Poesía & Rock

Ernesto Hernández Doblas 

Durante y después de cualquier tragedia, el espíritu humano se revela. Se rebela. Se hace a imagen y semejanza de lo que permanece oculto o dormido detrás de las máscaras de Lo cotidiano. La convulsión de las formas constituidas desnuda la luz y la sombra de los seres. 

La humanidad entonces se transfigura y vemos aparecer actos que pueden ir de lo sublime a lo ridículo pasando por lo terrible. No podría decirse que esas manifestaciones no están presentes de muchas formas en cualquier momento, pero durante los eventos catastróficos se exacerban, como si se abriera una caja de Pandora alimentada por un demonio y un dios locos. 

Uno de los momentos que sirven de ejemplo para esto fue cuando la mañana del jueves 19 de septiembre de 1985 la tierra se sacudió aproximadamente a veinte mil personas –según datos no oficiales- que en esos momentos llevaban a cabo sus actividades normales en la República Mexicana. 

Aquel terremoto fue un antes y un después en la vida del país. Las consecuencias, además de las vidas cortadas de tajo por el azar, fueron económicas, políticas, sociales y culturales. No hay duda de que de diversas maneras, dichas consecuencias aún se pueden ver en este siglo XXI. 

Muchas imágenes impactaron al mundo, entre ellas, las que se multiplicaron desde un principio: cientos de ciudadanos haciendo el trabajo que el gobierno de Miguel de la Madrid se tardó en hacer y que cuando lo hizo se vio más bien desordenado, a destiempo y torpe. La solidaridad y lo gregario no fueron simples palabras de adorno sino acciones concretas y en muchos casos efectivas para salvar vidas y apoyar a los caídos en desgracia. 

Dos años después de lo sucedido, un grupo de rock argentino daba a conocer en México su segundo disco llamado “Nada personal” y cuya canción “Cuando pase el temblor” lo catapultó al éxito de masas, apenas a tres años de su formación. 

La coincidencia fue trágica, intempestiva y afortunada. Se hizo inevitable el surgimiento del chiste o el comentario que no dejó indiferente a Gustavo Cerati, líder de la agrupación, ni al público de un país que desde aquel momento hizo del trío de post-punk uno de sus preferidos.  

Son varias de las interpretaciones que se han hecho de la letra de una de las composiciones más célebres del argentino pero al escucharla y dado el contexto mexicano se hizo imposible dejar de relacionarla con lo acontecido aunque el mismo compositor ha dicho que habla de un temblor más interior que visible. 

Eran tiempos de ese invento mercadotécnico que bajo el título de “Rock en tu idioma” hizo mucho dinero, dio a conocer a músicos que estaban en la marginalidad, emergentes o que no eran tan conocidos y se alejó cinco años después. Un negocio redondo que sin embargo fue la plataforma para que grupos de indiscutible valía como Soda Stereo llegaran, vieran y vencieran. 

Al igual que Saúl Hernández del grupo mexicano “Caifanes” -guardando todas las diferencias y distancias pertinentes-, la temática y forma de componer canciones del argentino pasó por varias etapas pero se singularizó por hacer un uso cada vez más concentrado y poderoso de varios recursos poéticos. 

Eso hizo que -en ambos casos-, el sentido completo de lo que expresaban no se diera de manera inmediata, por lo que los escuchas tenían que interpretar con los recursos a su alcance.  Sin embargo, he ahí la magia de la poesía y la música: la comunicación como un relámpago cruzando las sensibilidades más que al pensamiento. Según una frase del filósofo alemán Arthur Schopenhauer, “En la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad”.

Siguiendo con la comparativa, hay que agregar que la contundencia de su éxito se debió también a los excelentes músicos que contribuyeron a vestir e iluminar cada composición. Sin cada uno de los instrumentos acompañantes sería difícil entender el fenómeno de masas que ambos lograron provocar. 

Las temáticas fueron variadas tanto en Saúl Hernández como en Gustavo Cerati, pero en el caso del segundo, tuvieron que ver particularmente con el deseo de libertad, el erotismo, reflexiones existencialistas y ya en su etapa solista, abordó con especial acento lo espiritual y místico. 

Otra particularidad del argentino fue su gusto por hacer homenajes y reapropiaciones en sus letras, de forma evidente o velada, de ciertos literatos, lo cual se refleja a partir de la excelente canción llamada “Corazón delator” en donde Edgar Allan Poe asoma su perfil. 

Octavio Paz, Alejandra Pizarnik, Vicente Huidobro, Federico García Lorca, Friedrich Nietzche y Jorge Luis Borges también van entretejidos en las palabras de Cerati. Para ejemplo un botón: “Amor amarillo”, melodía del disco con el mismo nombre que hiciera como solista en 1993, todavía sin separarse del todo de Soda Stereo. 

“Cuerpos de luz corriendo en pleno cielo” lo escuchamos cantar en aquel álbum y canción mientras que en un verso del poema “Manantial”, nuestro premio Nobel de Literatura describe “Animales de luz corriendo en pleno cielo”. 

A veces introduce en sus canciones una línea de algún escritor con apenas variación. Si Friedrich Nietzsche, filósofo alemán, escribió que “Todo lo profundo ama la máscara”, Cerati dice en la tercera línea de su canción Camuflaje: “Todo lo profundo ama el disfraz”.  

Aunque el nacido en Buenos Aires el 11 de agosto de 1959 nunca se consideró poeta, muchas de sus canciones se acercan a esa cualidad y algunas de sus líneas son verdaderamente notables. Sin fuegos de artificio logra elaborar concentradas imágenes que aparecen ante los ojos del que escucha y lo llevan muchas veces a las oníricas regiones del vuelo. 

Esto lo fue logrando con el paso del tiempo y la madurez, ya que al principio sus letras tenían impacto pero sin llegar a la contundencia de años posteriores. “Cuando pase el temblor” es un recorrido por esos paisajes desolados en donde la impotencia frente a lo que la vida derrumba nos deja en la inmovilidad, esperando a que pase todo algún día.

Haciendo un panorámico recorrido, llegamos a uno de los momentos en los que las composiciones del líder de Soda Stereo muestran que el camino andado no ha sido en vano. “Corazón delator” habla de la imposibilidad de esconder nuestras emociones cuando los latidos aumentan ante la cercanía del que causa nuestro enamoramiento. 

De principio a fin nos vemos envueltos en esa atmósfera de estremecimiento ante la desnudez del alma. La fragilidad es enunciada: “Ella parece sospechar/Parece descubrir/En mi debilidad/Los vestigios de una hoguera” y entonces viene el dulce lamento cuando el vencido declara “Oh, mi corazón se vuelve delator/Traicionándome.

En ese camino ascendente llegamos al disco “Canción animal” en donde musical y líricamente logran una redondez que hace de cada una de las canciones un éxito. Una de las preferidas del público y los fans es la melancólica y sencilla “Té para 3”. Pero no se quedan atrás “Hombre al agua”, “El séptimo día”, “Entre caníbales” y la que da nombre al álbum.   

El gusto por los juegos sadomasoquistas se refleja desde un principio de “Canción animal”: Hipnotismo de un flagelo/Dulce, tan dulce/Cuero, piel y metal/Carmín y charol” y se reafirma en el tercer párrafo: Cada lagrima de hambre/El más puro néctar/Nada más dulce que el deseo en cadenas”.

Así entonces seguirían dos producciones más después de las cuales el grupo se disolvería; “Dynamo” y “Sueño Stereo”. Seis discos conforman la carrera como solista de Gustavo Cerati. Seis pulidos trabajos en donde las letras aunque en su mayoría son breves y minimalistas, cobran aún más altura y profundidad que la lograda en su anterior etapa. 

En “Pulsar” del disco llamado “Amor amarillo”, nos entrega un sentimiento de plenitud y madurez cuando dice que “En viaje hacia la redención, la luz no deja de pulsar/Creo en el amor porque nunca estoy satisfecho/Es mi salvaje corazón, que llega justo a tiempo”.

Sus composiciones son a un tiempo poemas, aforismos y sentencias que junto a una musicalidad a ratos etérea, envuelven al escucha en paisajes a la vez oníricos y terrenales. Gustavo Cerati murió un 4 de septiembre del 2014, pero dejó un legado valioso en la historia del rock en español y una forma de hacer canciones que nos muestra y hace disfrutar las posibilidades poéticas de la música.  Porque la poesía, no está solamente en los libros. 


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Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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