Materia oscura: Algunas notas sobre Miles Davis

Boris Vian Lo más sorprendente de Miles Davis es que es un tipo encantador; me han asegurado que es un poco bajito, pero se trata de tonterías sin importancia; un examen de sus fotografías permite concluir que, en este personaje tan equilibrado, la imaginación se impone a la sensualidad, que, a su vez, está casi perfectamente equilibrada por la inteligencia; no sé si hay que creérselas todas (las fotos), pero en una tiene las orejas de fauno, lo cual es buena señal. Uno no puede evitar hablar de sí mismo…

Reseña objetiva y detallada de la velada en el Festival Internacional de Jazz de Pleyel del lunes 9 de mayo, año 1949 de la era cristiana, año 29 de la era bisónica

Boris Vian La velada estaba dedicada a la música bebop, como se la suele llamar, y me llegó al corazón, aunque no lo tengo muy fuerte desde que Françoise me sedujo y no tendríamos que pensar en otra cosa. Como era una velada consagrada a ese arte en particular, no había demasiados rezagados aficionados a las marchas militares, sino que los presentes fueron corteses. Aunque no muy corteses con los musiflupetones de Vic Lewis, que rompieron el fuego, ni muy galantes con la encantadora saxotenorfonista alta y rubia y deliciosa…

Cine/11: La espuma de los días

Livier Fernández Topete Es una película francesa basada en la novela homónima de Boris Vian, la cual, según se considera, es una adaptación de Vian del libro Tres camaradas (1937) del escritor alemán Erich Maria Remarque. Armando una cadenita de referencias o curiosidades, vale la pena mencionar que la novela de Vian no tuvo éxito en vida del autor, a pesar de que fue promovida, entre otros, por Raymond Queneau y Jean-Paul Sartre, quien publicó algunos extractos en la revista Les Temps Modernes (que debe su nombre a la película…

Materia oscura: El Lobo Hombre

Boris Vian En el Bois des Fausses-Reposes, al pie de la costa de Picardía, vivía un muy agraciado lobo adulto de negro pelaje y grandes ojos rojos. Se llamaba Denis, y su distracción favorita consistía en contemplar cómo se ponían a todo gas los coches procedentes de Ville-d’Avray, para acometer la lustrosa pendiente sobre la que  un  aguacero  extiende,  de  vez  en  cuando, el oliváceo  reflejo  de  los  árboles  majestuosos.  También le gustaba, en las tardes de estío, merodear por las espesuras para sorprender a los impacientes enamorados en  su  lucha  con el enredo de las cintas …