Quetzalcóatl Lucifer

Ernesto Hernández Doblas

I

Y entonces salimos de la sombra

        De la cueva misteriosa de la sombra. Húmeda por ser mujer y virgen. De la sombra vuelta luz por el azar. En un abrir y cerrar de ojos el relámpago fue un suspiro en la boca de la eternidad. Nacía el tiempo y las máscaras del tiempo que se ponen sobre el rostro tanto el alba como la noche, tanto la vida como la muerte, tanto el dolor como el eterno goce. Y entonces, palpamos las paredes de lo Real: huesos de un ave infinita adentro de la cual navegamos -con la señal de Jonás en la santa cruz que nos cargamos-. 

                   Nos erguimos.

Fuimos verticales

E

R

E

C

T

O

S

Flechas de la sal al sol.

        Creamos las columnas del templo a imagen y semejanza de los sueños. De los huesos de los sueños. De la osamenta que danza cuando nos dormimos. Anduvimos así el mundo: experimentando con dios y con el diablo, tallando suavemente la raíz bajo los cráneos, liberando poco a poco a la oruga de su miedo. Preparando el advenimiento de las mariposas negras de la vida y de la muerte. Y entonces salimos del útero de sombra donde fuimos resguardados como una ofrenda para el dios~serpiente. Como el siempre renovado sacrificio de la vida; posibilidad abierta siempre; vuelo para todos y para ninguno.

II

(Ramón Martínez Ocaranza era hijo de sombras. Su poesía extendió su herencia con palabras y ceniza sobre la frente del silencio en una profundidad de metáforas para locos como un teatro estepario).

III

De la desobediencia nacimos.  

                                    Aleluya.

Al probar el fruto del bien y del mal rompimos la dependencia infantil con lo dado (que jamás abolirá el azar) y nos arrojamos al vértigo de una adolescencia que sin tener brújulas ni mapas prefirió obedecer a su deseo Rimbaud a su vocación Baudelaire a su destino Caín. Aventura y errancia fueron los astros que seguimos cuando seguimos en la noche a Prometeo.

        De la desobediencia surgió el color, la forma, el tiempo, la bienaventuranza, el hallazgo insólito, el bañarse dos veces en el mismo río, el amor. Pero también la inequidad, la destrucción, la soberbia, la vanidad de vanidades, el crimen, el llanto, la pérdida, la caída, lo monstruoso. De la desobediencia nació ese abismo y puente llamado libre albedrío. Fuimos paridos por la Gran Serpiente que luego nos entregó al capricho del viento.

IV

Lucifer: portador de la luz. Del fuego de la carne y la luz: carnívora. Del sol que ilumina el sendero de los seres e incendia el camino de los seres de acuerdo a golpes de azar en una misa en escena. De acuerdo a la necesidad de dar o destruir; sístole y diástole del círculo vital. Lucero del alba que abres los ojos de las cosas que tienen luz como las horas, como la sangre y como el rito cotidiano en donde se alza nuestro pensamiento humano. Bello y sabio portador de luz. La diosa del amor te rige, por eso eres estrella invencible una vez que naces de nuestro deseo y sus delirios. Hijo de la aurora: no nos desampares ni de noche ni de muertos.

V

Y entonces salimos de la sombra por la boca del terror, por el sexo de una virgen llena de gracia. Por el vientre de una ballena para desobedecer al dios bastardo que regía los infiernos del cielo en la tierra. Salimos de la sombra cuando vomitamos rezos e imágenes de la tortura. Cuando pisamos la cruz y escupimos sobre los versículos de un muerto. 

VI

Como a partir de una chispa desde nuestros inicios en la existencia tanto a nivel especie como individual, algo encendió e inquietó a nuestra volición. Niña llama que despierta al sexo. Serpiente agitándose invisible por entre nuestros centros de energía (siete veces siete) en busca de mudar de piel y así volverse sangre de nuestra sangre. (Espejo de humo dando señales entre líneas). Funesto deseo de indagar, de volvernos experimento de fuerzas que además de haber estado antes que nosotros, hicieron posible la formación de átomos, elementos y magia que representamos.

VII

Nada verdaderamente valioso existe solo con abrir los ojos. Nada tiene un orgasmo por donde pasamos sin que una cruz de ceniza descienda por nosotros. Nada cunde bajo la lluvia (flor y siendo) si en los desiertos antes o después no escuchamos la oración de los Caídos.

        Conocimiento, Sabiduría y Amor son lo más valioso a lo que puede acceder el ser humano. Pero esa posibilidad es únicamente una semilla, útero, átomo a solas antes del big bang. Sin esfuerzo, sin deseo, sin dolor, jamás celebrará su nacimiento la estrella de la mañana que nos habita pero duerme. El camino es arduo. La inmensa mayoría deja la vida no tal y como vino sino reducida considerablemente en sus más puras alas. Ni humano, ni animal; ni planta, ni mineral: amorfa podredumbre. Algunos alcanzan diferentes grados de vislumbres dependiendo de la persistencia en un sendero que también es polimorfo. Engañoso porque su diversidad finge desvíos, errancias cuando no son más que teatro de sombras en un mismo círculo  y raíz. Pocos llegan a tocar la piel del viento Ometéotl. Únicamente algunos descubren y se dan a luz a sí mismos: Quetzalcóatl/Lucifer/Prometeo dirigiendo el curso del azar donde todo lo que existe es un latido bajo el pecho del vacío.

VIII

De la desobediencia nacen los ojos que hasta aquí te han traído.

Lucifer Amén. 

Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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