La Tarasca: agua, fiesta, política y Batman

Rodrigo Caballero

Salvador Escalante.- Batman cargaba un tlacuache muerto y no tenía miedo de usarlo, el animal empapado de agua y tieso servía perfectamente como látigo para atacar a cualquiera que se le atravesara al superhéroe.

Pero a veces no era suficiente, un par de demonios lo acorralaban y le daban golpes con pedazos de tripa y colas de toro recién cortadas, el caballero de la noche recibía estoicamente los latigazos sin tratar de defenderse.

Al final el hombre murciélago se unía a “los amos”, una mezcla de fantasmas, monstruos, payasos, encapuchados y chamucos que aterrorizaban las calles de Santa Clara del Cobre en una mezcla de fiesta, algarabía, tiradero de agua y política conocida como La Tarasca.

Así se celebra “la octava”, ocho días después del jueves de corpus cientos de personas salen a las calles vestidos como Dios les de a entender para seguir una de las tradiciones más antiguas del municipio de Salvador Escalante.

Cuenta la leyenda que en la época de la colonia se hacían bautizos masivos el Jueves de Corpus pero una mujer, un capataz y un grupo de sus trabajadores no acudieron a recibir el sacramento.

Ocho días después se arrepintieron y decidieron bajar al pueblo, pero los frailes se negaron a bautizarlos, así que todos ellos se volvieron locos y vagaron por el pueblo como demonios tratando que la gente los bautizara echándoles agua encima.

Así nació la tradición de La Tarasca que comienza cuando la maringuía -un hombre vestido de mujer purépecha que usa una máscara de la virgen María- sale de una de las casas del pueblo y es recibida con aullidos y gritos en la plaza principal de Santa Clara del Cobre.

Ahí arranca una caminata por el pueblo de la mano de uno de los amos, representando a la mujer y al capataz que originalmente se negaron a ser bautizados, seguidos de cientos de personas que se visten con disfraces que buscan asustar a la población.

Los amos cargan lazos, látigos, tripas, colas, animales muertos, penes de toro y todo lo que tengan a la mano para flagelarse unos a otros o a quien se les atraviese enfrente, en representación de todos aquellos trabajadores que se volvieron locos hace siglos.

Por las calles del pueblo, los habitantes salen de sus casas con mangueras, garrafones y cubetas para bautizar a los amos mientras desfilan acompañados de una banda que no para de tocar.

De cara a las elecciones, las tradiciones son una plataforma también para hacer política una pipa que les avienta agua la pagó el ayuntamiento, otra pipa la puso una regidora y un candidato agarra a manguerazos a los participantes. Los refrescos y botellas llegan por cortesía de otros aspirantes a la política local y hasta el presidente de México aparece entre la gente.

La Octava termina siendo una oportunidad para ver a Batman combatir payasos, para refrescarse mientras el inclemente sol aumenta la temperatura a casi 30 grados, para ganar votos, pero sobre todo para sacar los demonios en medio de una de las tradiciones más viejas de Santa Clara.




Rodrigo Caballero

Periodista que se ha desempeñado en la cobertura de temas como derechos humanos, pueblos indígenas, crimen organizado, desaparición forzada, desplazamiento forzado, movimientos sociales, grupos de autodefensa, policías comunitarias y medio ambiente en los estados de Michoacán, Morelos, Guerrero, Tamaulipas y Veracruz.
Es integrante del proyecto No Están Solas de la Unidad de Investigación de Buscadoras de la Universidad de Columbia y Premio Gabriel García Márquez 2019 por su participación en la investigación “El País de las 2 mil fosas”.

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