25 Instantáneas de Felipe Lomelí o You can´t always get what you want

Héctor Alvarado Díaz

1. ¿Te preocupa el lenguaje incluyente?

Al contrario, me gusta. La maravilla del lenguaje es su fluidez, su vastedad siempre limitada: porque es imposible decirlo todo y decirlo bien. Por ejemplo, mi autorx favoritx es Nadine Gordimer y, antes de estos signos impronunciables (o con el uso de la “e” o la “i”), siempre la respuesta sonaba mocha. Si decía “mi autora favorita”, luego luego replicaban: “¿y tu autor favorito?” Y si decía “mi escritor favorito”, entonces venía el “de dónde es él”.

Por supuesto, como el lenguaje fluye, los cambios que se propongan ahorita pueden o no establecerse, popularizarse, pueden o no quedarse anquilosados en un grupo social específico, pueden también, incluso, indicar más tarde lo contrario a lo que se pretendía ahora. Y eso siempre es interesantísimo.

2. ¿Eres canijo?

Se me hace que no.

3. ¿Te adaptas o te aguantas?

Ambas. Los tres mantras del mexicano son fundamentales para encontrar la paz interior, aunque luego se me olviden y tercamente insista en que sí se puede cambiar el mundo.

4. ¿Qué es la Cooperativa Musaraña?

Fue un experimento anarcoliterario felizmente fallido.

5. ¿Escribes a mano?

A veces. Depende el tipo de texto. Lo bueno de escribir a mano es que todo queda más conciso. Lo malo es eso también.

6. ¿Qué onda con los títulos de tus libros?

Aparecen. Así nomás. Siempre empiezo con un título como idea pero nunca queda ése mismo, porque más bien es una suerte de premisa que se vería muy mal en una portada.

7. ¿Ya te sedujo el ensayo?

Desde hace mucho. Me parece uno de los géneros más sabrosos porque se puede combinar de todo. Luego, claro, si uno combina de todo entonces le dicen que sus ensayos son muy raros o muy narrativos o que tocan demasiadas ideas. Eso último es lo peor: ahora parece creerse que un ensayo literario ha de ser, por fuerza, como un artículo académico sobre la actividad de la ATPasa Na+K+, cuando justo es más agradable que un ensayo sea eso: algo que se ensaya y no un panfleto ni una demostración de un teorema.

8. ¿Te has acercado a los políticos?

Por desgracia. O ellos a mí. Supongo que tiene que ver con que uno quiere incidir en su entorno, en que el mundo sea un poco menos jodido. Pero hay que tener un estómago especial para aguantar ese medio y yo no lo tengo. Esto no quiere decir que todos los políticos sean pésimas personas, están los que no –como en cualquier medio–, pero el poder de destrucción que tienen los que sí es impresionante.

9. ¿Sufres al estar lejos?

No. Lo que no significa que uno no extrañe de repente y quiera nomás perderse por el rumbo de Icamole o echarse unos taquitos de barbacoa en La Alameda. Después de tantas mudanzas ya luego extraño un poco de (casi) todos lados, pero lo bueno es que siempre cada sitio está lleno de sorpresas que te retan y te hacen volver a plantearte muchos asuntos que según tú ya tenías bien resueltos; por ejemplo, ahora estoy fascinado con esa cosa extraña que llaman “ecological seasons”.

10. ¿Las minorías se están volviendo poderosas?

La minoría siempre ha tenido el poder (o casi) y siempre ha buscado mantenerse en el poder; pensemos por ejemplo en un caso etnoespecífico, las monarquías europeas y ese linaje que va de los millonarios de ahora a los criminales esclavistas del siglo XVII. Es, en cambio, la mayoría la que ha ido derribando, a veces, las barreras de segregación impuestas por la minoría. Una de estas barreras, tal vez de las más efectivas, es dividir y atomizar a la mayoría para hacernos creer que pertenecemos a minorías específicas y que es por eso, porque somos pocos, que padecemos un sistema de opresión. Sin embargo, el hecho de que esa minoría se sienta amenazada no significa necesariamente que su poder merme de forma significativa. A veces es sólo un periodo de ajuste mientras es capaz de cooptar las causas de la mayoría y volverlas propias.

11. ¿De dónde partes al narrar?

Depende del texto. Trato de encontrar el punto de vista que me permita decir más. La mayoría de las veces no lo logro y hay que conformarse con lo que se halle. O escribir otra cosa. Los libros que más me ha interesado escribir son los que no he escrito, los que no he podido.

12. ¿Vampirizas o eres original?

Vampirizo. La originalidad es hacerle creer a los otros que nadie más había pensado lo mismo. O ignorarlo.

13. ¿Qué te desarma y qué te encabrona?

Creo que lo mismo: la percepción de que algo ha sido injusto, el sufrimiento inducido por la crueldad o la indiferencia.

14. Libro al que siempre vuelves.

No hay uno sólo. Porque en las mudanzas muchos se van quedando. Por muchos años, por ejemplo, siempre que viajaba llevaba mi ejemplar de On the Road, porque me gustaba ser un cliché completo y me sigue gustando, pero un día lo orinó el gato de una amiga y ya era imposible traerlo en la mochila sin que se apestara todo. Otros de los libros que más me gustan resulta que tienen hartas páginas y hasta pasta dura –Diceria dell’untore, Finnegans Wake, Omeros, O livro do desassossego, los cuentos selectos de Gordimer en Life Times— de modo que no siempre los puedo llevar conmigo. Eso sí: los libros a los que siempre vuelvo son también los libros que nunca quiero terminar y nunca he terminado.

15. ¿Te involucras o tomas distancia?

Lo que me permita mi sanidad mental. Joaquín Fernández, un tipo que tuvo la alucinante idea hace muchos años de ser el primer periodista ambiental en España, me comentó una vez con mucho tino que estar siempre al tanto de las noticias ecológicas era sicológicamente insostenible. Así que lo que me importa ahora es eso. Y puedo, literalmente, no sólo tomar distancia sino desconectarme de todo eso que me importaba muchísimo, porque me parece aún peor andar de lucecita callejera y ser un orate en casa.

16. ¿Cuál es tu equipo?

El Aclas, aunque gane.

17. ¿Corriges obsesivamente?

No. Siempre hay cosas más interesantes que hacer en lugar de seguir corrigiendo. Sobre todo, cuando ya pasaron más de tres años desde que “terminaste” el libro.

18. ¿Crees en la Historia?

No. El Progreso es el dios de los ateos, su certeza. Podría ser tan válida, amorosa y terrible como cualquier religión, pero carece de ética. Más bien me parece, a diferencia de Jorge Santayana, que hay quienes estudian el pasado para repetir sus atrocidades. Y lo peor es que lo logran.

19. ¿Apareces en tus relatos?

Nomás cuando el personaje tiene que ser muy estúpido.

20. Músicos predilectos.

Aquí le venimos manejando eso que le llaman las mezclas rudas: lo mismo salto de Los Tigres del Norte a Madredeus que de Tinariwen a Colacho Mendoza.

21. ¿Qué te empujó a la escritura?

Tratar de hablar con alguien que no estaba, que no conocía pero tenía la ilusión de que existiera. Por suerte, con cada libro aparece ese alguien, siempre distinto, por eso sigo escribiendo.

22. ¿Sufres de insomnio?

Si dormir fuera deporte, andaría en las olimpíadas.

23. ¿Tomas el toro por los cuernos?

Prefiero dejarlo pastar tranquilito.

24. ¿Times Roman o Arial?

Garamond.

25. ¿Estás enamorado de alguna ciudad?

De muchas, este corazón es un aeropuerto: Maputo, Medellín, Monterrey, Siurana, Viena, Shanghái, La Paz y Comala comalita.


Luis Felipe Lomelí (Etzatlán, Jalisco, 1975).

Ingeniero físico con especialidad en biotecnología, maestro en ecología de zonas áridas con especialidad en ecofisiología vegetal y simulación matemática, doctor en historia y filosofía de la ciencia y candidato a doctor en literatura. Premio Bellas Artes «San Luis Potosí» 2001 por su primer libro de cuentos Todos santos de California. Premio Latinoamericano de Cuento «Edmundo Valadés» 2004 por El cielo de Neuquén, incluido en su segundo libro Ella sigue de viaje. Premio Nacional de Literatura «Gilberto Owen» 2017 por su libro de cuentos Perorata. Y Premio Bellas Artes de ensayo literario «Malcolm Lowry» por Estética de la penuria: El colapso de la civilización occidental entre los guaycuras. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimas novelas publicadas son Indio borrado y Okigbo vs. las transnacionales y otras historias de protesta. Se le considera el autor de uno de los cuentos más corto en español:

                 El emigrante

—¿Olvida usted algo?
—Ojalá.

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