Música, flores y recuerdos

Carmen J. Cohen y Wendy Rufino

«Lo único que quiero, es que canten canciones,
 que sea una gran fiesta la muerte de un pobre.»

“Cruz de madera” de Jesús «Chuy» Luviano

Entre el bullicio y el grito de los vendedores, se escucharon mariachis, grupos norteños, bandas y solistas que recorrieron los pasillos del panteón municipal el 2 de noviembre para ofrecer sus canciones a quienes acompañaron a sus parientes difuntos. La música no faltó casi en ningún rincón, si no alcanzaba para la banda, conectaban su celular a pequeñas bocinas para escuchar algo y así amenizar y recordar, otros con una guitarra invitaban a cantar a sus familiares.

«Desde chicos crecimos escuchando la guitarra, veíamos a nuestros familiares mientras convivían, cantaban y bailaban; es una herencia que nos dejaron ellos. No somos músicos somos bohemios de corazón, pero les venimos a cantar lo que les gustaba y las que nos inspiran». Cuenta Héctor García, profesor de 73 años de edad, vestido impecable, con su guitarra y gafas oscuras. Junto a su primo José Malaquita Tariácuri de 76 años, cantaron, entregados al sentimiento, Anillo de compromiso  y se encontraban entonando Ella de José Alfredo Jiménez, dedicada a su madre María Isabel, cuando fueron interrumpidos por las trompetas de un estruendoso mariachi. “Ya nos opacaron, ahorita que se vayan seguimos con la de Mi gusto es, la favorita de mi padre.”

A lo lejos, una tarola suena a todo lo que da, junto a la tambora e instrumentos de viento, se trata de la Banda Imparable Nuevo Horizonte, compuesta por 15 músicos que andan entre los 18 y 35 años, provenientes de los Reyes, Michoacán, interpretan la infaltable Amor Eterno, Nadie es eterno en el mundo y muchas otras canciones que les hacen recordar a sus seres queridos o «las que le gustaban al ausente», respondieron rápidamente para el-artefacto mientras avanzan entre un mar de gente, las peticiones no paraban para la celeste banda, la música debe continuar.

La lluvia sorprendió a vivos y muertos poco antes de las 3 de la tarde, toldos, sombrillas y bolsas salieron al rescate, pero la música no se detuvo, «Cruz de Olvido» se cantó completa, mientras gruesas gotas caían sobre el tololoche, el acordeón, la batería y el bajo sexto del conjunto norteño Mario Villa y su Cosecha del Norte, que suelen ambientar jaripeos, bodas, quince años, bautismos e infinidad de eventos, también acuden al panteón cada año a interpretar lo que les pidan, «ahora sí que lo que quieran y dominemos, les ofrecemos canciones para su familiares desde las clásicas como Amor eterno o Cruz de madera, cada año las piden, después interpretamos La Troca del Moño negro, Ángel mío, son muchas.”

La Banda Privilegio tocó y bailó, bajo el fuerte aguacero, Te vas ángel mío, a petición de una familia que rendía tributo a los muertos con cervezas, no pararon de cantar: “Iras a mi tumba y ahí rezarás por mí, veras unas letras escritas ahí, con el nombre y la fecha del día en que fallecí.”

Los grupos norteños llegan a cobrar entre 200 a 500 pesos las cinco canciones, a veces empiezan desde 100 pesos para motivar a la gente; por las bandas completas y mariachis hay quien gasta de 1000  a 1500 pesos, algunas familias no escatiman en pedir más de cinco canciones o todas las que sean necesarias para iniciar la fúnebre catarsis. La música está íntimamente relacionada con el recuerdo, esta bonita costumbre de echarle limón a la herida.

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