Por esa calle baja un grifo aullando por un amor

Caliche Caroma

“Me presentan a Pancho Rodríguez. Es tan bajito como Barrios, pero con cara de niño de doce años, aunque en realidad tiene veintidós. Casi a la fuerza, simpatizamos. Pancho Rodríguez habla hasta por los codos. Gracias a él me entero de que antes de la llegada de Belano y Müller (que aparecieron en el DF después del golpe de Pinochet y por lo tanto son ajenos al grupo primigenio), Ulises Lima había sacado una revista con poemas de María Font, de Angélica Font, de Laura Damián, de Barrios, de San Epifanio, de un tal Marcelo Robles (del que no he oído hablar) y de los hermanos Rodríguez, Pancho y Moctezuma. Según Pancho, uno de los mejores poetas jóvenes mexicanos es él, el otro es Ulises Lima, de quien se declara su mejor amigo”, página treinta de Los detectives salvajes, Roberto Bolaño, fragmento del “12 de noviembre”, de la edición de Anagrama (diciembre 2003), libro prestado.

¡Qué pendejadas son éstas!  Las palabras de Ramón Méndez Estrada al leer la entrada de este textillo escrito a propósito de su cumpleaños; nació el 29 de enero del 54, siglo XX, y murióse en el XXI, el 13 de mayo de 2015, fue un miércoles de aguacero, pinche tarde poética que se vaya a la chingada. Porque no todos saben, para que se enteren, Pancho Rodríguez, según Bolaño, es el alter ego de Ramón. Y aunque se enoje Dramón, algo de razón hay en la descripción del chileno (Arturo Belano en su novela), pero qué bien hablaba este cabrón, me refiero a Ramón; Ulises Lima, Papasquiaro; Moctezuma, su carnal Cuauhtémoc. Los real viceralistas, acá infrarrealistas (infras). Más allá de si le gustaba o no a Ramón, esta cita es para traerlo por encabronamiento.

Por cierto, eso de «Dramón» creía que era de la autoría de Francisco Hernández: “Es tan sentido Ramón para cantar sus versos, que envidiosos perversos le han puesto, al bardo, Dramón”, pero según no, me dijo Rafael Catana que él bautizó con este retruécano a Méndez Estrada. Al último se confirmó que fue Toñita quien le puso así al poeta, pero que siempre no, Antonieta recuerda que al primero que escuchó referirse de esta manera para nombrar a Ramón fue a tu carnal, Cuauhtémoc. Varias anécdotas, vivencias, poemas que pueden disfrutarse, son contadas por el mismísimo escritor de La Edad Dorada (StarPro, 2009), en el video de la productora Jijos del Quiote/Son de Michoacán (Gilberto Pérez); participamos varios en la entrevista del video: Wendy Rufino tomó unas fotografías históricas de Ramón en su casa de Morelia (las que aquí se comparten más una del homenaje a Ramón en la Librósfera de 2014); Irepan Rojas, músico cercano al poeta en sus últimos días, ayudó en la fabricación de los churros de mota que se fumaron ese día; y el que esto firma, lo cuestioné sobre varios temas y lo incité a leer sus poemas, accedió sin rechistar: ¿quién se va a ponchar?  

En 2019 se publicó Zona de Tolerancia, una antología personal de Ramón, editoriales Mantra Edixiones y La Ratona Cartonera, fue el jueves 25 de julio en el Foro Alicia, siete de la tarde noche. Estuvieron en la mesa: Antonieta Zenteno, Rafael Catana, Manuel Illanes, Jorge Aguilera y un tal Caliche Caroma. Pasaron un video de Héctor Roque y Eder Ortiz. En los comentarios se prendió Xólotl Méndez, hijo del vate y entregado al mismo oficio de sombras que su padre. Hubo música en vivo con el grupo Sonaxa, también llovió ese día. Antonieta Zenteno ilustró algunas portadas de Zona de Tolerancia, libros que ya son considerados de colección, a mí me dio dos, uno se lo regalé a Ali Gua Gua y el otro a Paco Barrios El Mastuerzo.

También está la grabación de audio en la que Ampersan y Ramón colaboraron, musicalización de un poema de su libro Cabiria, ediciones de La Ratona Cartonera, 2009; la presentación fue en La Casa del Lago, dura poco este registro, pero es lo que hay:  https://soundcloud.com/erresilva/ampersan-ramon-mendez-cabiria. Sí, se corta al final, ¿cómo no cortarse en esta vida de vidrios rotos?

Feliz cumpleaños, Dramón, Ramón, el del morral y sombrero huetameño, el que seguido andaba borracho ( “éste ya se echó a perder por completo”), el que arrebataba la palabra en las lecturas de poesía, ése que espantó a los escritorzuelos porque les mentaba su madre y luego les pedía para curársela, el poeta dando tumbos por aquella cuesta abajo, el del saludo a Paz (¡huevos!), el de los felinos coroneles, el que leía a Jack London, el Pancho Rodríguez, el que escribió: “No soy el gran tipo que quisiera/sino apenas un pequeño señor”.

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