La necesidad del vórtice

Livier Fernández Topete

Para Aquelarre de hilanderas, 
por el delirio compartido

El mundo se desmorona, vemos fotografías de su derrumbe en la guerra ruso-ucraniana, en la guerra de Afganistán, en el caso de la muerte de Masha Amini en Irán, en los terremotos de alrededor de 15 países del mundo en el transcurso de este año.

La corona se cae, la reina está muerta, el puente entre modernidad y posmodernidad se ha desplomado. 

El Tower Bridge, construido a finales del siglo XIX, cruza el río Támesis cerca de la Torre de Londres (el Palacio Real y Fortaleza de su Majestad, castillo histórico situado en la ribera norte del río en el centro de la ciudad), en esta segunda torre, personalidades históricas entre los siglos XV y XVII, fueron presas y ejecutadas, entre ellas, Ana Bolena, reina consorte (decapitada el 19 de mayo de 1536), fue la segunda esposa del rey Enrique VIII, condenada erróneamente por adulterio, incesto y traición. Según la leyenda, es posible ver a Bolena, caminar alrededor de la Torre con su propia cabeza bajo el brazo. 

Las torres se yerguen para esconder contradicciones o incluso calamidades que nos mantienen cómodamente entumidos, las torres se caen para echarnos fuera de sus muros o para obligarnos a dar saltos mortales por nosotros mismos. La tierra se arquea para cimbrarnos. 

Los puentes por donde cruzamos tranquilos una y otra vez, algún día se derriban para fracturar su función comunicante, para descubrir nuestra capacidad de deconstrucción y de reconstrucción. 

La palabra “fornicar” viene del latín “fornix” (fornice) que representaba la zona abovedada de ciertas edificaciones en el antiguo Imperio Romano. El “fornix”, era el lugar situado bajo los puentes, callejones u otros edificios, donde habitualmente se encontraban las prostitutas de la época romana con sus clientes. Bajo los puentes que comunican dos puntos separados por la naturaleza o por el hombre, se encuentra clandestino: lo abierto al mundo, lo receptivo, la grieta como vasija que acoge. 

El mundo se desmorona por fuera y por dentro, nos resistimos o nos rendimos a la caída, un relámpago producido por la tempestad, cuartea el monumento de piedra que nos sostenía, quedamos destronados, fuego de la descarga eléctrica incendia nuestra casa, mas la hoguera trae consigo la incipiente luz de la conciencia, se abre la oportunidad de edificar de cero, de crear nuevos puentes comunicantes entre el afuera y el adentro, entre el arriba y el abajo, entre lo público y lo privado. 

Es posible ver a una mujer caminar alrededor del caos, con su propia cabeza bajo el brazo, dispuesta a repensarse y repensarlo todo, presta a deambular con su tercer ojo abierto, con su cuerpo hendido y su copa vacía, lista para convertirse en puente.

Es necesaria pues la energía masculina del sol como bola luminosa e incandescente y la energía femenina de la luna como diosa blanca, espejo de hielo, amante del diablo y cómplice de los locos, para integrarlo todo: torre falo que desgarra y puente convexidad que posibilita lo cóncavo para que la receptividad haga su trabajo a oscuras y en silencio.    

La Torre, diseño por thedangernoodle

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el artefacto.

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Un comentario sobre «La necesidad del vórtice»

  1. Mike Marroquin

    Un placer siempre leer lo que compartes. Gracias Livier, por darte el tiempo de escribir esto y compartirlo con el mundo.

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