Beatriz Rojas: Llévatela ya

Beatriz Rojas Le prendió una veladora más a la virgencita. Musitó una oración entre dientes -palabras que a fuerza de repetirse habían perdido el sentido, pero que se entonaban con toda devoción-; se persignó y miró hacia el cuarto de la enferma, suspirando.   -Tadeo… -alcanzó a escuchar el hilo de voz que lo llamaba, con ese tono lastimero al que nunca se acostumbraría.  Se apresuró, acomedido, a entrar en la habitación:  -¿Qué necesitas?  -Nada, sólo saber si ya te vas… y ya que estás aquí, ¿me puedes servir un poco…