Un récord imbatible

Jorge Amós Martínez Ayala

El fin de semana se registró un Récord Guiness en la ciudad de Morelia “bailando” Juan Colorado, los medios compartieron las escenas, drones y close-ups a los zapatitos blancos de las y los bailarines que con sus vestidos inventados en los años 60 “representan” a la Tierra Caliente. Amig@s que gustan de la música folclórica entusiasmados, algun@s hasta fueron a tocar y bailar… Todo parecería “bueno” o “satisfactorio” hasta que vemos que estas marcas (que usaré en lugar del anglicismo records) tienen sus orígenes en fondos oscuros de mentes maquiavélicas (y si no reconocen la maldad detrás de sus acciones, es que son tont@s).

Primero hay que preguntarse ¿quién está detrás de este acto? Si bien Rocío Vega salió en promocionales impulsando el evento, no es ella el artífice del evento, es la figura que se usa para convocar a la gente que la escucha a ella y le gusta la música tradicional. En este caso voy a usar música folclorizada, pues si bien son piezas tradicionales, se cantan por una “artista” que no es tradicional, pues se presenta en escenarios generalmente vinculados con el Estado (gobierno), en eventos promocionales del mismo. A ella y a otros grupos parecidos la siguen profesores de educación básica, profesionistas, estudiantes universitarios y, en general, un sector que podríamos decir tiene una “identidad nacionalista” apegada a la que desde los años 50 forjó el Estado mexicano, los cuales, además, paradójicamente se vinculan políticamente con las izquierdas, aunque hay de todo.

El titular de la Secretaría de Turismo, Roberto Monroy, y su equipo, son las mentes detrás de esta acción; a Monroy hay que recordarlo por la Pinchekuac, o como prefieren los medios acreditados: Kuinchekua: fiesta michoacana (“fiesta” para el turismo, 4,500 espacios), que costó 10 millones y sólo uno dedicado a “sueldos” de los agradecidos 250 artistas “tradicionales” (entrecomillado porque hubo mucho folclorista disfrazado) que con 3 mil pesos vendieron su alma al turismo, pagados lamentablemente por la Secretaría de Cultura de Michoacán (nuestra secretaria Gabriela Molina no tiene idea ni programa a desarrollar), en cambio, Roberto Monroy, quien ya fue Secretario de Turismo con Fausto Vallejo, otorgó a los hoteles los boletos que eran “gratis” para los visitantes al rentar una habitación en un establecimiento asociado, y con ello empezaron los embates a la cultura local (y ya veremos esta Noche de Muertos).

Por lo pronto, 10 millones entre 4,500 asistentes, indica que cada boleto costó $ 2,222.22 pesos por persona, ¿no sería mejor invertir esa cantidad en promover la cultura mediante talleres de iniciación artística? Si esos dos mil pesos se transforman en 900 talleristas, que reciban 5 boletos ($ 11,111.11), tendríamos cinco meses de pago a maestros para desarrollar talleres, si al menos cada uno tiene 10 alumn@s, entonces hay 9,000 personas que se benefician con sesiones de una hora durante 5 meses, que les dejan habilidades artísticas, criterios de apreciación y un interés que ya no cesará.

La Pinchecuac es un evento pato, versión Guelaguetza michoacana, orientada al turismo regional, no en vano el propio Monroy firmó un acuerdo de colaboración con Miguel Torruco (ahora Secretario de Turismo con Obrador), cuando este era Secretario de Turismo en la Ciudad de México, gobernada por Mancera, para que la gente de la CDMX viniera a Michoacán y los de aquí fueran allá. Inventando el hilo negro, pues desde Cárdenas se pensó en desarrollar la “industria sin chimeneas”, y a ello se debe el detonante de Quiroga, Pátzcuaro y Uruapan como puntos de hospedaje y circulación por los pueblos de la Meseta, idea que puso en grave crisis ambiental a la región, pues en 1970, por ejemplo, cada familia de mascareros de Tócuaro pasó de hacer unas 200 máscaras por temporada anual (a danzantes que las encargaban) a elaborar 200 máscaras diarias de viejitos, y no digamos ahora, toda madera de contrabando robada por las bandas de crimen organizado. Que todos olvidamos viendo zapatear viejitos en las plazas de los pueblos grandes y más en un escenario con luces, como la Pinchecuac (marca registrada).

Pero a estos brillantes turistólogos, no se les ocurre que la «industria sin chimeneas» puede ser igual o más contaminante y destructora de ecosistemas (Riviera Maya y Costa nayarita, las más próximas en el tiempo); aunque también de relaciones sociales y artísticas. Lo que ellos quieren es que el «turismo» (en realidad los hoteleros, restauranteros, agencias de viajes, etc.) recuperen las pérdidas de dos años de pandemias y de antes, por la guerra de Calderón (como no se baja nunca de su camioneta blindada cuando va a su casa de fin de semana en Tzintzuntzan no se entera que desapareció el turismo de todo el estado de Michoacán). Así que el super secretario, Roberto Monroy, cual anti Robin Hood, le roba a los pobres para darle a los ricos; le quita presupuesto de la Secum y la transforma en “Eventos para el turismo”, claro que el discurso es el “fortalecimiento de nuestra cultura” y otras tonterías por igual.

Ahora le salió más «barato» el asunto (yo calculo unos 2 o 3 millones de pesos), pero no “gratis”, primero hay que pagar y someterse a Guiness World Records, pagar a un Equipo Creativo que ayuda a crear “la campaña perfecta para romper un record”, invitar a un Adjudicador oficial de Guinnes World Records, para que, en caso de acreditarse, pueda usarse el Certificado Oficial, el logo oficial y sus “taglines”, en la propia página dice que “las tarifas varían según los requerimentos”. Para un record individual la solicitud cuesta 5 euros, más IVA, y 450 para lo más básico, que puede ser virtual. Hubo que pagar el templete y sonido donde estuvieron los músicos, claro, se les pagó a los músicos; además, la propia agencia recomienda grabar el proceso, y para ello hubo que contratar un equipo profesional de grabación, que grabara con varias cámaras y drones el evento, y luego hiciera la edición. La invitación a los medios, y sobre todo que se sumen los 100 “voluntarios” que van a ser quienes implanten la marca, y que sólo reciben las gracias por haber zapateado en el asfalto con sus guaraches con suela de madera bajo un sol abrasador.

Todo estuvo fríamente calculado, porque se trata de “crear una marca”, con algo que a nadie más le interesa “romper”, ninguna ciudad en Francia o en China querrá nunca jamás romper un Juan Colorado masivo, ni siquiera en México; en Coahuila tuvieron el suyo con 653 bailando Danza de Matlachines (2021); en Xalapa, 2,370 personas tuvieron el suyo bailando La Bamba (2018); en Colombia se impuso una marca bailando salsa en línea con 343 videos publicados, aunque 5,000 bailaron en Cali, en 2020. La idea es atraer turismo para “ver romper la marca”, y de paso que consuman productos turísticos (eventos de este tipo), lo cual no estaría malo si no fuera transferencia de inversión pública, dinero de todos los michoacanos, que se “invierte” para que ganen las empresas hoteleras, que por cierto no son de michoacanos, nomás lean las letras chiquitas en los principales hoteles del centro histórico para darse cuenta de que son cadenas internacionales (City Express, Best Western, Fiesta Inn, Holiday Inn, Arriva Hospitality Group, Howard Johnson, Horizont, Gamma Beló Hoteles…), con sus restaurantes que dan a la avenida principal, lugar ideal para tomarse una chela o un “coctel” y ver a los asoleados zapateadores darle duro al pavimento. Así es como el mago Monroy le saca dinero a Secum y lo invierte en Turismo, y nuestra secretaria de cultura, Gabriela Molina tragando dulce poblano; pero, por si no fuera suficiente, tienen a tod@s encantad@s (¡pff!).

La pregunta de ¿por qué no se hizo en Apatzingán? Es de todos comprendida, primero, porque el turismo no va a ir, segundo, porque el Estado mexicano y menos el gobierno municipal van a garantizar la seguridad de los visitantes. Sin embargo, se usa Juan Colorado, canción huapango compuesta en 1931 por Alfonso Esparza Oteo (director de la Orquesta Típica Presidencial con Álvaro Obregón, disuelta por Calles, y que está tocando cuando José de León Toral acaba con el dictador) y Felipe Bermejo (cantautor que participaba en la XEW en la Hora Azul de Agustín Lara), por encargo del gobierno de Michoacán, justo para eso, para traer turismo, pues la carretera a Guadalajara ya pasaba por Morelia (carretera federal 14), la zona del Lago de Pátzcuaro y mi General, me pongo de pie, como dice el buen Álvaro Alcántara, que hay que decirlo, se propuso traer turismo para «desarrollar» a las comunidades indígenas de la cuenca.

¿No sería mejor que con ese dinero que se gastó en una campaña publicitaria de varias semanas, para unas cuantas horas en el centro de Morelia, que hizo que se pasara dinero público al privado, gastando sumas millonarias en horas, se hubiera destinado en la formación de públicos infantiles en las zonas marginadas de Morelia y Apatzingán? Quitándole con esto gente al narcotráfico (la reconstitución del tejido social que tanto pregonan y que no hacen). Pero no, es otra vez el discurso de que el “turismo” trae inversión y genera trabajos. Claro, si usted es mucama, botones, cociner@, “hostess”, meser@, no vio nada de lo que pasaba en ese Récord Guinness, porque usted estaba trabajando, y claro que no le dieron un bono por tal evento, tal vez le dejaron los $20 pesos acostumbrados de propina.

Eso sí, hoteles, restaurantes, agencias de viajes si obtuvieron beneficios sin inversión, solo les quedó agradecer a tan eficaz político que está “recuperando” económicamente al sector, y eso es evidente, ya vemos otra vez decenas de autobuses en Quiroga, donde los turistas de fin de semana de las ciudades medias del Occidente vienen a comprar “artesanías industriales” chinas que los acaparadores de las grandes tiendas del pueblo “mágico”, hacen pasar por fabricación local, pegándoles a los artesanos que tienen que vender a precios ínfimos y en volúmenes, su propio trabajo. De nuevo, una transferencia de valor (de riqueza) del pobre al rico, subsunción al capital. Y eso que no hemos contado las horas hombre/mujer que se invirtieron por los 900 bailarines, ni el costo de su ajuar, para que se “viera bonito” y ustedes haciéndole el juego a los empresarios y políticos insensibles, compartiendo hartas fotos en sus redes. ¡Gracias, Roberto Monroy!

Algun@s dirán que son un “agruras amargas”, pero es la verdad, les sugiero leer el periódico (aunque sea virtual) y enterarse de como la “4T” en Michoacán son perredistas (Secretaria de Cultura, Gabriela Molina) y priistas (Secretario de Turismo, Roberto Monroy) realizando “alianzas” y acciones que agotan los escasos recursos públicos destinados a “cultura” en crear “atracciones tontas” para los turistas, que dejan su dinero a las multinacionales, y unos 20 pesos en propinas a los michoacanos que tuvieron que ver diferido el asunto, porque estaban tendiendo camas, lavando platos, sirviendo tragos y cocinando uchepos. Si eso es “inversión pública” entonces exijo nos muestren su Plan Estatal de Cultura, porque de turismo sí hay… y no es nada amigable con el entorno ecológico, ni atento a la diversidad cultural, ni empático con los grupos sociales que votaron por Bedolla, que dice que es de Morena… Ya nos veremos en la revocación de mandato, a ver si el “récord” no es imbatible. Si les gustó o no compártanlo, como hicieron con las fotos de Coloradazo… y piénsenle, porque luego se quejan mucho.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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