Refugiarme en Qatar mientras voy al IMSS Charo

Ulises FonMadri 

Según Michelle Pètit, leer es una herramienta para enfrentar las crisis, entiendo que para reconstruirse o mejorar su resiliencia. Estoy de acuerdo con ella y no tanto porque haya hecho estudios de campo, sino porque lo aplico conmigo en diferentes situaciones, como cuando voy al hospital del IMSS por medicamento y eso me recuerda un padecimiento controlable pero que estará conmigo hasta mi último día. A veces también me acuerdo de las personas cercanas que estuvieron hospitalizadas y fallecieron en lugares semejantes.  

El asunto es que necesito medicinas especializadas y el sitio donde las obtengo es en el hospital regional 1 del IMSS Morelia, que en realidad ya está en el municipio de Charo. La verdad ya no me interesa pensar en por qué hicieron una Ciudad Salud tan lejos de la ciudad original, pero sí en buscar recursos con los cuales pueda transitar ese viaje y que no sea una experiencia negativa para mi ánimo. 

Entonces sí, una de esas estrategias es la lectura. Por supuesto que también me distraigo con el celular, pero no tengo datos infinitos para ver vídeos de YouTube y después de un rato me cansan las redes sociales. Aunque leer en el transporte tampoco es tan fácil, porque es frecuente que los vehículos se abarroten, que falte espacio y ventilación, además de que por lo general traen música estruendosa y, por si fuera poco, las unidades suelen tener movimientos bruscos debido a las irregularidades que pululan en los caminos, pues en todos lados aparecen baches y grietas -¿será por la corrupción?-.  

Y, sin embargo, lo intento. La última vez fue con un libro de la escritora Carla Pascual, que es una crónica de viaje llamada Descubrirme en Qatar y bellamente editado por Nitro Press. Llegué a él primero por un par de entrevistas y luego por la presentación del título, ocurrida a principios de año en el Café Michelena, sentí que había algo interesante ahí. Por tanto, me di oportunidad de leerlo y sí, me enganchó por varias razones.  

Ese acto de leer puede ocurrir en lugares más amigables que el transporte público. Pero ir del poniente moreliano a Charo implica una distancia larga y mucho tiempo. Entonces, ¿por qué no traer ese libro conmigo?, de todos modos, siempre traigo algún título en mi mochila. 

Imagen de Florian Wehde de Unsplash

El punto de partida es en la colonia Guadalupe. Sé que las personas acuden a Ciudad Salud por diferentes razones, que pueden ir desde una urgencia hasta una consulta, con diferentes niveles de ansiedad. En mi caso no hay tanta premura –por ahora- salgo a las 9:30 de la mañana y no importa que ruta siga, el trayecto siempre se dividirá en dos partes. 

Decido ir por el centro, lo cual implica tomar alguna combi Roja. Es un desplazamiento que toma al menos media hora debido a que los embotellamientos que ocurren en la zona que va de Tres Puentes al Monumento a Lázaro Cárdenas suelen ralentizar la marcha. Aprovecho que llevó un talismán de papel para ir de nuevo hacia Qatar, a través de lo que pudo ver Carla Pascual en su estadía en aquel país. 

En ese momento lo que pude leer fue una escena imaginada por la escritora en uno de los sitios arqueológicos de ese país, porque mientras ella vivió allá creó un proyecto para generar una página web donde se pudiera ver el patrimonio cultural histórico de ese país. Es algo que ella misma describe con estos términos: “una ventana interactiva que invitaba a salir de Doha para aventurarse en el desierto, a dejar atrás la <<modernidad>> y rastrear el pasado en los fuertes, mezquitas, casas y museos, a salir del hábito del consumo para conocer las tradiciones del país” (pags 149-150).

Y sí, resulta que Qatar es más que un desierto incandescente donde de pronto hay rascacielos con centros comerciales híper lujosos. Además, en vez de empantanarse con detalles técnicos, la escritora recurre a la imaginación, pues Carla Pascual imaginó las escenas que pudieron ocurrir en el antiguo pueblo de Al Zubarah siglos atrás, donde posiblemente unos niños escuchaban fascinados las aventuras de su padre navegante. Hasta parece un juego de espejos donde esos lejanos niños se sentaban al anochecer a escuchar cuentos, algo que en ahora me contó Carla Pascual y que logró abstraerme del tráfico matutino. 

Y bueno, a propósito del tráfico, la próxima llegada al Jardín de las Rosas me hace detener la lectura porque necesito descender de la combi, pues ahí es la ruta del segundo transporte. Es un cambión que me llevará hasta Charo, pero el que tengo que abordar es el que tiene el rótulo Hospitales y sí, tarda en pasar. 

Es una espera que no me permite hacer otra cosa, por esa ansiedad de que en cualquier momento podría aparecer la unidad. En esta ocasión fueron diecisiete minutos de espera para ser exactos y al cabo de ese rato, abordo el camión y en teoría ya tengo espacio para leer. Pero no lo hago debido a los tramos donde la calle parece una terracería, que son muchos. No leo nada hasta que la unidad alcanza la confluencia entre el periférico y el distribuidor vial de la salida a Charo. Es otra zona con tráfico pesado y es también donde la unidad se llena de pasajeros, se abarrota pues. 

Son mujeres y varones, vamos juntos en un espacio reducido, algo que tengo entendido no ocurriría en Qatar, por la división de géneros. Esta es una de las cuestiones que más atraviesan el libro, la observación de cómo interactúan ambos sexos. 

De hecho, lo que me parece más destacable de Carla Pascual es que tiene una mirada desprejuiciada, no fue con la actitud etnocéntrica que considera a los modos de organización social de México o de los países de Occidente como superiores a los del mundo árabe. Más bien busca aprender y empatizar, llevándose algunas sorpresas en el camino. De hecho, la autora pinta una situación que no es terrible para el género femenino y que incluso tiene varios beneficios para las mujeres, muchos de los cuales aún se sueñan en Michoacán. 

Seguramente esto hará que más de uno se sienta descolocada(o) a esta idea, pues la imagen difundida es que las mujeres son oprimidas en los países árabes y por tanto ¿cómo carajos puede haber beneficios? Pero si quiere saberlo, la respuesta es sencilla: lea el libro. Pero sí puedo dar unos esbozos, pues Carla Pascual observó cosas como la siguiente: 

Pocas veces había visto mujeres desenvolverse de esa manera. En occidente, la mayoría tenían un dejo de inseguridad o buscaban complacer, como si estuvieran preocupadas por lo que los demás pensaran de ellas. No era arrogancia lo que proyectaban mis alumnas, su actitud mostraba que no necesitaban la aprobación externa, eran mujeres seguras de sí mismas, incluso tenían algo más que no logré identificar (pag 70). 

Imagen de Jaanus Jagomagi de Unsplash

Hay otro detalle relevante, pues aunque la autora no lo menciona de forma abierta, se entiende que el acoso a la mujer en el espacio público es un fenómeno prácticamente inexistente en Qatar, “porque no están permitidas las caricias en público, me di cuenta de que podría disfrutar de su compañía (aquí habla de un personaje masculino con el que está teniendo una especie de cita en ese momento) y la de otros hombres sin el temor que sentí en Occidente de que buscaran contacto físico y la incomodidad que me causaba rechazarlos. Me sentí protegida y cómoda para convivir con ellos (pag 73). 

Mientras que en la lectura que pude hacer al dejar atrás el distribuidor vial, Carla Pascual se refiere a la alta participación de las mujeres musulmanas en carreras relacionadas con las ciencias y las tecnologías, “no había oposición para que se desarrollaran en estas disciplinas (pag 165)”. Además de que Carla Pascual señala que la separación de los sexos en las escuelas tiene beneficios para la equidad de géneros en ese ámbito, pues “al ser mujeres todos los estudiantes del club de robótica o de ciencias avanzadas, las demás reciben el mensaje de que pueden destacar en esas áreas” (pag 165)”

Ya no sigo en la lectura y más bien pienso en las experiencias de conocidos y amigos en las escuelas del sector público, donde había talleres como herrería “sólo” para hombres y de costura “sólo” para mujeres. Los estereotipos de género reforzados desde el estado, con consecuencias en otros niveles pues me pregunto ¿si una chica quería entrar a herrería hubiese sido bulleada?, ¿qué pasaba con los que querían entrar a costura, les tachaban de gays? 

A propósito de esto, un aspecto que no trabajó la autora pero que sí me interesa conocer, es la situación de las personas de la diversidad sexual en Qatar. Es decir ¿la división de géneros también beneficia a lesbianas y gays?, ¿pueden negociar con la familia para tener cónyuges heteros oficiales, pero relaciones sexodiversas alternativas?, ¿la geste es acosada por el estado?, más todavía ¿qué pasa con las personas trans?   

Dejo de nuevo la lectura porque al fin llego al Hospital, a eso de las 11:15 de la mañana. Casi hora y media sólo para llegar en transporte público, algo que los oriundos de CDMX dirán –algunos con cierto desdén- que es normal para ellos, pero ¿realmente es algo sano y meritorio gastar tanto tiempo en el transporte público dentro de una misma ciudad?

Ahora bien, en taxi o servicios de plataformas hay un tiempo menor de traslado, pero claro, a un mayor costo. En ese sentido, la última vez que utilicé Uber para el trayecto hogar-IMSS Charo la tarifa fue de 240 pesos; luego utilicé un taxi, cuyo chofer cobró 130 pesos. En esta ocasión, el gasto por el uso de transporte público fue de 30 pesos, 20 de ida desde casa y 10 para regresar al centro histórico, un trayecto que implica de 30 a 40 minutos dependiendo del tráfico. 

Pero antes de volver, paso a la farmacia por los medicamentos. Es un trámite sencillo. Recuerdo las primeras veces en que vi los nombres de esas sustancias y pienso en lo que experimentó Carla Pascual al tener contacto con la caligrafía árabe. Aunque claro, su experiencia fue en términos bastante más poéticos:  

Aprecié su forma, parecía un mar: palabras largas ondulantes que luego se arremolinan, otras cuyas olas rompen en un acantilado vertical, y muchas con puntos encima como gotas de brisa. También parecía un bosque de árboles largos y escuálidos con arbustos frondosos al ras del pisoy puntos abajo como semillas enterradas (pág 93)

En mi caso, me intriga pensar en cómo y quiénes acuñan esos nombres. Es decir, ¿a quiénes se les ocurren semejantes palabrejas?, están en castellano, pero no me dicen nada y casi ninguna me agrada, pues siento que suenan a otras enfermedades. Excepto una, pues tiene una fonética parecida a un encantamiento, de esos que dicen los personajes en historias de fantasía.   

Aquí romperé con esa evocación, porque ya es hora de volver. Y es que ningún viaje está completo si no hay el retorno. En ese regreso no retomé la lectura, pues preferí terminar el libro de Carla Pascual en un sitio más ameno, como el hogar. 

Pero, sí podría relacionar ese momento con este pasaje: Así era Qatar: casi todo estaba rodeado de incertidumbre, no porque no existieran métodos o mecanismos para estimar, medir y planear, sino porque los qatarís estaban acostumbrados al cambio, a fluir. Y yo, ¿podría fluir? (pág 91)

Cito lo anterior porque siento que el libro me habla sobre la necesidad de fluir, seguir en el camino, metafórica y literalmente. ¿Soy extravagante? (y si así fuera ¿qué?), no necesariamente o al menos no para Michelle Pètit, quien escribió en El arte de la lectura en tiempos de crisis, que lectoras y lectores pueden encontrar una simbolización propia en las obras, como una especie de transfiguración personal del contenido. 

Por eso dije al inicio, que estoy de acuerdo con ella, también con la postura con que Carla Pascual escribió el libro, que en esencia fue escuchar y descubrir la otredad, algo por demás agradecible en esta época de intensa polarización y descalificación mutua. 

Ulises FonMadri

Milenial tapatío de nacimiento pero moreliano por adopción.

He chambeado en medios (La Jornada, RedLab, El Sol de Morelia), en proyectos vinculados a lo educativo (Fotoviva, La Paleta de Dalí y Juguemos a Grabar), en el Festival de Música de Morelia, un poco en gobierno federal (FIRA) y una editorial cuyo nombre prefiero olvidar.

Tengo un perrito con el que camino kilómetros, plantas, me gusta escribir y dibujar pero lo mío mío es leer.

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