Sol de Paz

Ernesto Hernández Doblas

I

Ha llegado el mes en que la luz hace público esplendor entre los días. Dios es el sol que lo ilumina todo con potente indiferencia. La reconciliación de lo viviente nos hace sus testigos a su imagen y semejanza. Seres visibles e invisibles celebran bodas que la naturaleza oficia. 

También el pensamiento y el corazón parecen aceptar este movimiento que los cubre y los excede: lo necesitan como la escuadra y el compás de lo que danza. Ojos que se quitan su venda en gratitud de máscaras que caen. Ensueños para escribir poesía.

Pero la poesía verdadera aunque se escriba, no queda por ello atada sino que sigue corriendo gozosa en los ríos de la gran madre universal. La poesía verdadera excede a la poesía de papel, pero la cubre con sus pechos de agua ardiente.

II

Leo a Octavio Paz como una forma de ritual de primavera. Sus palabras y silencios acomodan mis ojos en un racimo de luz. Respiro en sus versos como un pez en el agua. Entonces, el mundo se abre como naranja enamorada y como labios de adolescente en su primer encuentro con su cuerpo y otro cuerpo que no es el mismo pero es igual.

Sol de Octavio, flor de Paz.

III

Asombra la cantidad de temas, estrategias, técnicas, estilos y maneras que usó con talento y magia el poeta mexicano para desarrollar sus versos hasta componer una obra extensa, intensa y profunda. Estrategias. Técnicas. Estilos. Maneras de acometer el siempre elusivo arte de hacer de las palabras invocación y encantamiento.

Octavio Irineo Paz Lozano, nacido el 31 de marzo de 1914 en la Ciudad de México, llevaba en la sangre el destino de lo poético, lo que lo llevó a desarrollar también el género del ensayo en donde imagen, ritmo y concepto transformaban las ideas en bailarinas desnudas recitando salmos. Era lo suyo un pensar cantante. La musicalidad del intelecto y el corazón. 

Ese mismo impulso es el que lo llevó a multiplicar los temas que le interesaron como peces y panes para sus lectores. La pintura, la política, la historia, el erotismo, la religión y el lenguaje mismo fueron algunos de los asuntos que tomó en sus manos para dibujarlos en la hoja en blanco con delicada concentración de amante.

Yo veo en todos ellos a un mismo y repetido personaje: el ser humano. Octavio Paz amó a la humanidad y el fruto de su amor fueron sus versos, sus ensayos, sus muchas formas de rendirle homenaje y celebración escrita. 

Como un actor/autor del renacimiento, abrió los ojos a las muchas formas en que lo humano es capaz de crear belleza desde los ámbitos del arte y el pensamiento. Él mismo hizo lo propio con la contundencia de quien desea –y logra- dejar una huella en el mundo. 

IV

Por consecuencia, fue la historia otro de los aspectos que le apasionó y abordó a través de las páginas que tejen su obra. La historia personal y la colectiva. La de su tierra, su país y su mundo. La que une a todas ellas y resplandece en visiones de poeta. 

La Historia y la historia: el tiempo. Lo humano y el tiempo. Lo humano en el tiempo. Lo humano como tiempo. No únicamente con la intención de atraparlo o detener el instante sino la de sentirse partícipe de él. Fundirse. Se trata de una conciencia del tiempo y de la conciencia del tiempo que hace con ella versos y renglones. 

Cuando el poeta compone sus versos para dibujar lo ido, está realizando un acto de alta magia: lo hace aparecer una y otra vez de nuevo. No como fue, ni como debió haber sido, más bien como se le aparece por medio de esa tensión amorosa entre voluntad y dictado. Tiempo vivo el del poema. Tiempo vino: celebraciones de Dionisio.

V

«Yo no escribo para matar al tiempo
ni para revivirlo
escribo para que me viva y reviva».

VI

Leo a Octavio Paz. Es abril. Las mariposas en el estómago del sol le hacen compartir su profunda felicidad con este mundo. Resuenan las palabras de Friedrich Nietszche en su Así habló Zaratustra: “Tú gran astro! ¡Qué sería de tu felicidad si no tuvieras a aquellos a quienes iluminas!”.

Leo a Octavio Paz, uno de los más grandes escritores de México y Latinoamérica. Recorro sus versos buscando que mi lectura se corresponda con la lenta puntualidad con la que sus palabras van mostrando en el papel imágenes e ideas. La imagen del pensamiento. Un lector atento debe responder a su manera pero con gemela intención al esfuerzo de quien escribe.

Cada verso está esculpido con serenidad pero con pasión también. Por eso cala. Por eso hunde sus raíces en quien lee. Pero a condición de hacerlo de verdad. De no darse a las prisas ni al simple ir interpretando signos. No. Toda lectura de toda obra profunda requiere sosiego y ánimo tanto de monje como de amante. Eros de dios. Corazón del espíritu que nos anima. 

Es abril. Las palabras y las cosas arden; se comunican entre sí en lenguas vivas que solo entienden los que arden. Todo recomienza. Repetición y Diferencia. La palabra río es lo mismo, el agua que lo forma se disfraza de otras formas. Las tuyas. Las mías. Las del mundo.

Leo a Octavio Paz.
Este día su poesía
es para mi corazón
un florecer
de alas
y relojes.



Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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