482 años del infundio de Morelia

Caliche Caroma

482 años como pueblo grande, ciudad chiquita, infundio de cantera. 482 primaveras de pulgas, lujos y miseria, bienvenidos a Morelia: «¡Qué triste se pone Morelia en primavera!», gritó Ramón Méndez Estrada (que es el más moreliano de los no morelianos, falleció un 13 de mayo). Saqueo institucional casi ni hay, ¿sí di?, tantos héroes y próceres que no alcanzan las calles, avenidas, escuelas, bulevares, ¿no di? Eso sí, con muchos baches, físicos y metafísicos, inundaciones y desbordamientos, hipertrofia urbana, Memo Valencia y Lord Hojita, Tres Marías y Metrópolis, el Pipiripau y las estatua que quitaron (a medias) de Fray Antonio San Miguel.

482 años en los que poetas e intelectuales de adusto semblante («Era tan serio que no se le notaba lo pendejo») derramaron ríos (el Chiquito y el Grande) de tinta en honor a la antigua Guayangareo, hoy Ponchilandia. Con todo y lo anterior, el olor a meados no se le quita al Centro Histérico, Histriónico e Histórico, muy a pesar de sus festivales (sin festival no hay cultura, ni presupuesto), los turistas pedófilo-católicos se quejan de que la colonia Industrial apesta peor que el Congreso Local, y eso sí ya calienta.

Y cómo olvidar las marchas, desfiles, carreras, plantones y plantitas, tomas, protestas varias, panfletos, siempre en detrimento del patrimonio y antimonio (por lo inestable) de la humanidad… A propósito del detritus y las aglomeraciones, el Auditorio con su venta de perritos de raza, originales, no clon, trae a colación, por libre asociación vía el Periférico Paseo de la República sector Independencia, que también hay mercado de pulgas (y chinches) los martes y viernes en El Realito, al norte de la ciudad. Ya no cabemos, pero se siguen vendiendo carros e inaugurando fraccionamientos.

Aproximadamente 175,930 días en el que humillar al prójimo y las enchiladas morelianas han sido la tradición, como los ates de nota roja de Radio Ranchito que un vallisoletano con radio escuchó en los portales, no esos portales de mesas y sillas en donde los morelianos toman café Europa y se cuentan los últimos chismes de la provincianidad. Esos no, sino en aquellos portales llenos de puestos varios, pueblo bueno, gente gacha, y alrededor de la Catedral, orgullo y prejuicio, un chingo de carritos de hotdogs y hamburguesas, perros callejeros y hippies en la plaza. Por cierto, Marco Antonio López López es el autor de una antología que vale la pena leer: Morelia y la visión de sus poetas, de la que les compartimos un fragmento de Ocaranza: «Morelia, rosa princesa / vestida de michoacana, / y de tan altas pareces / la prima hermana de España».

Cuatrocientos ochenta y dos años de sí pues/no pues: Canario nicolaita busca un monarca radio taxi; pirindas de Santa María contra los molcajetes San Nicolás Obispo, a las 12:00 horas en las canchas de Policía y Tránsito (aguas con lo rayos); La Inmaculada y sus enchiladas de Vasco de Quiroga (porque no es santo, ni Blue Demond); Familias y casas de la Vieja Caja Morelia Valladolid; de Altozano a Villas de Pedregal hace un calorón, Juan Colorado por el sol abrasador de una ciudad a la que lo único que le brilla es la pelona, por aquello de la tala, el cambio de uso de suelo y su chingada madre del gobierno municipal (algún escritor moreliano dixit). Sí, Ocaranza, Morelia es una vestida, prima hermana de un español.

La leyenda cuenta que el 18 de mayo de 1541 se apareció un gaspacho en el sitio en el que hoy se encuentra la Catedral, aunque la fecha de la fundación, al parecer, tiene truco por algún trato tramposo de historiador harto o simple gazapo con chile de árbol. Escribe Xavier Tavera Alfaro en Paseo por Morelia, editorial Fímax Publicistas, primera edición, octubre de 1967, pág. 14, párrafo segundo, que:

«Once años después de la llegada de los primeros franciscanos a Guayangareo, cuando ya Quiroga había fundado en Pátzcuaro la Cibdad de Mechuacán (sic) e iniciado las obras de la construcción de la Catedral de San Salvador, el Virrey don Antonio de Mendoza, primero que fue de la Nueva España, fundó, de acuerdo con la Real Cédula de 27 de octubre de 1537, la Ciudad de Valladolid, su Cibdad de Mechuacán (sic), a la que, contra los intereses del primer Obispo, se le daba la categoría de ciudad capital».

482 aniversario de esta ciudad del mamar, no por la rima fácil, es por la ubre la succión, se trata de la abundancia, porque nadie amaría a una urbe pobre, jodida, antiguas glorias de Morelia aún se cantan, gracias a las mallas negras de las tunantes. Pito Pérez, el apócrifo, la redujo a hetaira vestida de rosa, y los cuetes tronaron en el culo del cielo, mientras un policía municipal gritaba: ¡Cómo te quiero, desgraciada!




Caliche Caroma

Escritor putrefacto que deja el alma en cada tecla, a veces es grasa esa alma. Ganador dos veces consecutivas del premio «Mejor dedícate a otra cosa». En su casa lo conocen como Panchito porque baila el cha cha cha. Quiere adelgazar, pero no puede.

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