Caliche Caroma
La pregunta provoca, es un detonador para el estallido de datos, fechas y detalles, anécdotas, dulces y picantes. ¿Quién es Inés Amor? Viene a la mente el nombre de Pita Amor, ¿son parientes la poeta y la galerista? La abuela de Inés lleva la relación en el nombre de casada, Gertrudis García Teruel de Schmidtlein, y es justamente el Schmidtlein el segundo apellido de la poeta autora de las Décimas a Dios. Sin respuestas andamos por la vida, la incertidumbre nos acompaña más allá de la muerte. Inés tuvo una vida difícil, pareciera que lo trágico es un requisito para la notoriedad, para el éxito, para la vida en general, aquello de que no hay mal que por bien no venga se ha convertido en regla: “Había momentos dificilísimos, tanto en las relaciones de los pintores conmigo, o en cuanto a las grandes necesidades económicas que se solucionaban de la manera más pobre y miserable del mundo”.
El gusto por las artes visuales le viene de esa imposibilidad que se convirtió en posibilidad: “Mi interés por la pintura apareció muy tempranamente, en parte como consecuencia de una enfermedad que sufrí durante casi toda mi infancia. Padecía una osteomielitis en la pierna derecha desde que tenía cinco años de edad. Entre los cinco y los dieciséis años tuve que someterme a dieciséis operaciones…” y más adelante el encuentro que marcó definitiva y positivamente a Inés Amor: “Antes no podía jugar, ni correr como los demás niños; viví como criatura inválida. Mi papá, para entretenerme, me mostraba unos álbumes forrados de pergamino que había traído de Europa, con estampas de los grandes maestros: Miguel Ángel, Leonardo, Giotto, Tintoretto, Tiziano, Benozzo Gozzoli, etcétera”.
Su mamá era seguidora y protectora de José María Velasco, Inés lo conoció en la sala de su casa, lo vio pintar en la hacienda familiar, ese proceso luminoso que alumbraría su posterior existencia se llevaba a cabo en su hogar desde la temprana edad, las pinceladas le llenaron los ojos de colores. La abuela coleccionaba piezas arqueológicas y el abuelo, de origen alemán, escribió cartas descriptivas de las costumbres mexicanas; Inés también escribió para algunos periódicos. Éste es más o menos el origen de la autora de las categóricas palabras que siguen: “Para mí, la crítica de arte es de importancia vital en la formación del criterio y del gusto del público”.
Inés Amor estuvo a cargo de la Galería de Arte Mexicano (GAM) durante un poco más de cuatro décadas, de 1935 a más o menos 1979 (nació en 1912 y murió en 1980), el proyecto pasó a sus manos después de que su hermana Carolina se lo legara para dedicarse a menesteres más mundanos, la anhelada y abnegada vida matrimonial. La GAM es una de las primeras galerías de arte independiente en México y no pudo tener mejor dirección. Se puede decir, por lo anterior, que lo más importante y trascendental de este país, en materia de artes plásticas, tuvo lugar en las diferentes direcciones de la galería (Abraham González 66, colonia Juárez, General Prim #104, Milán #18 y, actualmente, Gobernador Rafael Rebollar #43 colonia San Miguel Chapultepec). Bretón pasó por aquí.
Inés Amor dirigía las exposiciones, se hacía cargo personalmente de todos los asuntos, internos y externos de la GAM, viajaba al extranjero para gestionar con los grandes museos, dio a conocer los talentos nacionales a los coleccionistas más importantes del orbe, recomendó a sus protegidos con los pocos mecenas del arte mundial, incluso solucionó, en más de una ocasión, la atribulada vida personal de los artistas que colaboraron con ella, muchos de estos pintores son famosos hasta el tuétano: Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, Rufino Tamayo, José Clemente Orozco, Juan Soriano, Rafael y Pedro Coronel, María Izquierdo, Dr. Atl, Manuel Rodríguez Lozano, Alfonso Michel, José Chávez Morado, Alfredo Zalce, Fermín Revueltas, Ángel Zárraga, Guillermo Meza, Leonora Carrington, Gunther Gerzo, Cordelia Urueta, Raúl Anguiano y un etcétera policromático enmarcado con finas maderas.
Toda esta información se encuentra en el libro Una mujer en el arte mexicano. Memorias de Inés Amor, coescrito por Teresa del Conde y Jorge Alberto Manrique, bajo el sello editorial de la UNAM; la primera edición es del 15 de julio de 1987, aunque el libro se terminó de escribir alrededor de 1975, los problemas de salud de Inés Amor y otras circunstancias no permitieron su publicación en tiempo y forma, la galerista y ser humano tan especial que aquí nos ocupa no pudo ver impresas sus memorias, es triste, cierto, pero ella misma no sabía si dar a conocer lo que le había dicho a los entrevistadores: “Inés Amor nos había indicado, en el curso de nuestras conversaciones, que no todo lo que nos decía podía ser publicado, por lo menos no por ahora, nos decía. Tal prevención suya se explica seguramente por el temor de lastimar a algunas personas de su amistad, sea revelando algo que pudiera aparecer indiscreto, sea emitiendo juicios que pudieran ser malinterpretados”.
Una mera aproximación desorganizada a la sorprendente vida de Inés Amor son estos párrafos. Y para que el curioso quede más picado, se comparten a continuación algunas líneas sobre los artistas que estuvieron cerca de la galerista, crítica, psicóloga improvisada, ordenadora existencial y mujer de poder que merece replicas, homenajes y mucho amor, como su apellido, como ella misma lo dio sin regateos. Estas apreciaciones nos dicen mucho de los creadores, cierto, pero también develan a quien las emite; más que señalar sus juicios por la mezcla de lo personal y lo artístico, habría que entenderla, hacer el ejercicio-intento de ponerse en su lugar, es decir, la hermenéutica de los afectos. Ella no separaba la obra del creador, el artista era o no era. Inés Amor vivió apasionadamente el arte mexicano, aquí las pruebas, sus palabras.
(Nota: se eliminan las comillas, de aquí en adelante todo es del libro Una mujer en el arte mexicano. Memorias de Inés Amor, los entrecomillados que aparecen son de origen)