Nurio: la dimensión de lo perdido I

Raúl López Téllez

La pérdida del patrimonio con el incendio del templo de Santiago Apóstol en Nurio, es lamentable y difícil de valorar en cuanto a su dimensión simbólica e histórica. Establecer el carácter de su restauración, requiere integrar a la comunidad indígena, instituciones educativas, civiles y religiosas además de investigadores, en una participación que avance además en establecer mecanismos de protección, preservación y difusión para más de 20 inmuebles con artesones y retablos que permanecen bajo riesgo, señalan historiadores.    

Tras destacar que capillas y templos con esta técnica son un legado poco estudiado, que sigue expuesto a condiciones de riesgo por la naturaleza de sus estructuras, los especialistas hacen notar el silencio de la Iglesia Católica sobre el accidente en la comunidad del municipio de Paracho. Sismos, incendios y hasta robos, son las amenazas que persisten, con vacíos legales y carencia de protocolos de seguridad para su protección y resguardo.

El pasado 7 de marzo, el templo de Santiago Apóstol ardió y se perdió su techo artesonado y varios retablos, legado considerado único en cuanto a su temática y antigüedad, sin que hasta el momento exista un dictamen técnico que establezca las causas del incendio; “se dice que había un velorio, otros que era un bautizo”. No bastaron como alertas los conatos de fuego que ya se habían registrado en el inmueble del Siglo XVII en años anteriores, en 2005, 2015 y 2017, según el reporte del historiador purépecha Pedro Victoriano.

Foto: Ramón Sánchez Reyna

En una extensa entrevista con el-artefacto, dialogan sobre Nurio y los artesones michoacanos, Ramón Sánchez Reyna, historiador egresado de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo y catedrático de bachillerato en la institución; Antonio Ruiz Caballero, docente en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, y Juana Martínez Villa, investigadora en el Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Michoacana, quienes advierten del desconocimiento del estado real que guarda el arte o piezas históricas bajo el resguardo de la Iglesia Católica, al igual que sobre ópticas oficiales que más que preservar, buscan convertir la restauración de inmuebles en atractivos para el turismo y no para el goce y recreación de propios y extraños.

Más que una restauración plena del patrimonio perdido en Nurio -de la que ya hablan el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y la Secretaría de Cultura del gobierno estatal (SECUM)-, se pronuncian porque además de volver a edificar su techumbre, se debe integrar la recreación de lo que constituía un tema singular: la música como acceso a lo divino.

A la vez que advierte sobre riesgos en otros templos con artesones por filtraciones de humedad, como ocurre en Zacán, Huancito y en Quinceo, Sánchez Reyna refiere que en varios de éstos la restauración inició a partir de 1992 en Tupátaro, principalmente por la intervención de asociaciones como Adopta una Obra de Arte, aunque destaca que faltan de atenderse más de una veintena de edificaciones con este tipo de obras.

Foto: Ramón Sánchez Reyna

“Se restauró Tupátaro, la capilla de La Huatapera de Zacán, los retablos de Zacán, son dos o tres del Siglo XVIII; la Capilla de la Inmaculada Concepción de Nurio, el templo que se quemó, el de Santiago; la Capilla de Pomacuarán de la Inmaculada Concepción, en el propio municipio de Paracho, y la Capilla y el templo de San Bartolomé de Cocucho, pero quedan artesones en Quinceo, de gran formato, la Capilla de la Inmaculada Concepción en San Lorenzo, Santa María Huiramangaro y Naranja, además en la Cañada de los Once Pueblos, Huancito, con el artesón muy dañado por humedades, por escurrimientos de las techumbres”, indica.

En el caso del templo y capilla de Nurio, sus techumbres eran una “cubierta de tejamanil, pero el propio programa Adopte una Obra de Arte sustituyó el de la Capilla por tejas y se le quedó la encomienda a la comunidad indígena de que ellos pudiesen resolver lo de una techumbre más adecuada” para el templo, señala.

El artesón más antiguo

-En el caso concreto de la pérdida de Nurio, ¿cómo dimensionarían este desastre?

“Es muy complicado de dimensionar”, señala Ruiz Caballero. “Es una obra única, si de por sí cada artesón es único, es irrepetible, aunque tengan cosas en común, me parece que son únicos, pero el de Nurio me parece que es uno de los más antiguos; hay algunos que son del Siglo XIX, del XX incluso, hay otros que se pueden fechar en el XVII, como puede ser el de San Bartolomé Cocucho, quizá, pero este de Nurio lo hemos datado de alrededor de 1681, porque aparecía en él justamente el retrato del obispo Francisco Aguiar y Ceijas, que fue obispo de Michoacán y luego lo promovieron al arzobispado de México, y están los documentos los Autos de Visita, de cuando él justamente pasó por el pueblo y tuvo un buen entendimiento con la comunidad, con las autoridades y el hecho de que aparezca su retrato ahí, puede ser un indicador de que él fungió como un patrocinador de la obra, eso era muy común desde la Eda Media europea, que el donante, patrocinador, se retratara en la obra patrocinada.

“Pensamos que se trata de una encomienda colectiva, pues, el obispo posiblemente pone recursos, quizá incluso participe en el diseño del programa visual, porque es un programa muy complejo a nivel teológico, que además es diferente a los otros, que puede ser más devocionales, más populares, y este tiene un programa basado en unas doctrinas neoplatónicas, que son más complicadas. Hay muchas cosas que me parece que hacían especial este artesonado con respecto de los otros, pero insisto, yo los pondría en el mismo nivel de importancia, pero este tiene estas características que lo hacían especial”.

Foto: Ramón Sánchez Reyna

De acuerdo con Sánchez Reyna, “la otra parte de esa pérdida terrible, son los retablos. Debían ser, quizá hasta cuatro; quienes se han referido a ellos, hay la coincidencia de que se salían un tanto del retablo académico vaya, como los que tenemos en Las Rosas por ejemplo, y entrar en el sentido más popular. Esto les hace todavía ser más singulares, que no encontramos otro ejemplo, cada uno de ellos era diferente, había una pintura de una Purísima Concepción que era una pintura de los mejores pinceles que se hayan utilizado en esa Nueva España”.

Sobre restaurar o intentar rehacer el aspecto general del templo y su artesón, mantienen sus reservas. “Parece ser que alguien dijo por ahí, alguna autoridad, que se tienen todos los elementos digitales, en fotografía, para rehacer aquello, yo les decía, ¿para qué hacer una copia? Ahí vendrán muchas opiniones, seguramente de la autoridad federal y estatal, a quienes les compete por ley salvaguardar el patrimonio, a la propia Iglesia Católica, a la misma comunidad indígena”, plantea Sánchez Reyna. “Yo en lo personal, una reconstrucción no le encontraría sentido. Desde luego se tendrá que reconstruir la estructura del coro, que es inmenso, y yo sería partidario de, si quieren volver a tener imagen, que metan un programa magnífico de proyección digital”, abunda.

Ruiz Caballero muestra también sus reservas: “no estoy totalmente en contra, creo que se tiene que discutir eso sí, en qué términos, para qué”, y habla del propósito “de hacer una reconstrucción digital a partir de un registro fotográfico con lo que se cuenta, incluso que pueda ser interactiva”, aunque advierte que “la decisión en un momento dado de reconstruir o no, tiene que ser muy bien pensada, muy bien discutida, y tiene que ser en conjunto entre especialistas y la comunidad, me parece, no es una decisión menor la que se tiene que tomar ahí y tiene que haber la opinión de especialistas y desde luego nunca se pueden hacer las cosas sin el diálogo con la comunidad, eso me parece fundamental”.

En la convocatoria a que participen en el rescate físico y patrimonial de Nurio y tal vez del resto de inmuebles, Sánchez Reyna se pregunta que “¿quién debe tomar la iniciativa?”, y enumera las que a su juicio deben ser las partes involucradas, no solamente la comunidad y el INAH: “mencionamos tres instituciones por lo menos, la Universidad Michoacana (tiene una Facultad de Historia y un Instituto de Investigaciones Históricas, una escuela de Arquitectura), la UNAM, que tiene varias carreras de humanidades y de Historia del Arte aquí en el Campus Morelia, y El Colegio de Michoacán, una institución donde se han emprendido muchísimos estudios sobre la historia de Michoacán y del arte mismo, ahí trabaja una investigadora Nelly Sigaut y que ha tocado el tema de los artesones”, a las que suma “el Comité Adopta una Obra de Arte, que es a quien se debe la restauración de estos artesones”.

Para Juana Martínez Villa, es fundamental “una participación activa interinstitucional, no solo del INAH, no solo de estas asociaciones civiles que han aportado muchos recursos para la restauración de estos inmuebles, sino también algo que promueva de manera permanente la difusión del patrimonio en general. Hay una preocupación muy genuina, lamentablemente se perdió Nurio, pero nos quedan veintitantos ejemplos de esta naturaleza, entonces hay que empezar, que la lección importante en términos de preservación, sea esa”.

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Un comentario sobre «Nurio: la dimensión de lo perdido I»

  1. Josefina Laris

    Muy buen artículo. Que bueno que se siga hablando de esta lamentable pérdida. Ojalá y la comunidad pueda tener su templo por la importancia que representa. Un templo siglo XXI y que esto sirva para ver la urgencia de preservar los artesones y sotocoro que existen, muchos en lamentable estado.

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