La revelación

Rafa Flores Correa

Jean Francois Millet pintó «El Ángelus» en 1859. Un cuadro chiquito (65 x 55 cms.) pero grandioso. Vemos una pareja de campesinos que interrumpen sus labores en el campo para rezar el Ángelus, la oración que recuerda el saludo del ángel a la Virgen María. La luz del atardecer envuelve una llanura casi yerma. A lo lejos se ve la iglesia que anuncia las seis de la tarde con sus campanadas. El hombre y la mujer se ven a contraluz, sus caras quedan en la sombra pero su actitud refleja un profundo recogimiento. A sus pies hay una canasta con papas y más atrás vemos un tridente y una carretilla que muestra el producto de la escasa cosecha. La escena resalta el trabajo honrado y la sencillez de la vida campesina, como casi todas las pinturas de Millet. Amaba el campo; la ciudad de París le parecía tumultuosa y frívola, así que se fue a vivir a Barbizon, en el bosque de Fontainbleau para huir de «la degradación que acompaña al ciudadano inmerso en la sociedad industrial» según sus propias palabras. Ahí desarrolló un estilo directo y naturalista. Pintó obras maestras como «Las Espigadoras» o «La Niña Pastora» pero el pequeño «Ángelus» ha trascendido como la obra emblemática de Millet. Debe su fama a la belleza inefable del paisaje y a la actitud de los humildes personajes, pero también la debe a un hecho sucedido 80 años después de pintado.

Jean Francois Millet, «El Ángelus», 1859

En la década de los treinta del siglo XX, las vanguardias estaban cimbrando el mundo del arte; Salvador Dalí, uno de los jefes surrealistas, pintaba una serie de cuadros inspirados en el Ángelus, una especie de homenaje o paráfrasis de esa obra que adoraba. Que lo obsesionaba, mejor dicho. Incluso escribió un ensayo: «El mito trágico del Ángelus de Millet», donde dice que «es la obra de arte más íntimamente turbadora, la más densa que existe». Dalí estudió a fondo su composición, el color, la luz crepuscular, sus posibles significados. Para él había un misterio más allá de lo visible. No se tragaba la versión de que el cuadro representaba una simple oración cotidiana. Investigó todo lo relacionado con la pintura y su búsqueda lo llevó a entrevistarse con un descendiente de Millet, un nieto, sobrino o alguien así. Este hombre le confesó algo que la familia Millet había mantenido en secreto: originalmente, en el cesto de papas que está colocado en medio de los campesinos, antes, había en su lugar otra cosa pintada. Algo que nadie vio, solo Millet. Dalí tuvo la corazonada o la intuición de que abajo de ese pentimento estaba el verdadero significado del cuadro.

Hay que mencionar aquí un antecedente importante: los padres de Dalí tuvieron un hijo primogénito llamado Salvador, que murió a los dos años de edad por una meningitis. Al nacer el siguiente hijo (el futuro pintor) decidieron ponerle el nombre del muerto. Dalí recordaba que cuando era niño lo llevaron a visitar la tumba del hermano y frente a ella su papá le dijo: «Te llamas Salvador,como él, y eres su reencarnación». Este hecho marcó con fuerza a Dalí, que vivía cargando el fantasma del hermano con culpa y ansiedad, al grado que le ocasionaba una crisis de personalidad. Por alguna razón que el pintor catalán decía desconocer, veía una conexión de ese trauma de la infancia con el Ángelus de Millet. Algo francamente surrealista pero así lo sentía él.

(Gala mirando a Dalí en un estado de antigravitación en su obra de arte «Pop-Op-Yes-Yes-Pompier», en la que se pueden contemplar a los dos personajes angustiados de “El Ángelus” de Millet, en un estado de hibernación atávico, de pie en un cielo que puede estallar de repente en una gigantesca cruz de Malta justo en el corazón de la estación de tren de Perpiñán, donde el universo entero debe converger| Fuente: Catálogo de Dalí)

Por supuesto, quiso saber qué cosa estaba pintada debajo de la canasta de papas. Solicitó al Museo del Louvre, que en su laboratorio de restauración, sometieran el Ángelus a un examen de rayos X. Le negaron el acceso varias veces pero la necedad de Dalí pudo más, o quizá su reputación de loco genial, el caso es que hicieron el examen y finalmente el pintor pudo ver una radiografía del cuadro: en el lugar de la canasta había un pequeño ataúd con un bebé muerto. ¡Sopas! En la época de Millet estaba prohibido enterrar en los cementerios a los niños muertos sin bautizar. Entonces la pareja de campesinos no reza el Ángelus, en realidad se despiden del hijo, doblados de dolor, antes de sepultarlo en el campo.

La revelación conmocionó a Dalí. De inmediato pensó en su hermano. Aquel que nunca conoció y siempre cargó. En ese momento soltó el pesado fantasma. Dejó a su hermano bien muerto y enterrado para la eternidad. Tiempo después dijo que ese evento había limpiado su alma. ¿El arte sublimando los traumas de la infancia? No lo dudo. La pintura es sanadora.

Imagen de portada: Reminiscencia Arqueológica Del Angelus De Millet.

Rafael Flores Correa

Nació de Taximaroa, Michoacán, lugar mejor conocido como Ciudad Hidalgo, Rafael Flores Correa es un pintor y escritor que ya tiene sus añitos, pero con una juventud interior que cada día lo anima a crear más y más. Estudió la Licenciatura en Artes Visuales en la Academia de San Carlos de la UNAM, le dieron clases artistas como Alfredo Zalce, Santiago Rebolledo e Ismael Guardado. Su obra se ha expuesto en Michoacán, Querétaro, Ciudad de México, Medellín entre otros lugares.

Además, Rafa Flores, como le dicen sus amigos, ganó el Premio Estatal de las Artes Eréndira en 2021.

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