Engaño colorido

Ernesto Hernández Doblas

Este que ves, engaño colorido,
que, del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
*
Sor Juana Inés de la Cruz

Tanto el delirio como los espejismos parten de lo real. No se manifiestan fuera de una zona compartida con la cordura. Lo que hacen es que a partir de esa zona, crean perspectivas y percepciones mediante una subjetividad ordenada por la sombra junguiana. Delirio y espejismo son una película surrealista proyectada por la mente fuera del surco de la normalidad.

La literatura es el puente que une a la claridad con las tinieblas, a la vigilia con el sueño, al yo con sus fantasmas, sin necesidad de sobreponer ni desplazar a lo uno por lo otro. Más bien, manteniendo siempre una tensión que produce chispas para un fuego nuevo. La tensión del arco y la lira. La tensión del torero produciendo belleza en la intersección de la muerte y la vida. 

Todo lo mencionado son algunas de las características principales de la extensa obra del escritor mexicano Mario Bellatin. Nacido en la ciudad de México en 1960, es un solitario de solitarios en el panorama literario del país. Perteneciente en cierta medida a la estirpe de Salvador Elizondo, Francisco Tario y Sergio Pitol, ha forjado un camino insólito.

Con más de 30 novelas publicadas, está y no está en el mapa de las letras del presente siglo. Su existencia no es marginal pero va de lo imperceptible a lo fantasmal. Justo igual a un espejismo, juega a desdoblar las imágenes y reflejos que lo identifican tanto a él como a su narrativa. 

Su voz y presencia personal están y no están en sus textos. Es un maestro en el arte de cruzar de uno a otro lado del espejo y no quedarse finalmente en ninguno. No coagularse en una huella. No fijar sus vértigos, antes bien, surfearlos. 

Alquimista de lo ambiguo, lo equívoco y lo siniestro, hace de su pluma un abracadabra de historias que transcurren como en filme noir. Sin alarde alguno, Mario Bellatin, quien estudió teología durante dos años, ejerce la escritura como en un laberinto de infinita experimentación. Un proyecto a largo plazo de puntos suspensivos en constante movimiento.

Es transparente en cuanto al uso que hace del lenguaje sin retóricas de por medio ni juegos verbales o sintácticos. De cierto modo llega más bien a la frialdad y a lo breve tanto en la extensión de sus libros como de los párrafos. Sin embargo, cualquier cosa que se diga de su escritura, no puede evitar ser inexacto o aproximativo. 

Sus novelas plantean un constante reto a la crítica y a los lectores, aunque éstos, una vez entrando en el universo del autor, se van adecuando como la mirada en la oscuridad. Salón de belleza no tendría muchas líneas de conexión con El jardín de la señora Murakami y ambas son de distinto universo a la extraordinaria Gallinas de madera. 

Lo móvil está sobre todo en las técnicas y recursos que usa. La temporalidad no está nunca sujeta a lo lineal. Los sujetos no están siempre determinados de una vez y para siempre por una identidad. Sus historias muchas veces son circulares o en espiral, rara vez transcurren en línea recta. Multiversos inquietantes y oscuros se desplazan de una página a la otra, de un libro a otro, de los textos a las palabras del autor para hablar de ellos. 

Dentro de las temáticas que se abordan, de manera especial se encuentran la de los cuerpos anómalos, enfermos o entregados a diversas prácticas que desorganizan sus funciones normales. Cuerpo sin órganos, ya sea mediante el masoquismo o en extraños rituales, en la deformación de un miembro o en extrañas enfermedades que atacan al organismo sin vencerlo e incluso en estados alterados de conciencia.

El cuerpo y sus singularidades atraviesan cada uno de los libros de un autor que además gusta de jugar con lo verosímil, lo autobiográfico y el constante entrecruzamiento entre ficción y realidad. Juego de sombras chinescas en la hoja en blanco. No es dato menor el hecho de que Mario Bellatin naciera sin el brazo derecho. 

Ése aspecto es uno de tantos con los que su obra se relaciona de formas ambiguas en ocasiones y autobiográficas en otras. Él mismo se ha encargado de ir dejando huellas al respecto en sus textos y en las entrevistas que ofrece, sin embargos sus huellas no son una calca sino juego de espejos: espejismos y delirios.  

Al modo de Jorge Luis Borges, coloca su nombre propio en varias de sus novelas con la intención aparente de plantear una auto ficción. Para completar los elementos identificables por el lector, mezcla nombres de otros escritores o personas conocidas junto a hechos que en cierta medida sí pasaron.

¿Qué busca o pretende Mario Bellatin al usar ese tipo de referencias junto a una narrativa sumergida en lo inusual? Hackear el sentido de lo real pero también de lo que supuestamente sería su contrario. Su literatura es esa Otra zona que no es ni ésta ni aquella pero que juega con ambas como un mago y a la vez un sabio arquitecto.

Paradójicamente, el autor de Retrato de Mussolini con familia, Jacobo reloaded y El libro uruguayo de los muertos -entre otras novelas-, busca desaparecer como autor para lo cual inserta en su obra aspectos personales que envuelve en la bruma de lo ambiguo. También busca desaparecer como un yo, como una identidad fija o conocible. 

Una de las particularidades inquietantes de Bellatin, como autor y como persona, es que ha venido haciendo un trabajo consciente y a consciencia para irse borrando tanto de la escritura como de la vida real. Es decir, hacer de su figura pública la de un personaje más de sus ficciones. La muerte del autor celebra aquí sus carnavales. 

A través de sus entrevistas, conferencias y demás presentaciones, va dejando al igual que en sus textos, huellas equívocas, anécdotas ambiguas, una imagen de sí mismo que navega entre la realidad y la ficción. Lo críptico como una de las estrategias de seducción escritural. 

Todo lo antes mencionado hace que su obra esté completamente abierta a las interpretaciones, a las múltiples lecturas que no pueden agotarla. Sin embargo, hay por supuesto algunas brújulas y retornos temáticos que permiten a la vez reconocer en medio de su nocturnidad, ciertos elementos de una luminosidad que sin dejar de ser engaño colorido, permiten transitar por y con él.

Así entonces, tanto sus críticos como quienes lo leemos, podemos reconocer cuestiones como la enfermedad, la deformación, lo siniestro, la reflexión alrededor de la escritura misma y las instituciones que oprimen al individuo como la familia. 

El lector de Bellatin debe aceptar no únicamente no ser llevado de la mano a través de las narrativa propuesta sino además atreverse e incluso disfrutar con permanecer dentro de ciertos espacios que van de la indefinición a un mundo a lo Lewis Caroll, pasando por una especie de viaje de LSD en donde toda frontera, forma y certeza han sido eliminadas. 

La obra de este autor es un delirio cuidadosamente construido. Justo igual que la realidad, ése acostumbrado espejismo en el que diariamente nos sumergimos con los ojos cerrados. Mario Bellatin, es el autor costumbrista de lo insólito. 

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