Confieso que estudié filosofía

Caliche Caroma

Hoy, 21 de noviembre de 2019, se celebra el día internacional de la filosofía, la novel costumbre, apenas del 2005, dice que es el tercer jueves de noviembre, este año coincidió con el nacimiento de Voltaire (1694). Según la Unesco: “La edición 2019 desea resaltar la importancia de la filosofía en los diferentes contextos regionales para obtener contribuciones regionales a los debates mundiales sobre los desafíos contemporáneos que pueden apoyar las transformaciones sociales. El propósito de este enfoque es de favorecer las dinámicas regionales que estimulan la colaboración mundial para poder responder a desafíos importantes como la migración, la radicalización, los cambios del medio ambiente o la inteligencia artificial”.

Egresé en 2010 de la Facultad de Filosofía “Samuel Ramos Magaña” de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, tres palabras como resumen: reto, encuentro y cotorreo. Reto porque me prometí a mí mismo que terminaría la carrera, lo hice, ¿y el título?, nunca prometí eso. Estudiar filosofía requiere de mucho valor, hay que enfrentarse a múltiples demonios, los textos, por verbo y gracia; leer es un desafío que exige destreza, valor y constancia. Encuentro con los autores, son tantos como diverso es el pensamiento; mitad coincidencia, mitad descubrimiento, en el tanteo de lo que existe la encuentro, la filosofía. Cotorreo, las amistades mías que están relacionadas con la filosofía son las mejores, tautología afectiva y efectiva, también en el cotorreo hay reto y encuentro, es decir, filosofía.

¿En qué trabaja un egresado de la licenciatura en filosofía? Replanteo la retórica cuestión, ¿cómo sobrevive un pasante (farsante) de filosofía en el Michoacán pospunk? De floridas maneras, como la mayoría en este estado, país, planeta, corretear la chuleta. Yo, qué feo ejemplo, escribo textos de diversos géneros, del periodismo al epitafio. Hago corrección de estilo y ortografía. A veces toco las percusiones en algunos grupos de covers bailables. Tengo una librería de usado y raro. ¿Y cuál es la relación de la filosofía con estas actividades poco lucrativas? Para contestar sin tantas vueltas, la filosofía me ha enseñado, a través de sus emisarios (textos, autores, maestros, amigos, amores, et al), a vivir y, no se acaba hasta que se acaba, aprendo poco a poco lo que es morir. En ella están las preguntas, las respuestas y los silencios.

Al igual que Montaigne, creo que los otros expresan mejor lo que intento decir: “¿Quieres dejar de pertenecer al número de los esclavos? Rompe tus cadenas y desecha de ti todo temor y todo despecho”, frase rompedora de Epicteto. Del mismo modo, el lema de la Facultad “Samuel Ramos” me sirve para describir lo que ha sido, y es, la filosofía en esta existencia que se expone: “Conocer para crear”. La lectura de textos filosóficos, sí, pero con la aplicación de los conocimientos en la vita brevis que soy, que somos, la medida de lo posible/imposible. Y tampoco es mi intención hablar de mí aeternum y de las citas que me representan, el solipsismo como introducción antes de la zancadilla de Lichtenberg: «No cesaba de buscar citas: todo lo que leía pasaba de un libro a otro sin detenerse en su cabeza».  

Ahora los vecinos de enfrente. “Morelia está lleno de filósofos”, me dijo una vez Luigi Amara, escritor que camina; anduvimos por la ciudad y nos encontramos a un montón de egresados de filos desarrollando las actividades más disímiles (había taqueros, músicos, poetas, políticos, atletas y hasta actores). Aquellos que estudiaron esta carrera, o que leen filosofía por su cuenta, tienen una forma muy peculiar de relacionarse con los otros, los filósofos en la sociedad michoacana sobresalen por su actitud, pensamiento y carisma. Levantas una piedra (de cantera) y aparece un filósofo.

Mencionaré a algunos de estas hijas e hijos de Atenea, coterráneos y contemporáneos la mayoría. Gilberto Pérez, empresario y cineasta, fue uno de los fundadores del famoso Cactux (gastrocultural). Irepan Rojas, músico de tiempo completo en grupos como Pollomingus y Orquesta Uarhipeni. Ireri Mejía, ella sí licenciada en filosofía, cantautora, multiinstrumentista. Daniela Rayón y Carlos Equihua, encargados de uno de los mejores lugares para comer en la ciudad, Mechuacan Tianguis. Iris Navarro, maestra en filosofía y parte de la Secretaría de Igualdad Sustantiva y Desarrollo de las Mujeres. Wendy Rufino, la fotógrafa por antonomasia. Yannick Castro, activista y parte de la Red Asaleas. Y si se trata de los profesionales de la filosofía, tengo que hablar de Federico Marulanda que ahora hace teatro. Otro teatrero mayor es Roberto Briceño, junto al buen Juan Velasco. Son un montón de nombres los que aquí faltan, se trata de una muestra, nada más, la pequeña prueba de que la filosofía en la sociedad se encuentra presente, activa, más allá de la academia, pero en constante contacto con ella. Gente que cuestiona, que se cuestiona así misma y lo que le rodea: “El primer paso hacia la filosofía es la incredulidad”.  

Felicidades, querida filosofía, no sólo por esta móvil fecha que aun así se agradece, sino por seguir confrontando a la voraz estulticia, parece que a veces pierdes, pero es sólo un descanso para seguir dando golpes de pensamiento: “Vivir sin filosofar es, propiamente, tener los ojos cerrados, sin tratar de abrirlos jamás”, Descartes y yo te damos las gracias por esos parpadeos, ¡que se haga la luz!  

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