Una de pintores: La estampida

Rafa Flores

El expresionismo abstracto es el movimiento pictórico de vanguardia que le dio presencia a Estados Unidos en el panorama mundial del arte del siglo XX. Jackson Pollock es el epítome, el ejemplo ideal de los furiosos pintores abstractos de entonces. Un hombre liberal, bohemio y atormentado que vivía con la misma intensidad que pintaba, siempre visceral y enérgico. Murió en pleno éxito artístico en un accidente automovilístico que parecía suicidio. Sus enormes cuadros de «campo total», esas violentas marañas de pintura chorreada que cubren todo el espacio, cambiaron el concepto tradicional de composición y liberaron al arte plástico de cualquier propósito representativo. Pintura pura y de acción. Un campanazo que jaló la atención mundial hacia Nueva York. El polémico Pollock desconcertaba al gran público con sus novedosos métodos de trabajo pero también creó una legión de seguidores y de críticos que lo consideraban el mejor pintor de su generación.

Su primer obra maestra la pintó a los 31 años y se llama «Mural». Sobre su creación existe una anécdota que nos muestra fielmente la personalidad del controvertido artista. Sucedió que una noche del verano de 1943, la promotora neoyorkina Peggy Guggenheim, inauguró su nueva galería con obras de los pintores abstractos a los que promovía con auténtica fe. Fue una noche multitudinaria y de grandes ventas. Feliz de su éxito y tal vez achispada por las copas, le propuso al jovenazo Jackson Pollock que pintara un mural desmontable para el vestíbulo de su lujosa galería; el pintor, definitivamente achispado por las copas, dijo que sí. En los días posteriores hicieron un contrato, Jackson recibió un generoso adelanto y pusieron un plazo de tres meses para el término de la obra, que se exhibiría con una fiesta a lo grande.

Peggy mandó hacer el bastidor para la pintura. Medía seis metros de largo por dos de ancho. El primer problema fue meterlo al taller de Pollock, que vivía en un edificio de departamentos; libraron puertas y pasillos pero no cupo en el taller. Entonces la elegante Peggy y el guarro Jackson consiguieron unos mazos y derribaron un muro sin avisarle al dueño del edificio, pusieron los escombros en cajas y las tiraron en un callejón, a las sombras de la noche.

Pollock comenzó a hacer bocetos. Tenía en mente algo muy dinámico y explosivo, que hiciera visible la energía con que pintaba. Salieron un montón de dibujos pero ninguno le gustaba. Días y días completos dedicados a encontrar la clave de la composición del cuadro, pero nada, la gran tela seguía blanca e intacta. Volvía a comenzar bocetos con nuevas ideas, probaba otros materiales, cambiaba sus métodos mientras el tiempo pasaba irremediable y la tela seguía en blanco. Jackson rompía los dibujos, escupía maldiciones y vibraba con un humor de perro bravo. Peggy se exasperaba de no ver ningún adelanto en sus visitas al taller. La esposa de Jackson, la pintora Lee Krasner, comenzó a preocuparse seriamente; se dio cuenta que su marido estaba en plena crisis creativa y que aquello iba a ser un fracaso absoluto. Dos días antes de la fecha de entrega del cuadro, sintió confirmar su sospecha: miró a Jackson sentado frente a la tela virgen, totalmente inmóvil y babeando. Se fue a dormir descorazonada y dejo a solas al pintor, que ni siquiera se dio cuenta de su presencia. Al día siguiente al despertarse, Lee vio a Jackson entrar a la recámara, embarrado de pintura de pies a cabeza y con una apacible sonrisa en la manchada cara. Ella dio un brinco de la cama y corrió al taller… ahí estaba la espléndida y vital pintura, totalmente terminada. El cabrón sí pudo.

Su exhibición marcó el inicio de la carrera de Pollock y desató su confianza para lanzarse al vacío con la creación del action painting que luego le daría celebridad. Cuando fue entrevistado sobre el sentido de su «Mural», declaró: «es una estampida. Cada animal del oeste americano, vacas, caballos, antílopes y búfalos, todos a la carga a través de la maldita superficie».

A mí me inquieta imaginarlo esa noche mágica. Solo, en silencio, mirando la tela, decidiendo que antes de que amanezca se va a partir la madre en una batalla a brochazos, para que mañana exista una creatura con vida propia. Solo un salvaje hace eso.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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