Todo lo que queda 

Gerardo Pérez Escutia

En esta columna hablamos de novela negra, de obras que tienen como tema principal o subyacente la maldad en sus diversos matices y manifestaciones, hablamos de crímenes, de asesinos y del entorno imaginado por sus autores. Es frecuente que los escritores del género aborden el asunto de los muertos, el proceso de identificación de los cadáveres o las condiciones en que una muerte se produjo. Con mayor o menor fortuna en la medida que sus descripciones se apegan a la realidad de la ciencia forense, este aspecto de la novela negra es el motivo que nos llevó a leer y recomendar el libro de esta semana.

En esta ocasión vamos a hablar de un libro difícil de clasificar, un libro que es ensayo, autobiografía, novela de misterio, tratado científico y testimonio de algunos de los peores crímenes del siglo XX. Se trata de Todo lo que queda (Ediciones culturales Paidós, S. A. De C. V., 2021) de Sue Black (Inverness, Reino Unido, 1961).

Sue Black

Sue Black es una de las más prestigiadas anatomistas y antropólogas forenses a nivel mundial, actualmente es vicerrectora en la Universidad de Lancaster (Gran Bretaña), entre sus blasones está el haber comandado el equipo de trabajo forense en las investigaciones de los crímenes de guerra en Kosovo, y ser de las primeras en viajar a Tailandia en 2004 para ayudar a identificar a las víctimas del Tsunami. También ha recibido reconocimientos policiales por su trabajo para ayudar a asegurar condenas contra pederastas, lo que le ha valido el título de «Dama Comendadora de la Orden del Imperio Británico».

Este libro es su primera obra no académica en la que habla de su vida, del nacimiento de su vocación, de las experiencias juveniles que la llevaron a convivir con la muerte, sus primeros pasos en la ciencia forense y los hechos más impactantes que le ha tocado vivir, todo ello con el relato paralelo de sus muchos años de estudio e investigación, años que le han permitido desarrollar métodos innovadores de identificación de cadáveres que están revolucionando la ciencia forense a nivel mundial.

Sue Black es de Inverness en Escocia, donde pasó su niñez y juventud de los 12 a los 17 años, todos los sábados y vacaciones escolares trabajó como ayudante en una carnicería, de hecho se pasó esos años “con los brazos metidos hasta los codos en sangre, vísceras y huesos”, para ella fue fascinante este trabajo en el que tal vez ya estaba en ciernes su vocación forense, le encantaba la precisión “clínica” que involucraba el trabajo del carnicero, además, desarrolló una disciplina y una mística de trabajo muy propia de la “ética de trabajo presbiteriana” de sus padres.

Su primer encuentro personal con la muerte fue con el fallecimiento de su querido tío Willie, especie de patriarca bonachón de la familia, quien murió repentinamente frente a un plato de comida por un aneurisma aórtico. Como Sue ya se había enfrentado a algunos cuerpos en sus clases de anatomía, a su padre se le hizo normal encargarle de los preparativos del funeral: “ve a ver si el tío Willie está bien” fue su críptica orden y al relatar este pasaje, la autora nos brinda una sentida reflexión sobre la muerte de un ser querido, pues el tío Willie era muy diferente a esos anónimos cuerpos que veía en sus clases de Anatomía.

La muerte del tío le llevo a la reflexión sobre la muerte del ser querido, una reflexión desprovista de sentimentalismo y religiosidad, pero imbuida de un profundo respeto y sentido de la dignidad de los muertos. Nos relata con una prosa precisa y muy descriptiva la diferencia enorme qué hay entre una persona viva y un cadáver (aunque acabe de morir). Un cadáver es un “cuenco vacío” un espacio inerte, por eso a menudo los deudos no pueden reconocer un cuerpo, así su muerte sea muy reciente Un cadáver es tremendamente diferente a un vivo, por ello es tan difícil recrearlo con un actor, por muy quieto que este.

En los siguientes capítulos, la autora nos relata como fueron sus estudios y como se fue construyendo su sólido prestigio como antropóloga forense, todo su relato está plagado de referencias a la Biología, a la Genética e incluso a la Filosofía, todo relatado de manera clara, amena y con un sentido de humor muy flemático propio de su sangre escocesa.

Sue Clark nos lleva a las mesas de disección, es prolija en la descripción del proceso de la autopsia, literalmente podemos sentir el calor y el olor de las víseras en nuestras manos, todo ello descrito con una peculiar cercanía y respeto hacia los cuerpos que pasan por su mesa de disección, nos hace ver con otros ojos ese mundo “tan lejano y cercano a la vez”, nos relata de manera didáctica las fases de la muerte y los tiempos que entrañan dichas fases, nos habla de los procesos de la descomposición de los cuerpos, cuáles elementos son determinantes para identificarlos y las dificultades a las que se enfrentan los forenses derivadas del estado de conservación de los cadáveres con base en el tiempo a partir del deceso, clima, y lugar donde se encontraron.

Es particularmente dramático el relato de su experiencia como jefa de la delegación forense que se enfrentó a la amarga tarea de identificar a las víctimas de genocidio en Kosovo, lo que a la postre sirvió como prueba para enjuiciar a Slodovan Milosevic como criminal de guerra, el relato de la identificación de los cuerpos masacrados y carbonizados de familias enteras es de lo más impactante y conmovedor que he leído, sobre todo por la ausencia de ficción, es el relato de la maldad humana en toda su crudeza , de la “banalidad del mal”, como diría Hanna Arendt.

Y así, el libro discurre pletórico de pasajes impactantes donde nos habla de su trabajo con las fuerzas policiacas para identificar a víctimas de crímenes sin resolver, y a su vez nos habla de su labor como científica investigadora que logra un mejor y más eficiente método de conservación de los cuerpos, y de un innovador método de identificación de las personas por medio del entramado de arterias y venas de las manos, entramado único que funciona como huella digital, método que la autora está desarrollando con la ayuda del gobierno escocés.

Por si fuera poco , Sue Clark nos relata pasajes íntimos de su vida personal, nos habla de sus fobias y de su visión de la propia muerte, como en un confesionario, nos habla de sus temores, de sus casos no resueltos y de su legado.

La autora ha encontrado un equilibrio psíquico casi inhumano entre su condición de científica forense, y su condición de ser humano sensible, en sus descripciones nunca despersonaliza a las víctimas y a la vez demuestra una empatía y un respeto abrumadores.

Su trabajo trasciende y se adentra en la novela negra, ya que es gran lectora de este género y amiga y colaboradora de varios autores del noir , entre los cuales destaca la prestigiada novelista Val McDermid con quien han desarrollado algunos proyectos. 

Sue Clark es consultada con frecuencia por los autores del género para darle certidumbre y veracidad a sus obras.

Un libro entrañable que se lee en momentos con un nudo en la garganta, y en otros con estupor ante lo aquí escrito. Sin duda Sue Clark tiene además de sus blasones como científica y académica, un gran oficio como escritora, un libro imprescindible.

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