Thomas N. Scortia Trató de convencerse de que el tiempo no existÃa, pero el desierto de Arizona generaba tiempo exclusivamente para él: rápidas estaciones encendidas por una brusca inundación, anchas cataratas de flores que en un dÃa se marchitan y derraman sus semillas sobre las pálidas arenas, truenos distantes, el frenético rumor de los escorpiones que se acoplan, el perezoso arrastre de una serpiente de cascabel. Cada una de estas cosas le recordaba el tiempo a pesar de sus protestas; sin embargo, los ignoraba, existÃa como en una suspensión intemporal …