Todos somos poetas: Jorge Díaz de la Cruz

Caliche Caroma

El 3 de mayo de 2023 se presentó el poemario de Jorge Díaz de la Cruz que lleva por título Residencia del Ser, libro de casi 100 páginas bajo el sello Ediciones de Autor. Miguel Carmona, artista multifacético, me hizo la invitación para participar en dicha presentación junto a Raúl Casamadrid, Salomón Villaseñor y el autor. La sede fue Allende 637, centro cultural ubicado en la dirección que marca el mismo nombre del lugar, en el corazón de la ciudad de Morelia. Comenzó puntal, a las 18:00 horas, lo que se agradece en un país donde la impuntualidad es regla.  

Miguel Carmona hizo las presentaciones generales: la de la editorial, la de los presentadores y la del autor (además hizo apuntes varios y mostró su descontentó por un cambio que Jorge Díaz de la Cruz hizo en para la versión final del poemario, verso libre en lugar de soneto). Hubo blues con Trebor Villa, tocó un par de rolas de Bob Dylan y otras dos de su ronco pecho. El público adquirió sus ejemplares firmados por Jorge Díaz de la Cruz, alrededor de 40 personas se dieron cita en Allende 637. Al final se brindó con mezcal de Etúcuaro.

Comparto aquí el texto que leí ese 3 de mayo que ya quedó en el ayer, la intención es que el lector se interese por la poesía de Jorge, estoy en el entendido de que todavía hay ejemplares de Residencia del Ser, así que ojalá estos párrafos cumplan su cometido. Los entrecomillados son fragmentos de los poemas de Díaz de la Cruz.

La poesía es mi religión interior: Digresiones sobre Residencia del Ser de Jorge Díaz de la (santa) Cruz

El templo es grande, enorme, a un pelo de ser infinito, hay retratos de santos santísimos: Giordano Bruno, Bachelard, Sócrates, Wittgenstein… Feyerabend. El templo es el corazón del poeta Jorge Díaz de la Cruz. Y el poeta, Zaratustra en traje de baño, baja a la playa para bañarse en las aguas saladas de la creación y allí encuentra a desconocidos bañistas y él les grita: ¡Todos somos poetas! Pero aquellos lo ignoran y siguen jugando a perseguir las olas. Y el poeta ve en esto una enseñanza, una clase magistral de Mundo, un encuentro del que brotan, cual volcanes de océano estas palabras: “Todos somos poetas / Todos visionarios / Malditos y locos desalmados (¿dónde quedó esta alma dolorida”).  

¿Dónde reside el ser? En los panteones, en los recuerdos, en el campo santo de la memoria: “Sitio de lápidas que marcan el terruño”. Residencia del Ser abre el poemario de 92 páginas marcadas, Ediciones de Autor, concepto editorial e imagen interior de Miguel Carmona, enero de 2023. El ser también se encuentra en estos datos bibliográficos. Todo es, y todo dejará de ser, incluso el índice: Residencia del Ser; Vestigio Marítimo; Profesión de lo Sensible; Poemas de nadie; Feyerabend y yo; Estación Delfos; Habitus Animalia; Poemas perdidos.

Jorge Díaz de la Cruz no puede evitar sentir demasiado, como corresponde a los poetas, hipersensibilidad que palpita ante la primera mirada, su piel es toda carne viva y él le echa sal a la herida que somos. Humanidad toda llena de ojos que escribe entre parpadeos, se frota los glóbulos oculares cubiertos de carne y aparecen figuras cargadas de sentido: “Yo soy otro que dice lo indecible / Yo soy otro sin más / Breve repaso / De todos los fantasmas / Que miramos”.

Miguel de la Montaña apoyado en los hombros de los gigantes y de los enanos, diciendo lo que dicen los otros y haciendo la paráfrasis de un hola que es adiós. Filosofía y poesía, poesía y filosofía, ¿cuáles son límites, las fronteras? ¿Quiénes son los ilegales y quiénes los de migración? Porque ya lo dijo el filósofo que murió en un terrible accidente automovilístico: la verdadera pregunta filosófica versa sobre el sentido de la existencia, ¿vale la pena seguir viviendo o mejor me cortó las venas con galletas de animalitos, filosas y oxidadas? Jorge Díaz de la Cruz conversa con muertos, esto quiere decir que nos habla a todos desde las voces que lo habitan: “Las artes / La poesía / Lo innombrable / ¿De los griegos legado? / Me desdigo: / Permea todo / Pensamiento arcaico”.

“Solo la poética nos permite habitar”, escribe Jorge Díaz de la Cruz, y hay que creerle, dar ese paso en la cuerda floja de la trascendencia, en los márgenes de la tradición escribir “no me devoren gusanos, todavía no”. Pero el poeta tiene respuesta para casi todo en este poemario que lleva por nombre Residencia del Ser: “Aquí yace fulano / Para la posteridad”. Y los amigos y enemigos salen de sus tumbas para que el poemario sea: “No, no es nada sencillo / resurgir de las brasas aún / crepitantes”.

Este poemario, libro de poemas elaborado en los talleres del recién fallecido Urso, trata de la vida que se trata a sí misma, la vida que le grita a la existencia: ¡No me quiero ir, señor Dasein! Y ese yo disfrazado de nosotros, junto con los grillos, considera que: “¡criiiic, criiiic!”. ¿Cuándo estamos realmente preparados para morir? Desde el vientre de la madre, el nacimiento es ya nuestra tumba: “¿Dónde comienza ese allá tan acá / del para siempre?”.

Y luego viene todo eso de que la escritura es como el mar, con sus playas y sus abismos, con sus turistas y los náufragos aferrados a la última línea de un poema: “Un fugaz parpadear ya sin aliento”. Casi todo es agua salada y la sed que somos no cesa, incluso en los sueños queremos beber el dulce líquido que se nos niega, la frustración es tal que despertamos deshidratados y corremos a la hoja en blanco para escribir la palabra lluvia y la palabra río. Jorge Díaz de la Cruz entiende que no es suficiente beber, hay que saber tener sed: “También sirve nombrar lo que aparece / Pues nombrar es navegar / en hondo mar”.

La escritura acorta las distancias, nos pone de frente con el haber sido y nos transporta al porvenir. Residencia del Ser es un instante en los desiertos de los relojes, su lectura no es recomendable para los muertos, ¿a ellos qué les importa lo que el poeta diga? Este libro es para nosotros, los moribundos, los que saludamos a César y a Dios les decimos hasta pronto; este poemario arde, quema, está escrito con fuego, en sus hojas hay fogatas y el lector deberá prepararse para el abraso. Pero también hay tierra y hay aire. Tierra en las tumbas de los que se nombran, pero también tierra en el alimento que nos permite seguir leyendo, la palabra florece, se marchita y vuelve a ser tierra. Aire que respiramos y aire que añora el que está enterrado, un viento que empuja a la nube y la hace chocar contra otra nube. El poeta mira todo esto y vibra mientras escribe, la mano le tiembla, suda, se estremece el templo, los retratos caen, el corazón palpita. ¿Dónde vive el ser, dónde reside? “Nos hemos ido al para siempre / Al nunca jamás”. 



Caliche Caroma

Escritor putrefacto que deja el alma en cada tecla, a veces es grasa esa alma. Ganador dos veces consecutivas del premio «Mejor dedícate a otra cosa». En su casa lo conocen como Panchito porque baila el cha cha cha. Quiere adelgazar, pero no puede.

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