Un hermoso lugar para morir

Horacio Cano Camacho

La novela negra es un género en plena expansión, poco a poco se va distribuyendo por todo el mundo y África no es la excepción, de hecho, es una zona que está sorprendiendo a todos. No lo es simplemente por la riqueza de autores, o que estos se plieguen al canon: Es literatura que busca recrear la realidad muy diversa de ese continente, que no es precisamente apacible.

El día de hoy les presento a Malla Nunn, una autora “mestiza”, nacida en Swazilandia, en el sur de África, hoy conocida oficialmente como Reino de Eswatini. Malla es hija de madre blanca y padre nativo y esto lo señalo porque influye mucho en su manera de escribir y refleja una realidad muy particular. En esos lugares, hasta hace muy poco, ser mestizo, negro, indio  o blanco, definía tu destino y la literatura de malla Nunn lo refleja claramente.

Malla Nunn

Un hermoso lugar para morir (Siruela, 2014), es el primero de sus libros, que desde el inicio se alzó con mucho éxito, fue acreedor, entre otros, al Premio American Library Association 2010 al mejor libro de misterio. En este nos presenta al detective Emmanuel Cooper, blanco, de ancestros británicos e inspector de la Policía Judicial de Johannesburgo. Sus historias se sitúan en la Sudáfrica de los años 50´s con la llegada al poder del Partido Nacional, de blancos, afrikáneres o bóers, quienes impusieron las monstruosas leyes del apartheid

El detective Emmanuel Cooper es enviado a Jacob´s Rest, un poblado en la frontera de Sudáfrica y Mozambique para investigar un “posible” homicidio, luego de que en la central policíaca de “Jo´burgo” se recibiera la extraña llamada de una niña, que a retazos habla de un muerto encontrado en el río.

Inmediatamente al llegar, Cooper se enfrenta ya a la segregación, aunque para su fortuna, el trabajo de la policía judicial era uno de los pocos que no estaban sujetos a la normativa que prohibía todo contacto entre las distintas “razas”. Aquí conoce a un policía zulú-shangaan, Shabalala, quien se convertirá en su principal ayuda, indispensable cuando descubra que el muerto es un hombre blanco y para mal, se trata de Willem Pretorius, comisario de policía de la pequeña localidad.

La muerte de un hombre blanco es todo un suceso en este país y en esta época y el que se trate de un hombre de la ley, descendiente directo de los holandeses de la Gran Marcha, auténtico bóer, quien tenía a “Dios de su lado”, complica aún más el caso. Cooper se enfrentará entonces a la familia del comisario, miembros de la Iglesia Reformada Holandesa, fundamentalistas religiosos, convencidos de ser puros y elegidos por Dios y dueños de buena parte del pueblo, y eso atraerá la atención del Departamento de Seguridad del Partido Nacional, auténticos émulos de los nazis.

Cooper busca un médico para realizar la autopsia y al no encontrarlo, recurre a un judio, médico sobreviviente de los campos de concentración, el viejo judio Zweigman, quien no puede tocar al muerto por prohibición expresa de sus hijos, lo que vuelve a remontarnos a otros que se sentían el pueblo elegido. Zweigman determina más o menos la hora de la muerte y la causa: dos certeros disparos, uno en la cabeza y otro en la espalda, algo posible a manos de un experto, pero muy lejos de las capacidades de las comunidades nativas…

Pretorius fue asesinado junto al río que hace frontera con Mozambique y eso plantea una hipótesis muy sencilla: El comisario vio algo que no debería en una zona testa de contrabandistas y traficantes. Lo sorprendieron y lo eliminaron como testigo, pero…

Hay muchas cosas que comienzan a agitar el caso, comenzando por la extraña familia del comisario, las relaciones de poder en el pueblo y la propia fama pública del policía asesinado. Pretorius es, en apariencia, un hombre querido por todos, respetado por los otros afrikanérs y conocido por su probidad moral. Pero Cooper, con la ayuda de Shabalala ira encontrando un vida doble, en la cual descubre enseguida que la conducta del comisario no era tan intachable como creía su familia. Y se encontrará con todo un panorama de corrupción, pornografía y un complejo entramado de relaciones interraciales.

Una historia magnífica, muy bien contada, con guiños frecuentes a la historia de Sudáfrica que nos van mostrando las caras B, C, D, de ese país. También nos muestra la cotidianeidad de ese sistema ignominioso del Apartheid, para que no lo olvidemos. Muy recomendable.



Horacio Cano Camacho

Profesor-Investigador de la UMSNH. Jefe del Departamento de Comunicación de la Ciencia y editor de la revista Saber Más. Le encanta leer casi todos los géneros, excepto de superación personal, coyuntura política y filosofía para triunfadores y buscadores del éxito. Le fascina la novela policiaca, de misterio y la novela negra, intenta sacar a varios del closet de la literatura del buen gusto. La novela negra dice le gusta porque allí los buenos suelen ganar…

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