Shh

Ernesto Hernández Doblas

I

En estos tiempos, las palabras se retuercen en las manos de obreros ciegos. Animales salvajes presuntamente domesticados: las palabras. Lirios de revueltas aguas.  Ganancia de cirqueros. Palabras de un lado a otro del mejor postor, y sin embargo, siempre rescatadas por el silencio en el último momento. O tal vez no. Las palabras y las cosas en franca rebeldía porque todo quiere encarcelarlas. 

II

Para sobrevivir, no hay nada como el silencio.

III

En el principio no era el verbo sino el silencio. Un inmenso silencio reposando sobre la faz de la nada. Un pacífico silencio de vacíos y murmullos transparentes. El verbo es dios, es decir, el homicida del silencio. Dios partió en dos las aguas e hizo del silencio un quebrado árbol de frutos sin maduración. Todo se hizo y hará por medio de la palabra, es decir, de la pocilga de la inmensidad y no de su palacio. En el principio no era el verbo sino un infinito silencio. El apocalipsis entonces, será un inmenso mercado de sonidos estallando en los oídos de dios hasta dejarlo sordo y mudo: amén.

IV

En estos tiempos, duelen tantas palabras fuera de su sitio. Hormigueros de manicomio. Y sin embargo…

V

Samuel Beckett aullaba por las noches lo que por las mañanas escribía. Las páginas que nos dejó en realidad son el paradójico testamento de un ermitaño. De alguien que por partes iguales odia expresarse o callar, pero que no tiene más remedio que guardar silencio expresándose.

VI

No hay escuelas del enmudecer.

VII

Poco después de nuestro nacimiento se nos invita, seduce y obliga para que hablemos. Se nos hace creer que una de las virtudes y herramientas mejores en sociedad es expresarnos. Hablamos, luego existimos. Entramos de lleno en la trampa de la que no saldremos más que con ese bozal oscuro y definitivo que es la muerte.

VIII

La política miente. Únicamente así es posible. Todo lo corrompe, iniciando con el lenguaje, la verdad y la honesta convivencia entre los seres.

IX

Y todos creemos que tenemos algo importante que decir.

X

En estos tiempos, la circulación virtual de las palabras facilita el adelgazamiento de su poder. No hay comunicación sino exposición de lo que antes era un modo de saber unos de otros. De lo que antes era vía de conocimiento. De lo que antes era espacio de aparición de la verdad. Ya no hay salida ni remedio. Morirá un día para siempre todo esto bajo un basurero hecho de palabras.

XI

¿Es posible el silencio?  ¿Cómo y a que precio?  ¿Cómo detener las voces y los ruidos de todo lo que existe adentro y fuera de nosotros?  ¿Podemos por lo menos elegir a qué ponemos atención y oído?  ¿Silencio es solamente ausencia de sonido o se trata de un tipo de experiencia más allá de la dicotomía entre ambas partes?  ¿Shhh?

XII

El silencio es también una pregunta. (Roberto Juarroz)

Imagen de portada: Imagen de Ernie A. Stephens en Pixabay.



Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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