Materia oscura: Sueño de Platón

Voltaire

Platón soñaba mucho y no se ha soñado menos después. Había soñado que la naturaleza humana era en otro tiempo doble, y que en castigo a sus culpas fue dividida en macho y hembra.

Había demostrado que sólo puede haber cinco mundos perfectos, porque sólo hay cinco cuerpos regulares en matemáticas. Su República fue uno de sus grandes sueños.

También había soñado que el dormir nace de la vigilia, y la vigilia del dormir, y que a buen seguro se pierde la vista contemplando un eclipse salvo desde un estanque de agua. En esa época los sueños daban una gran reputación.

He aquí uno de sus sueños, que no es uno de los menos interesantes. Le pareció que el gran Demiurgo, el eterno geómetra, tras poblar el espacio infinito con innumerables globos, quiso probar la ciencia de los genios que habían sido testigos de sus obras. Dio a cada uno de ellos un trocito de materia para que la dispusiesen, poco más o menos como Fidias y Zeuxis habrían dado a sus discípulos estatuas y cuadros para trabajar en ellos, si es que pueden compararse las cosas pequeñas con las grandes.

A Demogorgón le correspondió en el reparto el trozo de barro que se denomina «la Tierra»; y, tras haberlo dispuesto de la forma en que hoy vemos, pretendía haber hecho una obra maestra. Pensaba que había domeñado la envidia, y esperaba elogios incluso de sus colegas; quedó muy sorprendido cuando lo recibieron con abucheos.

Uno de ellos, muy aficionado a las bromas pesadas, le dijo: «En verdad que has trabajado bien; has separado tu mundo en dos, y has puesto un gran espacio de agua entre los dos hemisferios, a fin de que no hubiera comunicación de uno a otro. Se helarán de frío en vuestros dos polos, y se morirán de calor en vuestra línea equinoccial. Habéis creado con mucho tino grandes desiertos de arena, para que los viajeros se mueran en ellos de hambre y de sed. Me satisfacen bastante tus corderos, tus vacas y tus gallinas; pero, francamente, no estoy tan satisfecho con tus serpientes y tus arañas. Tus cebollas y tus alcachofas son cosas bonísimas; mas no veo adónde querías ir a parar cubriendo la Tierra con tantas plantas venenosas, a menos que hayas tenido el propósito de envenenar a sus habitantes. Me parece además que has formado una treintena de especies de monos, muchas más especies de perros, y sólo cuatro o cinco especies de hombres: cierto que has dado a este último animal eso que llamas “la Razón”; pero, en conciencia, esa razón es demasiado ridícula, y se acerca demasiado a la locura. Me parece además que no haces gran caso de ese animal bípedo, pues le has dado tantos enemigos y tan poca defensa; tantas enfermedades y tan pocos remedios; tantas pasiones y tan poca prudencia. En apariencia, no quieres que haya muchos animales de esos en la Tierra: porque, sin contar los peligros a que los expones, has hecho tan bien la cuenta que, un día, la viruela se llevará todos los años regularmente la décima parte de esa especie, y la hermana de esa viruela envenenará la fuente de la vida en las nueve partes restantes; y, por si no fuera suficiente, has dispuesto las cosas de tal modo que la mitad de los supervivientes se dedicará a pleitear, y la otra mitad a matarse; ellos, sin duda, te quedarán muy agradecidos, y tú habrás hecho una obra maestra».

Demogorgón se puso colorado; se daba perfecta cuenta de que en su asunto había mal moral y mal físico; pero sostenía que había mucho más bien que mal. «Criticar es muy fácil, dijo; pero ¿crees que es fácil hacer un animal que siempre sea razonable, que sea libre y que nunca abuse de su libertad? ¿Crees que, cuando uno tiene nueve o diez mil plantas para que echen renuevos, resulta fácil impedir que algunas de esas plantas no tengan cualidades nocivas? ¿Imaginas que con cierta cantidad de agua, de arena, de fango y de fuego, se puede tener mar y desierto? Acaba usted, señor burlón, de disponer el planeta de Marte; ahora veremos cómo te las has arreglado con tus dos grandes franjas, y qué hermoso efecto será el de tus noches sin luna; ahora veremos si no hay en tus gentes ni locura ni enfermedad».

En efecto, los genios examinaron Marte y arremetieron duramente contra el burlón. Tampoco fue tratado con indulgencia el grave genio que había amasado Saturno; sus colegas, los fabricantes de Júpiter, de Mercurio y de Venus, también hubieron de soportar reproches.

Se escribieron gruesos volúmenes y folletos; se dijeron frases ingeniosas; se hicieron canciones; se cometieron ridiculeces; las opiniones se agriaron; por fin el eterno Demiurgo impuso silencio a todos: «Han hecho cosas buenas y cosas malas, les dijo, porque tienen mucha inteligencia y porque son imperfectos; sus obras sólo durarán varios centenares de millones de años; luego, como estarán más instruidos, lo haréis mejor: sólo yo puedo hacer cosas perfectas e inmortales».

Esto es lo que Platón enseñaba a sus discípulos. Cuando hubo terminado de hablar, uno de ellos le dijo: «Y luego despertaste».

La tentación de San Antonio de San Antonio.

François-Marie Arouet o Voltaire (París,1694-1778).

Escritor, historiador, filósofo y abogado francés, que perteneció a la francmasonería y figura como uno de los principales representantes de la Ilustración, un período que enfatizó el poder de la razón humana y de la ciencia en detrimento de la religión. En 1746 Voltaire fue elegido miembro de la Academia francesa, en la que ocupó el asiento número 33.

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