Soñé que todo era un festival

Caliche Caroma

Soñé que vivíamos en una sociedad en donde todo era un festival. Me desperté y me di cuenta de que enero había acabado y ni un festival tuvo lugar en Morelia, no sé si en alguno de los otros 112 municipios hubo alguno, lo ignoro por completo. Casi todos los festivales se llevan a cabo de octubre a diciembre en la capital michoacana y la mayoría van acompañados de la palabra “internacional”. ¿Fue un sueño o una premonición?

Recientemente tuve la oportunidad de entrevistar a la nueva titular de la Secretaría de Cultura de Michoacán (SECUM), Tamara Sosa Alanís, fue para el podcast que conduzco en el Sistema Michoacano de Radio y Televisión (SMRTV), allí la novel secretaria no dudó en afirmar que “los festivales seguirán como hasta ahora”, refiriéndose al apoyo que se les da por parte del gobierno estatal, que en realidad es un apoyo recíproco, pues así parece que la Secum también forma parte de la organización de los festivales. Tácitamente, Sosa Alanís dijo que no se puede entender el arte y la cultura michoacana sin los festivales. ¿Será?

En el origen de la palabra festival (festivalis, festus) nos encontramos con los días de jolgorio que los romanos le dedicaban a Saturno, una semana entera y a veces más, este festejo comenzaba el 17 de diciembre (¿coincidencia?). De carácter netamente religioso, pasó a ser un sinónimo de cultura en su tercera acepción, según la RAE: “Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc.”, esto al menos para los que organizan los festivales y las autoridades que los secundan.

Hace unos días, la página oficial del Festival Internacional de Cine de Morelia (FICM), el non plus ultra de los festivales, publicó una fotografía en sus redes sociales en donde Quentin Tarantino está sentado junto a Alejandro Ramírez (organizador del FICM) en una sala de Cinépolis, los encargados de redes acompañaron la imagen con una leyenda que decía algo más o menos así: la magia del FICM es que puedes encontrar a tu artista favorito en tu ciudad. La respuesta de un cibernauta llamado Christiano Rico es peculiar, éste dijo que no sólo había conocido a Tarantino cuando estuvo en Morelia, la interacción fue de otro nivel:

“Eso no es nada. Iba entrando a los baños del Cinépolis Centro y junto a mí estaba orinando un mastodonte de 2 metros de altura, algún turista extranjero seguramente, pensé. Cuando él terminó de hacer sus necesidades fisiológicas y lavó sus manos, se dirigió a la salida, cámaras con flash y entrevistadores no paraban de gritar: ¡Tarantino, Tarantino!, fue en ese momento cuando me di cuenta de que había compartido un momento tan íntimo con uno de los miembros más importantes de la industria cinematográfica”.

Micciones aparte, hay festivales de casi todo: mariposas, toritos, tacos (al pastor), velas, uchepos, catrinas, asado. cerveza, tamales, atoles, molcajetes, títeres, tacos (sudados), música clásica, jazz, tradicionales, huaraches, melón, enchiladas, juguetes, teatro, danza, tortas, mango, pan, literatura, poetas… bueno, sólo falta un festival de festivales con lo mejor de los festivales que se organizan en Michoacán, para luego formar parte del Festival Internacional de Festivales Internacionales, con sede en algún país europeo o Nueva York.

Pero esto no es privativo del estado en donde gobierna Alfredo Ramírez Bedolla, apodado El Soberbio, en otras partes de la república mexicana también les gusta organizar festivales y ponerles “internacional” para atraer a los cautivos turistas locales y extranjeros, verbigracia, la CDMX, capital mundial de los festivales internacionales. Por eso se habla de la derrama económica que dejó este o aquel festival, de la afluencia que tuvo, de la proyección y de la necesidad de seguir organizando dichos festivales y del reconocimiento a los organizadores de festivales, pues este país sería nada sin ellos.

Es muy posible que en Michoacán ya se esté pensando en la creación de una dependencia que se llame Secretaría de Festivales y Fiestas Internacionales (SEFEFI), en la que los organizadores de estos encuentros, cuasi patrimonio de la humanidad, puedan agilizar sus trámites de gestión y bajar los recursos locales, estatales, nacionales, internacionales e intergalácticos que requieran. Sin duda será de gran ayuda para la cultura y el arte de los michoacanos y los bolsillos de los involucrados.

A pesar de todo lo anterior, tengo algunas dudas que expongo en este último párrafo y conmino al lectorado a que me ayude a contestarlas. ¿Qué es digno de estar un festival y qué no? Si los festivales son internacionales, ¿cuál es el idioma oficial de estos? ¿Se extenderá a otros meses la organización de festivales? ¿Hay arte y cultura más allá de los festivales? ¿Cómo se mide el impacto de un festival internacional en la población? ¿Cuál es el límite de ediciones para un festival? ¿Es posible un mundo sin festivales?





Caliche Caroma

Escritor putrefacto que deja el alma en cada tecla, a veces es grasa esa alma. Ganador dos veces consecutivas del premio «Mejor dedícate a otra cosa». En su casa lo conocen como Panchito porque baila el cha cha cha. Quiere adelgazar, pero no puede.

Loading

También le venimos ofreciendo:

Danos tu opinión: