Apuntes sobre un festival que ya pasó

Caliche Caroma

Lety Servín estuvo veinticinco minutos en el escenario, supuestamente tocaría cincuenta, casi una hora, pero no se pudo, no la dejaron. La gente pidió la otra, aplaudió, chifló, casi exigió la siguiente canción, pero tras bambalinas Julio César Blasina Palermo, enquistado director de Promoción y Fomento Cultural, dijo que no, gesticuló la negación, muy firme el señor insistió en que ya no había tiempo, señaló con su mano derecha un reloj imaginario. ¿Quién pone a estas insensibles personas a cargo de un concierto musical? La Secum, el gobierno del estado de Michoacán o la insoportable pesadez burocrática que todo lo echa a perder.

En el principio de los tiempos, tocaron Los Arango, un grupo cubano que llegó quince días antes del 11 de agosto, día del concierto, y aún siguen por tierras michoacanas. Y para cerrar el llamado Festival Músicas de Nuestra América, Manuel García, cantautor chileno que ya había estado en Morelia varias veces. Todo comenzó después de las siete de la tarde noche, el lugar escogido para el magno evento fue el teatro de los Ramírez, también conocido como el Teatro Matamoros, comodatos aparte.

Los Arango

En realidad, todo comenzó en la mente de Gustavo Ogarrio, impulsor de este encuentro, quien en algún momento tuvo que ceder la organización para darle paso a las autoridades, se tenía que autorizar lo autorizable y formalizar lo formidable. Tomaron la batuta varias instituciones y personalidades del inframundo, a saber: el Sistema Michoacano de Radio y Televisión (SMRTV) para la difusión y la transmisión, el diputado Hirepan Maya (con todo y rebozo marca Larregui) y la ya mencionada Secum.

Los Arango invitaron a Juan Alzate y Roberto Vizcaíno, saxofón y congas. Tardó el sonido en amarrarse, no se pudo hacer una prueba general y hasta el tercer tema se escuchó todo más o menos decente. Buenos músicos con canciones del repertorio popular y una que otra creación de los habaneros. El aplauso y las ganas de bailar reprimidas, la molesta cámara de humo que hacía un molesto ruido cada quince minutos, la combinación perfecta para abrir el festival.

Cuando salió Lety Servín, engañosamente pequeña, con una guitarra nada más, llenó el teatro con su magnética presencia y su voz de poderosa tormenta, refrescante e imponente, rayos y centellas. Alguien comentó, al final del concierto, que le parecía increíble que Lety sonó más fuerte y clara que los seis músicos que la precedieron. Llevaba apenas veinticinco minutos cuando la pararon. Y lo hicieron para dar un intermedio, intermedio que no podía esperar, reglas son reglas (¡plom!). La gente se quedó con las ganas de escuchar “La fiera borrasca” y en la dulcería del Teatro Ramírez (Matamoros) no vendían alcohol.

Lety Servín

Manuel García salió vestido de color café, muy setentero, y advirtió que su participación se dividiría en cinco partes, cada una de veinticinco minutos, razón por la que el concierto festival presentación cotorreo terminó pasadas las once de la noche de aquel, también pasado, 11 de agosto de 2023, santoral de Rustícola de Arlés. Lo acompañaron integrantes del grupo Media Luna y el chelista Abner Jairo Ortiz, además, el palomazo de la multicitada Lety Servín.

Fue un buen concierto, pero les faltó pericia en la organización del escenario, en la distribución del tiempo, en la prueba general, en fin, hablar de un “festival” es complicado, sobre todo si no se cuenta con la experiencia para organizarlo, y peor si el lugar no es el indicado para la demanda del mismo, pues asistieron sobre todo funcionarios, parientes de los funcionarios, amigos de los funcionarios, y eso que llaman “el pueblo” ni se enteró.

Manuel García


Caliche Caroma

Escritor putrefacto que deja el alma en cada tecla, a veces es grasa esa alma. Ganador dos veces consecutivas del premio «Mejor dedícate a otra cosa». En su casa lo conocen como Panchito porque baila el cha cha cha. Quiere adelgazar, pero no puede.

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