Grandes inventores: Medir el ruido, contaminación “de la que nunca se habla”

Raúl López Téllez

De la contaminación acústica “a la que estamos expuestos los morelianos día a día, nunca se habla, se habla de la contaminación del agua, del aire, de la tierra, pero de ésta no porque no la vemos físicamente”, expresa con claridad Antonio Román Sauceda Pimentel, alumno de segundo de secundaria del Instituto Mellbourne, con 13 años de edad.

La contaminación acústica no sólo afecta a los humanos, sino alcanza otros daños, agrega, para lo cual se apoya en láminas integradas en su módulo de Expo Ideas, evento que congregó a jóvenes talentos en la capital estatal durante este jueves y viernes. “Las ranas con su croar, lo usan para llamar a una pareja; si hay contaminación no se oye y en un caso muy extremista, es un factor que la puede llevar a la extinción; también los colibríes hacen un canto de cortejo, pero al primer ruido no se oye, lo que lleva a que existan menos colibríes y su efecto en las plantas, que son polinizadas por estos”.

En Morelia, explica, “estamos expuestos a más de 80 decibeles en el día a día y todavía podemos hacer algo por cambiar” ante un rango de aceptación que se ubica de 65 bajo a 90 decibeles, considerado alto.

-¿Cuáles son los factores que generan más ruido?, pregunta el-artefacto.

“Aquí se muestran”, dice al señalar otro cartel: “Los vehículos automotores, industrias, aviones, fiestas y el ferrocarril, los del gas; aquí en Morelia cuando pasa el ferrocarril, la gente toca el claxon para presionar, lo que genera más ruido”.

En el hogar, dice que la máxima es de 79 decibeles la máxima, “es muy alta y es generada por la televisión a alto volumen, gritos, incluso las mismas conversaciones o la música de los vecinos”.

La aplicación que desarrolló opera desde un celular y mide el nivel del ruido. La muestra en su celular, donde a través de un interfaz, “va a empezar a grabar, estamos entre 40 y 60 decibeles, estamos en un nivel estable”, dice al medir el tono de nuestra conversación.

Desarrolló él mismo el proyecto. El cómo llegó a pensar en esta aplicación, la explica de la siguiente manera: “Siempre que venía de la escuela, llegaba muy enojado y fatigado, me puse a investigar y vi que es la contaminación auditiva, por eso me interesó, para decirle a la población a lo que estamos expuestos”, dice en relación al efecto del ruido sobre la estabilidad emocional.

Antonio Román Sauceda Pimentel, Instituto Mellbourne, segundo de secundaria, 13 años de edad.

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