No al Kamasutra

Ernesto Hernández Doblas

El sexo vende pero también prende. Gusta pero asusta. Hoy, ciertos sectores del país están prendidos y asustados por uno de los aspectos que más encienden las alarmas en el conservadurismo.  El pánico y los excesos declarativos están a la orden del día. Se habla de comunismo, adoctrinamiento y satanismo, en un mismo arrebato paranoico que no entiende de razones ni matices. 

Durante muchos siglos, la moral cristiana enseñó a sus fieles el terror al cuerpo, en especial: al cuerpo que goza, convertido bajo esa óptica, en cuerpo del delito. Bajo la piel, siempre se halla el demonio. La carne es devil. Íncubos y Súcubos hacen de las suyas por las noches, en que virginales mujeres y varones virtuosos, intentan conciliar el sueño para recobrar energías, y no perderse ni un solo día de la vida, en este valle de lágrimas y crujir de dientes. 

Esa visión aterradora del mundo y la carne, hace lógico el absoluto rechazo -de muchas personas-, a cualquier tipo de educación sexual que no sea impartida bajo la sombra de la Cruz y sus ficciones. La única autoridad reconocida es la biblia o el representante terrenal de la divinidad que nunca se sabe lo que quiere hasta que un sacerdote, pastor o líder religioso, traduzca su incomprensible y ambiguo lenguaje. 

¿Qué tipo de conocimiento necesita quien cree que la sexualidad solo es para reproducirse dentro de la intuición familiar, heterosexual y capitalista? Ninguna, of course. Siempre es mejor que todo avance como hasta el momento: sumergido en la ignorancia y en las promesas del infierno si se transgreden las normas, ya sea el infierno bíblico, el de las enfermedades venéreas o el de las bodas que nunca cumplen la promesa de los cuentos de hadas. Del placer, el autoconocimiento y libertad, no hay porqué ni para qué hablar. 

Para quienes amamos la sexualidad, el erotismo y los placeres, nos parece lógico y necesario que dichos rubros estén liberados de cadenas. No solo eso. Consideramos que dada la importancia para la plenitud y felicidad humana, esos temas deben formar parte de la educación de los individuos, tanto en el hogar como en la escuela. Quienes dicen que hay una supuesta edad para este tipo de aprendizajes, desconocen que desde su nacimiento, el ser humano está aprendiendo de todo lo que a su alrededor ocurre. Y que con diferentes modos e intensidades, niñas y niños viven al amor y el erotismo. Mucho más en estos tiempos, donde la sexualidad está en todos lados. 

Sin embargo, ni en uno ni en otro lado –Iglesia y Estado- ha existido ningún esfuerzo real y consistente para que la sexualidad y todo lo que la rodea, esté libre del pecado de la ignorancia. En gran medida la responsable de tal circunstancia es la institución católica quien junto al Estado supuestamente laico, han hecho mancuerna para que fieles y ciudadanos estén lejos de ese conocimiento esencial para una buena, plena y digna vida.

Para las dos entidades, los individuos son meros reproductores de un modelo que sirve al sostenimiento de ambos. La sexualidad entonces es vista como medio para un fin, que no toma en cuenta el placer y el libre desarrollo de la personalidad. Lo que importa es el panóptico, las cadenas de la necesidad, la multiplicación de la mano de obra y la pobreza que siempre ayuda a la riqueza de los que mandan. 

Desde el catolicismo, se ha puesto el énfasis en una supuesta educación basada en el temor y odio al cuerpo desde conceptos como la virginidad o la exclusividad sexual. Por su lado, la poca intervención del Estado, ha consistido en ofrecer información para evitar embarazos no deseados y enfermedades non sanctas.

Así el panorama, es lógico que la polarización social ahora tenga un escenario nuevo frente a los libros de texto del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Las últimas semanas han sido de especial intensidad en cuanto a esa circunstancia. Erratas, descuido y prisas, licitaciones opacas, adoctrinamiento y la historia contada desde y a la manera de la llamada cuarta transformación, han sido los motivos por medio de los cuales la discusión agria y muchas veces sin sentido ni lógica ha ocupado el lugar del pensamiento más fino, ése que no le gusta a quien vive en palacio nacional. López Obrador cree a pie juntillas que politizar es incendiar. 

Sin embargo, las declaraciones de los bandos en cuestión, centran ahora su fuerza en la forma en que los mencionados libros abordan el tema de la sexualidad. El asunto no es menor. Desgraciadamente todo va quedando en una simple radicalización de posturas entre la supuesta izquierda y la trasnochada derecha. Unos, con la celebración de lo que consideran libertades, aunque en el fondo se sabe que más que conciencia los guía el sectarismo y el besamanos al líder. Otros, defienden la integridad, inocencia y hasta espiritualidad de niñas y niños, aunque en el fondo quieren seguir manteniendo una ideología que vive gracias a la ignorancia y la total ausencia de autocrítica. 

Desde mi punto de vista, es de celebrar en una primera instancia, que la sexualidad sea un asunto de debate público, a pesar de que en general se da en tonos y términos que impiden la verdadera reflexión. Es decir, aquella en que la diversidad de sectores entran en el diálogo con el ánimo de entender el cómo, el por qué y el para qué de un acontecimiento determinado, para posteriormente fijar una postura lo más informada y objetiva posible. 

Me parece que la sociedad en su conjunto, puede llegar a coincidir en la importancia de la educación sexual. Mucho más en tiempos en que erotismo, sexualidad y amor forman parte en tiempo real, de buena parte de los discursos imperantes, tanto vertical como horizontalmente. Las palabras, las opiniones y las diferentes formas en que los tres temas aparecen a la vista de todos hacen imposible cerrar los ojos. 

De acuerdo al encabezado del diario La Jornada del pasado lunes 28 de agosto, una de las declaraciones de los padres y madres de familia que han llevado a cabo marchas de protesta decía: “Nuestros hijos no necesitan el Kamasutra escondido”. Desproporción e ignorancia salen a la luz cuando las pasiones nublan el decir. ¿Qué habrá querido decir quien dio tal declaración? Infiero que considera que la información respecto a la sexualidad, contenida en los satanizados libros, no únicamente despertará la -presuntamente escondida- curiosidad de niñas y niños, sino que como todo instrumento del mal, les llevará a cometer actos “impuros”.

Ésa es la pesadilla que asalta a quienes prefieren que las infancias reciban este tipo de cuestiones en el hogar, dado el gran conocimiento, experiencia y capacidad que al respecto tiene madres y padres quienes toda la vida se han encargado de propiciar un ambiente de confianza y libertad por medio del cual sus hijas e hijos viven una sexualidad plena, consciente y libre. 

Por cierto, el Kamasutra es un gran libro que no se reduce a ser un recetario de posiciones sexuales sino toda una visión del erotismo, el amor, la sexualidad, las relaciones y las diversas técnicas para lograr la máxima felicidad de los individuos. ¡Ojalá los nuevos libros de texto tuvieran un Kamasutra aunque fuera escondido! 

En lo que hay que insistir es en la necesidad, más bien urgencia, de que los temas del cuerpo formen parte de la educación formal y familiar. Poner en jaque a la gordofobia. Destruir los prejuicios frente a las identidades. Atacar el machismo desde tempranas edades. Hacer conciencia del cuerpo como espacio donde la vida se despliega y los placeres nos dan la oportunidad de disfrutarla. 

En este rubro los libros de texto gratuitos deberán ser leídos con mucho detenimiento y sin adherencias ni rechazos ciegos. Aunque sea difícil, resulta imprescindible escuchar todas las voces y salir de este arrebato irracional para darle paso a la reflexión con sentido. Los tiempos nos apremian. Desde hace tiempo la realidad nos rebasó y la técnica del avestruz hoy más que nunca es la receta perfecta del desastre. 

Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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