Una de pintores: Partida de hocico

Rafa Flores

Muchas obras de arte han sido dañadas, vandalizadas, incluso destruidas, a través de la historia de la humanidad. Pocas tan tocadas por el infortunio como La Ronda Nocturna de Rembrandt. Este «cuadrote» de cuatro por cinco metros representa a los integrantes de la Corporación de Arcabuceros, encabezados por su capitán Frans Banninck Cocq, quien da la orden para iniciar la ronda de vigilancia nocturna por la ciudad de Ámsterdam. La pintura se encuentra en el Rijksmuseum y es ya una obra icónica, parte del alma holandesa.

En 1900 un enfermo mental lo roció con ácido. Los daños fueron superficiales porque solo se dañó el barniz. En 1911 un cocinero de la Marina atacó la pintura con un cuchillo. Los cortes atravesaron la tela, pero fue posible repararla.

En 1975 un profesor universitario, en plena crisis emocional, acuchilló La Ronda haciéndole varios cortes en zigzag que desgarraron el centro del cuadro. Luego de una acuciosa restauración pudo recuperar su esplendor, aunque las cicatrices son muy visibles.

Durante la Segunda Guerra Mundial, para salvarla de la inminente llegada de los nazis, los empleados del museo le recortaron a toda prisa la parte alta para que cupiera por una puerta y así llevarla a un bunker. La parte mutilada nunca se pudo recuperar, situación que terminó con la pérdida de tres arcabuceros.

Todos los autores de estos atentados han muerto ya. El capitán Cocq sigue ahí, aunque le partan el hocico, aunque le den de puñaladas, sigue ahí, dando la orden de avanzar.

«La Ronda Nocturna» de Rembrandt

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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