No se puede decir todo: Rosario Herrera Guido

Caliche Caroma

“No estamos dormidos ni despiertos. Estamos despiertos y seguimos soñando”, una frase que, si no la define, sirve de aproximación. El martes 8 de septiembre de 2020, en El Gratín, un restaurante moreliano, nos vimos con la filósofa, psicoanalista y poeta Rosario Herrera Guido. Quedamos a las diez de la mañana, pero se nos hizo tarde. A las diez y media llegamos, la doctora Chayo conversaba con una señora en su mesa. Tan pronto nos vio, despidió a su acompañante y nos invitó a sentarnos a su lado, sin reclamos por la demora de media hora. Nos recibió con la crítica de un libro colectivo en el que participó, no le gustaba el poema que escogieron los editores para la cubierta trasera: “¿Qué imagen poética hay ahí? Ninguna”. Desayunamos, nos estaba esperando para ordenar.

En el ínterin platicó un montón de cosas interesantes sobre su vida y obra, pero no fue sino hasta que terminamos los alimentos cuando comenzamos a grabar el audio, la voz inconfundible de la intelectual humanista. Mujer de letras y acostumbrada a hablar en voz alta, a dar cátedra, su discurso es envolvente y está lleno de detalles, anécdotas y datos históricos que la doctora Herrera Guido comparte con fruición, disfruta del acto del habla, se le nota, el pensamiento hecho palabra su charla. Tuvimos que utilizar dos grabadoras, una falló a la mitad, la otra, aparentemente, servía.   

Desgraciadamente ninguno de esos audios se conservó, la mala suerte estaba de nuestro lado. Le informamos a la doctora de lo sucedido, la pretendida justificación tenía que ver con aquello de los dispositivos averiados, en fin, que el registro de la entrevista se perdió. Pero teníamos las fotografías, 50% del trabajo. Nuevamente comprensiva, Herrera Guido aceptó contestar un cuestionario basado en lo que platicamos esa mañana de martes, y resultó mejor de lo que hubiéramos hecho con la transcripción. Aquí están las preguntas con sus respuestas, un encuentro con Rosario Herrera Guido quien nos advierte que: “Todo lo que se puede decir es que no se puede decir todo”.

¿Cómo se define/describe a usted misma?

Desde que recuerdo, curiosa, asombrada ante lo desconocido, lo nuevo y hasta lo cotidiano, interesada en todo, lo que me ha costado cierta y a veces grave dispersión. Con una enorme y peligrosa capacidad de indignarme ante la arbitrariedad, la injusticia, la falsedad, la hipocresía, la opacidad y las miserias del “poder”.

¿Cómo fueron sus primeros años como lectora?

Siempre choqué contra la autoritaria y deficiente educación primaria. Por fortuna hasta 6° año de primaria, tuve a una profesora que cursaba su maestría en geografía en la UNAM, Ma. de la Paz Jacobo García, moreliana, integrante de la Asociación Mexicana de Geografía y Estadística, quien no obstante se sorprendió porque mi hermano mayor, Marco Antonio, me obligaba a leer lo que le dejaba su maestro de literatura en la Preparatoria de Mascarones, el estridentista Arqueles Vela, y un día la profesora me llamaba para que fuera a resolver un problema geométrico al pizarrón y yo no la escuché porque estaba hasta atrás en mi pupitre leyendo un enigmático texto sobre mis piernas, Las moradas de Teresa de Ávila, justo la séptima, cuando la mística reconsidera su errático embebecimiento con su Señor y aconseja a sus lectores “no huir tanto de cosas corpóreas que parezcan hacer daño a la humanidad y resignarse a lo que el Señor dijo a sus discípulos, que convenía que Él se fuese”. Y cuando me di cuenta la maestra arrebataba de mis manos con furia el sospechoso libro, tal vez creyendo que era una lectura ociosa o vulgar, pues al voltear el texto para ver su portada exclamó cortante: “—¡Le dices a tu mamá que la quiero ver aquí cuanto antes, a la hora del recreo, para saber qué está pasando contigo!”. Primero leía por deber, luego por vicio.

¿Qué es la niñez para usted?

Como era la menor de cinco hermanas y hermanos, muchas de las importantes decisiones y aventuras eran inducidas por ell@s. A veces era víctima, otras, victimaria, pues siempre quedaba el recurso al llanto para clamar por ayuda. Creo a la distancia que de alguna manera “infancia es destino”, y por ello siempre mis verdader@s amigas y amigos eran mayores que yo y me superaban en cultura y vivencias. La ventaja siempre fue el aprendizaje.

¿Qué lecturas de la juventud aún la acompañan?

¿Mis lecturas? Siempre fueron a destiempo. Con mi hermano mayor leíamos y discutíamos los Diálogos de Platón, Los trabajos y los días, La Ilíada y La Odisea, El Cid Campeador, El Quijote, El libro de los muertos, el Bhagavad Gita, Muerte en Venecia, Crimen y castigo, Romeo y Julieta, Hamlet, el Popol Vuh, los Upanishads, El Lazarillo de Tormes, Fuenteovejuna, La casa de Bernarda Alba, Metamorfosis, las oscuras Moradas, Pedro Páramo, entre otras. Obras que, al leerlas más tarde, entendí que no estaba preparada para leerlas en mi pubertad, pero que no obstante me dejaron algo ignoto en la memoria.  

¿Qué representa el psicoanálisis en su vida?

El psicoanálisis, siempre fue y sigue siendo un discurso y una experiencia para despertar ante las ilusiones sin porvenir. Por eso no me quedé en la teoría y me fui más allá hacia la experiencia clínica personal y al ejercicio como psicoanalista. Una teoría y una experiencia intrasmisible sin leerla y vivirla. Y esa inquietud me llevó al encuentro de los grandes, tanto los nacionales como los extranjeros, Serge Cottet, Gérard Pommier, Catterine Millot, Felix Guattari, Michel Foucault, Néstor Braunstein y Frida Saal, entre otros, a quienes conocí, aprendí de ellos y les publiqué en la revista independiente de la que saqué 17 números: La nave de los locos. El triple encuentro entre la filosofía, el psicoanálisis y la literatura me llevó a escribir un original y arriesgado texto, Poética del psicoanálisis, siglo XXI, 2008, con prólogo nada menos que de Néstor Braunstein, uno de los más prolijos pensadores y psicoanalistas en diversos idiomas de los siglos XX y XXI.

La filosofía y la literatura, ¿cómo conviven en su obra?

A la filosofía llegué por mi maestro Ramón Martínez Ocaranza, con quien cursé Literatura Mexicana en San Nicolás, él me recetó Primero Sueño de Sor Juana, Los Muros de Agua y El luto humano de Revueltas, Pedro Páramo de Rulfo, El laberinto de la Soledad de Octavio Paz, Balún Canán de Castellanos, además del Leviatán de Hobbes, El Espíritu de las leyes de Montesquieu, Los hermanos Karamazov de Dostoievski, entre muchos otros. Y también a través del acceso a la gran y ordenada biblioteca privada del doctor Santiago Barajas, amigo y agudo interlocutor, quien me prestaba libros para comentarlos en una sobremesa de café.

A la literatura siempre fui aficionada, por lo que el paso de la filosofía a la literatura se dio de manera casi imperceptible, después de leer la Poética de Aristóteles, Metáfora viva de Paul Ricoeur y Filosofía y Poesía de María Zambrano, ya no pude suspender el diálogo en entre ambas, a veces aderezadas con el psicoanálisis. De modo que las incursiones por ese encuentro entre tres discursos fueron publicadas en textos como Padre Páramo, Michel Foucault y la literatura moderna, El sueño de sor Juana y el insomnio de Octavio Paz, La mirada de Miró, Don Quijote: una poética de la locura, Elena Garro y el porvenir de sus recuerdos, Las fuentes de carlos Fuentes, Gabriel García Márquez: una poética de la escritura y Kafka: un reloj adelantado, entre muchos otros diálogos entre la filosofía, literatura y psicoanálisis.   

Háblenos del feminismo y el animalismo, ¿cómo ha incursionado usted en estos dos movimientos reivindicativos de la vida?

Me topé con el feminismo porque siempre me di cuenta del problema que tenían mis padres para valorar a sus hijas al parejo de sus hijos. Y pronto la dificultad de reconocimiento de mis hermanos hacia sus hermanas, y luego del problema patriarcal y cultural de los varones para reconocer que las mujeres piensan y pueden ser reconocidas, en la escuela, el trabajo y el ámbito público (es común que los logros los asocien a favores de cama o vulgares trampas). Y más tarde también fui siendo consciente del inmediato reconocimiento y protección que los varones se prestan entre sí (una peculiaridad que sólo pude estudiar a fondo en el psicoanálisis). Todo ello me llevó por ese escarpado sendero por textos como La violencia contra lo femenino, A la milenaria digna rabia de las mujeres y una importante participación en el Programa para Responder a la Alerta de Violencia de Género y Feminicida en Michoacán.

El animalismo y el medio ambiente, esos sí vienen de mi cuna. Como nací en el entonces DF, casi en el centro de la ciudad, pues todo eran calles. Pero mi madre amaba las plantas y los animales, a los que siempre nos enseñó a respetar y proteger en la medida de nuestras posibilidades y a veces hasta lo imposible. Mi padre amaba tanto la naturaleza que como podía sacaba todos los fines de semana a su familia a los alrededores de la gran ciudad: Coyoacán, El Pedregal, Las fuentes brotantes de Tlalpan, Los Dinamos, Los gigantes de Tula, Las Estacas, Atizapán, San Jerónimo, Cuernavaca, Cuautla, etc., algunos de esos lugares hoy devorados por la selva de asfalto y los sucios negocios de los políticos en turno. Fui por años la burla de una hermana porque en Teotihuacán no me podía comer mi torta, pues un perro flaco la necesitaba más que yo. De modo que a lo largo del tempo también llegué a escribir sobre el tema, sobre la baquita marina, el gorila Bantú (asesinado en Chapultepec) y El torneo de lazo: la cultura de la violencia y la violencia de la cultura y Adeos Als Toros, entre muchos otros, hasta sumarme a las marchas contra el maltrato animal, y participar en la elaboración y aprobación de la Ley de derechos y protección para los animales en el Estado de Michoacán de Ocampo (2 de abril de 2018).   

Díganos un poema que la represente en este momento

TANATOS  

Tánatos, alado y ominoso buitre
que surcas la bruma  
con la esperanza desgarrada.

Tus aborrecidos y amados grilletes
chillan ante el abismo 
entre agónicas aves.

Donde el mar es el cielo que se ha caído
y las gaviotas desfallecen
sobre la sombría espuma.

Libra las aldeas y las villas
amenazadas por enlutadas nubes
en plomizos días sin mañana.

Lava las ensangrentadas calles 
de los pueblos de ceniza 
donde se yerguen aceros y metrallas. 

En este doloroso valle
donde cabe la miseria, la opulencia
y el llanto de los poetas.

Sordo páramo de voces desoídas
sombrío éxodo de perennes lágrimas
huérfanas viudas errantes.

Tánatos, hijo de Nix,
gemelo de Hipnos…
¡Alto a la disputa por los mortales!

Tánatos, sombra del Hades
inclínate ante Eros
obstinado deseo de palomas, rosas y poemas.


Filósofa, psicoanalista y escritora. Doctora en Filosofía (UNED, España), Doctora en Psicoanálisis (CIEP, México) y Diplomada en Igualdad Sustantiva (UAM-Xochimilco-SEMUJERM). Autora, coordinadora y coautora de 50 libros y 300 ensayos, además de poemarios y poemas en antologías nacionales y extranjeras. Conferencista Magistral y ponente en 100 Foros Académicos Internacionales y Nacionales. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (2003-2014). Directora, integrante del consejo editorial y colaboradora de las revistas y medios de comunicación: La Nave de los Locos, Cambio de Michoacán, La voz de Michoacán, Letra Franca, Blog de la Asociación Matritense de Mujeres Universitarias, Madrid, España, Levadura y Estenógrafo. Premios Presea Princesa Eréndira (2012) y Amalia Solórzano (2013) por trayectoria. Docente e Investigadora Invitada por Universidades Extranjeras y Nacionales. Integrante del Registro Nacional de Escritores, las Artes y las Ciencias Cinematográficas y CONACULTA (desde 2016). 

Fotos: Wendy Rufino

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