Temporada de huracanes

Gerardo Pérez Escutia

Advertencia: Si usted está deprimido por el encierro, si lo que quiere es una lectura que le permita fugarse de la realidad y que le brinde experiencias amables y llevaderas, este no es el momento de leer un libro como el que voy a recomendar ahora. Pero si a pesar de las circunstancias imperantes, usted desea algo escrito con las entrañas, realista y auténtico en lo terrible de los temas que aborda, instalado profundamente en las raíces de nuestra cultura, entonces, esta recomendación si es para usted.

Se trata de Temporada de Huracanes (Penguin Random House, 2017, ISBN 978-607-315-267-9), la obra más reconocida de Fernanda Melchor, originaria de Veracruz, periodista y editora, ha escrito también las novelas: Falsa liebre (2013) y Aquí no es Miami.

Fernanda Melchor

Temporada de Huracanes, podríamos decir, se trata de una novela negra por su temática, pero también hay ecos muy marcados de realismo mágico latinoamericano, e incluso de novela costumbrista con tintes rulfianos. Más allá de etiquetas, es una obra original que plantea una nueva narrativa de la tragedia, se gesta día a día en las zonas pobres y semirurales a lo largo y ancho de México, tragedia que produce generaciones sin esperanza, ni horizonte de vida digna; en donde los mecanismos de “ascenso social” son la delincuencia y la prostitución. Este libro penetra en la cotidianidad de este horror, narrándonos historias brutales y entrañables en las voces de sus protagonistas.

En “La Matosa”, una ranchería perdida que podemos ubicar en el golfo, entre Veracruz y Tamaulipas, hundida entre cañaverales y campos petroleros, una tarde calurosa, un grupo de adolescentes descubre en el canal de riego un cadáver flotando entre nubes de moscas, degollado y con otros signos de violencia, el cuerpo se trata de la «brujita», hija del personaje central de esta historia, al que también refieren como «la bruja».

“La bruja”, como en todo pueblo que se respete, es una mezcla de curandera, espanta cigüeñas y alcahueta, vive aislada en una casa lúgubre y sucia de la que se cuentan mil historias, lugar de peregrinaje para prostitutas embarazadas y señoritas que desean desaparecer “su pecado”. Es además, la organizadora de bacanales, misas negras aderezadas de excesos sexuales y consumo de drogas de todo tipo. Al descubrirse el cadáver de su hija, las sospechas recaen en un grupo de jóvenes, frecuentes tertulianos de sus fiestas sabatinas y de todo lo que sucede en casa de la bruja.

La historia comienza de manera coral, cada uno de los personajes involucrados -casi todos jóvenes- van narrando su propia versión de los hechos. Los personajes: El Luismi, Yesenia, la Norma, el Munra, el Brando, Chabela, bien podríamos reconocerlos en la vida real, jóvenes marginados que nos iran llevando a su entorno semirural y miserable, donde sus horizontes se limitan a la delincuencia, al trabajo en un campo petrolero o la prostitución. Todos envueltos en un contexto de violencia familiar, abandono y machismo brutal, que en este libro en particular, desnuda como se reproduce también de madres a hijos, perpetuando los peores estereotipos de nuestra cultura.

En esta historia somos testigos del despertar sexual de algunos personajes, pero de una forma violenta, atroz y utilitaria; vemos como la ignorancia, los prejuicios y la narco cultura se convierten en una masa voraz que engulle a los protagonistas, quienes poco a poco se van despojando de su inocencia e ilusiones, para convertirse en adultos violentos, cuyo único interés es satisfacer sus deseos inmediatos, sin prejuicios éticos o morales de ninguna índole.

La autora, con una honestidad brutal, no teme llevarnos a los abismos más sórdidos de nuestra realidad, crimen, violación, pedofilia, narcotráfico y un largo etcétera, un microcosmos que pudiéramos ubicar en Sinaloa, en la tierra caliente michoacana, en el Golfo, en un suburbio de Monterrey, Ciudad de México o Guadalajara.

Nos hace meternos en la piel de sus protagonistas, vivir sus angustias y deseos. Por momentos reirémos o recordaremos pasajes de nuestras vidas, y así, a pesar de lo atroz de las historias, logra que disfrutemos ampliamente la novela, sentirla propia, y transportados a un rincón personal que de alguna manera fuimos o que como dice la canción de Serrat “muy pronto se les quebró el corazón de porcelana”.

Al final sabremos quién y porqué mato a la hija de “La bruja” pero es lo de menos, lo realmente importante es la historia narrada a varias voces, que como pocas, refleja una realidad terriblemente actual con un rigor y estilo fresco, que estoy seguro convertirá a esta novela en un referente de la literatura mexicana de este inicio de siglo .

La recomiendo ampliamente.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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