El Palacio del Porno

Gerardo Pérez Escutia

Un joven heredero de un imperio mafioso que no quiere saber nada de él, solo desea hacer películas obsesionado por los filmes del expresionismo alemán, mientras vive menospreciado por su padre, un capo europeo recién establecido en Estados Unidos; una joven solitaria, enamorada de la fotografía y coleccionista de cámaras antiguas, con una vida aburrida y rutinaria pero en perpetua búsqueda de respuestas a las lagunas de su pasado; un estrambótico húngaro, dueño del “Palacio Erótico Herzog” —el más lujoso cine de su tipo en Estados Unidos— y director de películas porno; son algunos de los personajes de la inclasificable novela que recomendamos en esta semana.

Se trata de El Palacio del Porno (Ediciones Akal, 2010) de Jack O’ Connell (Worcester, Massachusetts,1959), un escritor estadounidense de difícil clasificación, se le considera autor de novela negra post punk y también de ciberpunk grunge, es un autor de culto muy aclamado por la crítica estadounidense; la novela que reseñamos, es hasta ahora la única publicada en español.

Jack O’ Connell

Sylvia y Perry son una joven pareja como tantas en Quinsigamond (ciudad ficticia, pero que puede ser cualquier ciudad posindustrial del Noreste estadounidense), Perry es un abogado ambicioso que busca escalar puestos en su prestigiado bufete y llegar a ser socio lo antes posible, Sylvia, en cambio, vive para la fotografía y para el cine, tiene montado un pequeño cuarto oscuro en el sótano del edificio donde viven, donde pasa las horas con sus viejas cámaras y revelando las fotos que toma obsesivamente en cualquier momento del día.

Perry quiere darle un buen regalo a Sylvia en su cumpleaños, y ella le pide una vieja cámara Aquinas que vio en un anuncio en el periódico de una tienda especializada, en el viejo barrio de “Bangkok”, en la zona del canal, la más peligrosa y cutre de la ciudad. Perry le pide que vaya a buscar la cámara, la revise y valore, y si la quiere se la compre.

Así comienza el descenso a un mundo desconocido para Sylvia, un viaje al lado oscuro de una ciudad poblada por seres extraños, marginados que viven en los barrios olvidados, personajes que parecen estar ahí desde siempre y que se mueven en códigos como en tiempos diferentes al resto de los habitantes de la ciudad; la búsqueda de la cámara la lleva hasta un local sucio y caótico, donde la atiende un viejo sarmentoso que parece personaje de una película de cine negro y que (ante su sorpresa) le entrega sin mayores preguntas la cámara para que la pruebe, como si quisiera deshacerse rápidamente de ella.

Ya con la cámara Sylvia se apresura a bajar a su cuarto oscuro y descubre que tiene un rollo sin revelar, la curiosidad vence sus prejuicios y revela siete fotos que la dejan perpleja, se trata de las fotos de una madre y un niño en un paisaje en ruinas de las que emana una belleza y perfección únicas, a Sylvia le asalta el recuerdo de la historia de un fotógrafo que es una leyenda, Terrence Propp, un personaje que vive en los márgenes de la realidad, de quien se cuentan muchas historias y que a ciencia cierta no se sabe si existe o es solo un mito, pero que tiene una legión de seguidores que han tejido un culto alrededor de su figura.

Estas fotos marcan el destino de Sylvia, a partir de su descubrimiento se ve envuelta en una vorágine de acontecimientos que la llevan a vivir en pocos días situaciones, experiencias extrañas y terroríficas que darán un giro radical a su monótona vida.

Al día siguiente regresa al local de venta de cámaras para pactar precio y condiciones pero se encuentra con un local abandonado y destruido, como si su dueño hubiera tenido que huir precipitadamente ante una amenaza inminente, con perplejidad y llena de dudas decide regresar a su casa, pero se topa con una manifestación de un predicador fanático religioso y sus seguidores fuera del cine Palacio Erótico Herzogante la violencia desatada, la policía llega al lugar para dispersar la manifestación, Sylvia se refugia en el interior del cine y conoce a su dueño, un individuo calvo y de acento europeo que parecía estarla esperando, se presenta como Hugo Schick productor y director de cine.

La obsesión de Sylvia por encontrar al autor de las fotos descubiertas en la antigua cámara Aquinas, se convierte en el leitmotiv de una historia que se va haciendo más compleja, de alguna manera todos los personajes que va conociendo saben algo de ella, conocen su pasado y hasta sus secretos; una joven actriz porno de deslumbrante belleza que pasa a ser la guía de Sylvia en un inframundo, le va a despertar aspectos de su vida y sentimientos que no sabía que tenía.

El autor construye una parábola oscura, en una ciudad decadente, posindustrial, donde un líder evangélico histriónico y grandilocuente asume como su obsesión y objeto de odio al cine Herzog, como símbolo apocalíptico de la lujuria y el pecado, por otro lado, Hermann Kinski, un brutal capo llegado de Europa del Este (que gusta ahorcar a sus víctimas con cuerdas de piano) también quiere apoderarse del cine por una deuda que tiene el dueño, y para que su hijo Jacob lo administre y cumpla su obsesión… hacer películas, en medio de todo, está la búsqueda del autor de las fotografías que tiene Sylvia en su poder: un autor misterioso que de una manera u otra gravita sobre los destinos de estos personajes.

Una novela oscura como pocas, el autor logra crear una atmósfera que nos lleva a un mundo que parece salido de las películas de cine negro de los años cuarenta, con personajes cínicos y fronterizos, que, sin embargo, logran ser entrañables, se las arregla para mostrarnos el choque de la hipocresía puritana que hace anatema de todo lo sexual, en un mundo hipersexualizado donde el sexo lo es todo: motivo de vida, fuente de ingresos y obsesión artística.

Por sus páginas desfilan, además, una madre que busca a su hija perdida y que llena la ciudad de carteles, una pandilla de niños de la calle que vive en una estación abandonada, y muchos más, todos con un pasado de abandono y tragedia detrás; como si fueran piezas de un puzzle, el autor va encajando historias y personajes. Como en la mejor película de misterio, nos va acercando a un final sorprendente, en donde todo confluye en… El Palacio del Porno.

Esta novela es sin duda un homenaje al cine y a las viejas salas de barrio, nos transporta a la emoción de la oscuridad de la sala, a los viejos butacones, y a los proyectores que fallaban siempre; la historia está poblada de referencias explícitas o veladas a películas y directores clásicos, en todo momento se mueve en esa atmósfera ambigua (como en una película de David Lynch), donde todo puede pasar, y donde detrás de la imagen más dulce e inocente, puede asomar la peor perversión o encarnación del mal.

Una novela inquietante, diferente, una historia desencantada, muy visual y nostálgica, totalmente recomendable.

Gerardo Pérez Escutia

Un sobreviviente a un colegio Marista y UMSNH, sus empleos han sido diversos, desde Bell Boy en una compañía de seguros, hasta “Country Manager” en una multinacional, pasando por veterinario, agente de ventas; encargado de turno en una “Comunidad Terapéutica” y microempresario. Ha vivido en Morelia, Uruapan, Culiacán, Ciudad de México y actualmente radica en Guadalajara, Jalisco.

Loading

También le venimos ofreciendo:

Danos tu opinión: