Queer is Love/Love is War

Ernesto Hernández Doblas

Tras tus pensamientos y sentimientos, hermano mío,
hay un amo poderoso, un sabio desconocido – se llama ser.
En tu cuerpo habita, tu cuerpo es él.

Friedrich Nietzsche

Hay que inventar el cuerpo que falta. Abrirse paso entre las capas que han sido im/puestas entre nuestra corporalidad y nosotros. Dinamitar la imagen que nos devuelve al espejo de la cultura. Hay que descubrir bajo la piel la hiel y la miel que manos ajenas han derramado para con/fundirnos en un mismo organismo de dolor encarcelado. Hagamos el harakiri de lo que hemos sido. 

La revolución será la de los cuerpos o no será. La estrategia: liberar lo diverso y evaporar los espejismos de la identidad. ¿Estamos preparados? ¿Hemos acumulado suficiente dosis de conciencia, pasión y delirio? ¿Qué es la identidad? Un conjunto de máscaras, la escenografía que los poderes externos le han puesto al ser, el diccionario policíaco que usamos para nombrarnos, un pretexto para no pensar.

La revolución de los cuerpos ya empezó desde hace un buen tiempo, con ganas de fecharla, podríamos decir que a partir de los años 60, pero en las últimas dos décadas ha tenido en el filósofo español Paul Beatriz Preciado a uno de sus más notables referentes.

Alumno del pensador francés Jacques Derrida y estudioso de su método deconstructivo, es también uno de quienes ha llevado a la práctica muchos de los planteamientos de Michel Foucault y Gilles Deleuze. Sus influencias son diversas ya que además de los personajes nombrados están –entre otros- Judith Butler, Donna Haraway y Teresa de Lauretis.

Paul B. Preciado -como firma sus textos desde 2015- es activista del movimiento queer, además de un convencido de la potencia creativa de reconfigurar la vida desde un cuerpo que fluye en la complejidad de sus deseos. Que los afirma y celebra. Queer es un santo decir sí a la imaginación que toma el poder del cuerpo.

Para emprender ese viaje introspectivo, individual y colectivo, ha llevado a cabo un apasionante proceso experimental que tiene que ver con dos movimientos: el análisis de las formas en que los diversos poderes inventan un cuerpo afín a sus intereses de control y el ejercicio de prácticas de reapropiación.

«Yo es otro» escribió el poeta Arthur Rimbaud; «Soy vasto, contengo multitudes» fueron las palabras de Walth Whitman; «Nosotros somos yo» es un verso del poeta michoacano Ramòn Martínez Ocaranza. ¡Zas!. 

Con esa misma conciencia de ser muchos, Paul B. Preciado escribe, actúa, piensa, polemiza y acompaña otras luchas que se relacionan con la propia. Su forma de escribir es por eso mismo un poderoso balde de agua ardiente que no deja imperturbable a sus lectores. 

Sus libros no están llenos de abstracciones o malabares sino de intensidades. Palpita en ellos la vida en combustión, es decir: cuerpo, pensamiento, pasión, inteligencia, empoderamiento y utopía. Pero también biografía, política, sexualidad, poesía, cultura y animalidad. 

Un apartamento en Urano, Crónicas del cruce, es el título de su quinto libro, publicado en 2019, un año antes de que se desatara en el mundo la pandemia del Covid-19, misma que entre otras cosas, dejó ver los modos en que los diferentes poderes mundiales hacen uso del miedo, el control y las verdades a conveniencia. 

El texto mencionado es una recopilación de las colaboraciones que su autor hizo para diversos medios de comunicación, especialmente para el diario francés Libération, en el período que va del 2010 al 2018. Aquí es donde nuevamente hay que hablar de las relaciones entre lo personal y lo colectivo. 

Paul B. Preciado llevó el nombre de Beatriz Preciado desde su niñez hasta los 45 años, época en la que pudo cambiar de género en sus documentos oficiales, poco después de haber iniciado un proceso de experimentación con testosterona y diversas estrategias de deconstrucción personal. 

Con Un apartamento en Urano, Crónicas del cruce, el pensador español y activista queer, busca compartir parte de ese proceso de transformación. Aunque los textos no hablan únicamente de su experiencia, fueron elaborados mientras la vivía. Además, las temáticas tienen relación con diferentes acontecimientos de resistencia en el mundo. 

Entre sus páginas se abordan personajes variopintos como Julián Assange, María Galindo, Pedro Lemebel, Michel Onfray, Jean Genet o Silvia Federici y se desarrollan cuestiones como la de los niños que no se identifican con el género asignado por la heteronormatividad, el derecho al trabajo sexual, el clítoris o el cambio de voz mediante dosis de testosterona.

Cada uno de los breves artículos habla de Paul B. Preciado y a la vez de todas y todos quienes en diferentes épocas y geografías han emprendido una resistencia similar. En todos los escritos se pueden hallar brújulas tanto para el pensamiento como para la acción revolucionaria.  

Se trata de una labor explosiva emprendida con honestidad, empatía y una rabia que no deja de lado la ternura y el ánimo más que de destruir de construir nuevas formas de existencia: un mundo en donde quepan todos los mundos. No porque no haga falta dinamitarlo todo sino porque la concentración está en el porvenir y en cómo darle posibilidad a la medida de los sueños. 

Varias veces se nos hace saber esto. Paul B. Preciado está pensando de manera especial en los niños y niñas trans del futuro, en aquellos y aquellas que vendrán y mostrarán la diversidad de sus deseos. Preciado quiere contribuir a que no pasen el mismo doloroso camino que a él y a muchos y muchas les ha tocado cruzar. 

Lo dice sin ambages en la parte final del apasionado texto titulado “¿Quién defiende al niño queer?”: “Lo que es preciso defender es el derecho de todo cuerpo, con independencia de su edad, de sus órganos sexuales o genitales, de sus fluidos reproductivos y de sus órganos gestantes, a la autodeterminación de género y sexual. El derecho de todo cuerpo a no ser educado exclusivamente para convertirse en fuerza de trabajo o fuerza de reproducción”. 



Imagen de portada: Edición y collage sobre la fotografía tomada en el estudio de Pierre and Gilles, rue Danton, Le Pré-Saint-Gervais, con chaqueta cruzada de terciopelo, camiseta de algodón y pantalón de paño de lana, GUCCI. Peinado y maquillaje: Simon Chossier en B-Agency.



Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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