Armar algunas bestias

Caliche Caroma

(texto escrito para la presentación del poemario Restos en la Feria Internacional del Libro de Morelia, 26 de septiembre de 2022)

En la dedicatoria del libro: “Estos Restos son para Caliche Caroma, que sirvan para armar algunas bestias”. Restos es un poemario de 54 páginas más colofón, ganador del Premio Iberoamericano de Poesía Joven Alejandro Aura 2019, editado por Elefanta del Sur y Secretaría de Cultura de la Ciudad de México. Con guiños y epígrafes de Jorge Luis Borges, Ramón Gómez de la Serna y Juan Rulfo. Danza macabra bajo la sombra del aguacate; llena de sangre, los fantasmas nadan en la fosa a cielo abierto y se tiran clavados mortales desde sus tumbas.

Jesús González Mendoza proviene del sísmico Coalcomán, nació en el año del levantamiento del EZLN, el asesinato de Colosio y el suicidio de Kurt Cobain: 1994. Un joven que ha caído en las garras de la escritura, promesa que lucha contra las expectativas, Jesús anda y Lázaro no se levanta, el golpe de realidad en realidad es una descarga de cuerno de chivo, curado de espanto, mezcal del que mata. De la página 29 de sus Restos: “el pueblo en el que nací es una puerta / antes de la puerta de la muerte”.

Entre la digresión y el resumen, Restos en 26 de septiembre. Un padre y su hijo se encuentran un cuerpo sobre la carretera, no se detienen, avanzan en su automóvil, ¿por qué no te paras, papá? Porque el miedo no tiene freno de mano, porque más vale pájaros precavidos que estadística criminal en periódico de la mañana, porque ese cuerpo sobre la carretera no es un cadáver, se trata de una advertencia escrita en mayúsculas: PRECAUCIÓN, ESTÁ USTED EN EL INFIERNO, NO SE LE OLVIDE.

Los “restos”, eso que queda después de la devastación, las partes que nadie quiso o nadie vio, las sobras, fragmentos del todo. Los restos mortales que fueron guardados en bolsas negras, pensativas reposan las cabezas de Pandora, Medusa y Xaratanga: “deshacerse del cuerpo no es pedir perdón”. Luego, para que la brutal imagen se desborde por las cuencas vacías, un cánido juega con las cabezas de tres pequeños felinos, tres líneas después el perro es atropellado y con las vísceras expuestas se niega a la caridad cristiana.

Presentación del libro de Jesús, sin dejar de traer a la memoria los restos que se vuelven calendario, días semi feriados, un minuto de silencio y otros 43 de griterío, mucho ruido en esta feria internacional del libro y de la propaganda política, entre el afiche y la felación, la estupefaciente programación, actividades para toda la familia, nada más léase la página 19: “guardo el cuerpo de mi madre en un cajón / todas las noches lo saco y lo pongo sobre la cama / le cuento mi día y le pido que me deje dormir con ella”.

Los poemarios son el pretexto perfecto para quemarlo todo, que arda la palabra y la boca que la pronuncia, que el fuego consuma la existencia de los que creen que la poesía se trata de efemérides y diplomas. Quemar las naves del olvido y las nalgas del presidente municipal. Perversidad y coincidencia. Supongamos que hoy es 26 de septiembre, antes del mediodía, aquí en Morelia, ciudad en donde putrefactos funcionarios llaman pus al reclamo de las madres, ¿dónde está la sangre de mi sangre, la carne de mi carne?, y que Jesús González Mendoza, con estos restos, escribiera en la página 22: “yo no sé si en realidad sientan la presencia de dios / pero sí que saben cuando alguien va directo al matadero”.

Pero esto sí pasó, Jesús sí manufacturó versos con restos, hoy sí es 26 de septiembre de 2022, lunes… que conste en actas y que se lea la transcripción de la cuarta de forros, voz de Lorena Huitrón Vázquez: “Restos habla sobre los muertos que ha dejado este país, los desaparecidos, las familias dolientes, la sordidez de lo cotidiano”.

¿Qué más le podemos pedir al escritor? Se insiste hasta la molestia en aquello de “tomar partido”, de asumirse, de ser uno con los otros, de combatir las vigas en los ojos de los críticos propios, pero para Jesús González Mendoza tanto el nacimiento como el deceso duelen igual, el desgarramiento como existencia, ser es desgarrarse: “llueven piedras y mi cabeza es un charco / he visto partos y matanzas / tengo certeza / de que ambos actos son una carnicería”. Y es posible que tenga razón.

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