica en el presente como único tiempo importante. Inahalación y exhalación profundas, al menos 5 secuencias, después, deja que tu cuerpo tome su propio ritmo, sigue respirando con naturalidad y concéntrate en las sensaciones corporales alrededor de este vital mecanismo.

9. Conciencia del cuerpo.

Centrarte en la respiración va de la mano con la concientización de todas las sensaciones experimentadas, nuestro cuerpo es el vehículo real que nos transporta a otros mundos, como el imaginario, el pensamental o el onírico. Tomar conciencia de este bulto de carne y huesos, invita a la conciencia de nuestras construcciones más inmateriales.

10. Mente en blanco vs Pensamientos como nubes.

La idea de la meditación como una mente en blanco es mera ilusión o utopía, al menos para la mayoría de mortales, es imposible acercarnos a ese estado de silencio mental si rechazamos o reprimimos los pensamientos y emociones que emergen de manera espontánea mientras la práctica. Deja que tus pensamientos fluyan, no los evadas ni te presiones por su aparición, cuando reprimimos, es decir, cuando volvemos a presionar lo presionado, lo que hacemos es construir un explosivo, una bomba de tiempo que tarde o temprano cobrará factura y salida por cualquier vía que le sea posible; mira a tus pensamientos como si fueran nubes, las masas de vapor de agua suspendidas en la atmósfera, se desplazan con el viento, no son estáticas, lo mismo ocurre con los pensamientos, son pasajeros, sólo obsérvalos, sin prejuicios y sin juicios, lo mismo haz con tus emociones. La meditación enseña dos grandes cosas: lo efímero de la existencia y de todo lo que la circunda y el valor del presente. El ruido de las imágenes mentales o de las emociones, disminuirá poco a poco, pero no se puede llegar al silencio sin la aceptación y el abrazo de/a su opuesto.

11. Regresa a la respiración.

Cuando notes que han pasado ya muchas nubes por tu cielo, concientiza tu cuerpo y céntrate de nuevo en la respiración, regresa una y otra vez, tantas veces como sea necesario. Recuerda que este proceso de todos los seres vivos, es un ancla más con tu ser y con el presente.

12. Dirígete hacia la atención plena.

Encontrarás este concepto por todas partes bajo el anglicismo de moda: mindfulness. Poco a poco, camina hacia allá, meditarás unos minutos al día, pero extiende esta conciencia al resto del día y de tu vida. Este conocimiento sobre uno mismo y sobre nuestra relación con el mundo, suma sentido a la vida y nos pone de frente varias cosas importantes: la inexistencia del yo como constructo de la psicología occidental, lo que nos quita mucho peso y prejuicios de encima; la fugacidad de la existencia; y por ende, la relevancia del momento actual, gran y difícil enseñanza de los maestros espirituales, quienes ganaron a pulso su paraíso en vida, estando más cerca de la frescura de la niñez que lo vive todo a plenitud.

En este camino, no hay maestros sino guías, si te conviertes en gran observador, es decir, en testigo y a la vez en testimonio, o sea, en prueba y comprobación de tu existencia, no tendrás mejor maestro que tú mismo para tus revelaciones medulares y trascendentales. Acaso sea esta la idea psicoanalítica del deseo; fuera de visiones religiosas, la idea jesuita de cargar la propia cruz, que se descubre al escucharse a uno como si fuera la voz del mismo dios habitándonos; nosotros como nuestros propios dioses y demonios; como dáimones griegos reconociendo y guiando nuestros destinos.



*En YouTube encontrarás muchas opciones, date un tiempo para escucharlas, aunque fuera de manera entrecortada o fragmentada, te recomiendo aquellas en las que la voz del guía no predomina, podría convertirse en un distractor al final. Algunos videos sobre el tema presumen logros específicos, descártalos, no se trata de obtener algo a cambio, sino de florecer con sigilo hacia adentro para luego refulgir suavemente hacia afuera. Enseguida un ejemplo sencillo y neutro:

Acá un sitio que ofrece un curso de meditación GRATUITO:

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.


Imagen de portada: pxhere

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