Dos niños, un perrito, y los buitres volando alrededor

Beatriz Rojas 

Frecuentemente los medios de comunicación actúan como buitres ante los episodios que hieren especialmente la susceptibilidad de la audiencia. Los explotan al límite, revictimizan, hacen sufrir a los familiares y todo por unas cuantas reacciones y clics.

Los medios mendigan reacciones y clics. Engañan y matan por clics, metafóricamente. 

Hay dos ejemplos recientes de esto: por un lado, un niño que, según los medios, se suicidó porque -según los medios- “no lo dejaban escuchar a Peso Pluma” y por otro, el perrito que fue arrojado a un cazo de aceite hirviendo. 

Pero no, el niño no se suicidó porque no lo dejaban escuchar a Peso Pluma, esa es una manera de minimizar, ridiculizar y revictimizar a un menor cuya salud mental no fue atendida a tiempo o que tal vez pasaba por una enfermedad o una tristeza muy grande y de colocar en el ojo público una tragedia familiar que ahora servirá para que otros opinen, se burlen y hasta lo usen de argumento para insistir en que les desagrada el artista o el género musical. Todo por un clic.

Un suicidio no es un acto repentino y no sucede por una sola causa, enfatizan los especialistas, y tampoco es necesariamente causado por un trastorno mental.

La cobertura de prensa puede animar a una persona con depresión a buscar ayuda, dar la pauta a sus seres cercanos a percibir una señal de alerta o por el contrario, puede orillar a que este individuo tome una decisión funesta. 

“El suicidio es contagioso”, alertan los especialistas. Una clara descripción de la técnica que empleó una persona para acabar con su vida, una idealización del suicida como alguien que optó por la única salida posible, una explicación simplista o un encabezado estúpido y amarillista como “ola de suicidios” o “se multiplican los suicidios” pueden ser los detonantes. 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha emitido recomendaciones para tratar los suicidios en la prensa, la última actualización data de 2017. Entre otras cosas, el documento Prevención del suicidio: un recurso para los profesionales de los medios de comunicación enfatiza lo que NO se debe hacer: no destacar ni repetir innecesariamente noticias de suicidios, no utilizar lenguaje sensacionalista o que normalice el acto, no describir ni dar detalles del método utilizado ni de la ubicación, no usar fotos, videos o notas de despedida y no colocar la palabra “suicidio” en el encabezado. Es decir, todo lo contrario a lo que se hace.

Por cierto, ni siquiera el Ayuntamiento de Morelia cumple con estas directrices, ya que su comisionado de Seguridad difunde videos de los intentos de suicidio en los puentes, sin siquiera difuminar el rostro de las víctimas, para mostrar a sus elementos como héroes. 

¿Qué sí se debe hacer, de acuerdo con la OMS? Brindar información de cómo obtener ayuda, ofrecer datos verídicos, evitando los mitos, tener especial cuidado al informar sobre suicidios de celebridades o al entrevistar a familiares en duelo.

Países de América Latina como Argentina, Trinidad y Tobago y Uruguay han emprendido acciones para capacitar a sus periodistas para que la cobertura de los suicidios pueda ayudar a prevenirlos y a visualizar el problema, pero México… digamos que es el tercer mundo del tercer mundo (al menos en todo lo que tenga que ver con violencia).

¿Y el perrito?

Si bien se argumenta que visibilizar un crimen moviliza a las autoridades a capturar al culpable y así se ha visto en casos de feminicidio, al igual que con el perrito que se bautizó al parecer post mortem por los propios medios como “Scooby” o “Benito”, el dramatismo se lleva a un punto innecesario hasta convertirse en violencia. 

Por un lado, la revictimización del niño al que fueron a entrevistar para que describiera  cómo vio morir a su perro ¿Realmente era necesario? Ese niño ya de por sí enfrenta un trauma difícil de superar.

La entrevista corrió como pólvora por los multiplicadores de noticias (porque no es que todos los medios hayan corrido a entrevistar al niño, sino que copiaron y pegaron la entrevista que algún ocurrente reportero o jefe de información ideó, pero del plagio hablaremos otro día) y pronto las palabras del niño, así como todos los aspectos del caso, reales e imaginarios, ya inundaban las redes sociales. 

Pero eso, amigos, también es violencia. Tanto la entrevista del pobre niño como las declaraciones de algún imbécil que dijo que pagaría porque mataran al mataperros en la cárcel. Es violencia contra todos los usuarios, con toda la intención de sacudir emociones, de enojar, indignar, hacer sentir mal y en este último caso, hasta de incitar a más violencia. 

Ah, pero se escandalizan de la lírica de Peso Pluma. La prensa puede ser la principal apologeta del delito en México, y tan doble moral como sus gobernantes, su Iglesia y sus ciudadanos. 

Por cierto…

Si quien lee estas líneas o alguno de sus seres queridos teme que podría llegar a hacerse daño, estos son algunos medios a los que puede recurrir, con atención las 24 horas: 

Emergencias 911
Línea de la vida (gobierno estatal) 800 811 2000
Mensaje de texto a 55 7211 2009
Línea de la vida de la Arquidiócesis de Morelia 443 6190 855

Beatriz Rojas

Se desempeña como periodista y escribe como escritora, con formación en la facultad de Letras de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, pero opina como maestra en Políticas Públicas y doctorante en Ciencias del Desarrollo Regional, ambos por el Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales (UMSNH). Ha publicado cuento, poesía y narrativa, así como notas sobre derechos humanos, política y Congreso en algunos medios locales de cuyo nombre no quiere acordarse, y es parte del núcleo editorial de Regla de Tres.

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