Amor de hombre

Ernesto Hernández Doblas

Si nada es nuestro
¿por qué ser libres nos mutila? 
Solar

El amor, en cualquiera de sus máscaras, causa desvelo en el corazón de la vida, porque la representa e impulsa. Batalla de contrarios para dar a luz lo que muriendo intensifica lo vivo. Porque amor que no muere, mata, porque amores que matan nunca muere, dice Sabina.

Uno de los conflictos del amar se da cuando encasillamos nuestras ideas al respecto y le ponemos márgenes de vuelo estrecho. Normalizamos lo que tiene vocación de caos. Ponemos etiquetas o nombres a lo que exige de nosotros silencio, un lenguaje nuevo o un gemir. 

Si no entendemos que la vida es libertad, pasión y diversidad, entonces hacemos de ella un simulacro al servicio de lo zombie. Por fortuna existen poetas y libros que nos muestran colores del arcoíris que forman parte de lo humano: que dignifican lo humano al dibujar su proteica cualidad.

Puto amor, del joven escritor Emmanuelle Brío, es uno de esos poemarios que nos devuelven la fe en la poesía y sus poderes. Ya nos lanza un anzuelo desde su título, arrebatado y puntual, certero y adecuado para sugerir la temática y un poco el tono que habremos de encontrar entre las páginas de este libro publicado en el 2021.

El nombre del poemario es a la vez en son de reclamo para el amor que nos hace ver nuestra suerte y seña de identidad del tipo de amar al que Emmanuel Brío le ha escrito versos de factura pulida, embrujado ritmo e imágenes en donde se goza y reflexiona quien lee. 

Se trata del primer trabajo de un joven nacido en la Ciudad de México en 1984 pero radicado en Morelia desde hace ocho años y quien se dio el tiempo y la calma para dar la mejor afinación a su palabrear. Para que los poemas no fueran arrancados del árbol del bien y del mal antes de tiempo ni con la mera ansiedad de figurar como hacen tantos y tantas. 

El texto está dividido en dos secciones que acomodan los versos entre aquellos que están escritos desde una mirada dirigida a lo colectivo -con algunos momentos de la infancia del autor- y los que son primordialmente enmarcados desde lo individual respectivamente: «Mandíbula» y «Puto amor».

La unidad temática del libro plantea su eje en las relaciones de sexualidad, erotismo y amor homosexual. A veces grito, susurro intimista otras, blasfemia, obscenidad gozosa y declaración de principios las demás. Aquí se habla de ese tipo de amor que temía decir su nombre porque le significaba el rechazo, la violencia e incluso la muerte. 

Que mejor puente y brújula que la poesía tiene la diversidad como aliada. Ella que es caldo de cultivo para las voces que en el mundo buscan sitio. A pesar de los avances y acontecimientos revolucionarios, aún faltan muchas auroras por lucir y muchos discursos literarios por abrirse a lo que antes fue un estigma. A lo que aún se guarda en el clóset, bajo la alfombra o en la triste clandestinidad de lo prohibido.

¡No se diga en Morelia, cuya moralina todavía hiede a pesar del siglo XXI! Por eso es motivo de celebración un libro arcoiris que da la cara por el amor de hombre a hombre. En su primer apartado, la mayoría de los textos denuncian la violencia cuyo nacimiento es la homofobia pero también otras ejercidas contra grupos vulnerables. La violencia no distingue. La injusticia es compartida. El amor es rebeldía. 

El homosexual asesinado comparte mitin de rabia sin olvido ni perdón con el indígena, el campesino y la mujer. En Los niños de Iguala el dolor y el reclamo por su homicidio concluyen con una invitación/invocación a nombrarlos para no dejar su muerte en vano ni su resistencia en el vacío.

Otro texto nos recuerda la masacre en Aguas Blancas, Guerrero, un  28 de junio de 1995 en que 17 campesinos recibieron una emboscada en la que fueron asesinados mientras se dirigían a Coyuca de Benítez  con el propósito de pedir el cumplimiento de las promesas de ayuda para los cultivadores de café. 

“La policía decora con armas los cuerpos/como si fueran cempaxúchitl/. Nadie se cuestionará las flores/que fueron reemplazadas esa tarde”. Y entonces aparece dios entre poemas de tumbas y dolor. 

Dios, la imagen de la perfección a partir de la cual los seres humanos crearon diversos métodos de tortura y control. Dios, el que condena con celo la sodomía porque dicho acto desprecia su castigo y su mandato: creced y reproducíos

Esa deidad que habla en primera persona en los versos de Emnanuelle Brío: «Forjé hombres/les di sueños y conciencia/los condené a rodar en el viento y dormí».

Un mundo en donde dios está dormido es un jardín entregado al mal. Entonces, solo resta vivir con dignidad y resistencia para «irrumpir en pleno duelo/arrastrarme en los peñascos/desollar al infame con mis labios/y llevar el enjambre de mi boca/a los ojos altivos de otros hombres».

Abre sus puertas el segundo apartado cuyo título es el mismo del poemario y se abren de par en par los goces del amor homosexual que habla en voz alta y mirando de frente. Amor que es erotismo, afecto, sexualidad y prácticas del goce en general. 

Y una vez más descubrimos el poder de la poesía para iluminar las imágenes de la memoria, mucho más cuando se trata del amor y el erotismo: esos dos rostros de lo que se sueña eterno. Y una vez más celebramos que la poesía sea el espejo que nada evade, que todo puede reflejar, que devuelve a los mortales su cualidad de irrepetibles ríos. 

Irrepetibles, por lo tanto se sabe que “El tiempo/grabará en nuestra piel vestigios/que nos harán irreconocibles en retratos”. Pero la escritura está en pie de lucha, dibujando en el humo retratos de eso que parece hacer irreconocible a las cosas del mundo. 

Por eso este poemario: caja musical de los vestigios de una hoguera. Por eso este nombrar, porque “como si fueras real/eres todos los hombres/pero todos los hombres no son tú”. ¿Cómo van  a ser tú si el amor ilumina con potente luz a nuestro ser amado? Como si un sol de mediodía fuera el sombrero de lo que amamos. 

Y ahí sigue Emmanuel Brío, indagando en las imágenes del corazón y en los vértigos del pensamiento para mirar de frente los furores del primero hasta dar con pequeños astros de intuición que lo hacen escribir un poema exacto, puntual y redondo como “Geometría de la ilusión”. 

“El amor es una puerta” a la que los amorosos llaman, umbral frente al que ofrecen sus ofrendas como niños que cierran los ojos para que las bisagras del milagro cedan su movilidad hasta que por fin “atraviesas por la puerta/y nada”. ¡Ay el amor, ése juego de espejos y laberintos que nunca cumple lo que ha prometido! Tal vez por eso es precisamente que nos hace una y otra vez ir tras él como carnadas de su sed. 

A veces odiamos al amor. A veces nos vencemos y juramos no mirar de nuevo sus resplandores de hipnotista. A veces besamos con rabia el espejo que solo a nosotros nos refleja con tal de no dejar entrar intrusos al sitio en donde todo duele y al mismo tiempo nos consuela. 

Pero lo sabemos: es misión imposible. Lo sabemos al recordar cómo todo es nuevo y luminoso en esas sendas. “Digo te amo/y cada mañana significa algo distinto”. Salvaje actor. Dionisos de rostro en movimiento. Amar es convertirlo todo en arte.  

Más adelante, en la sección mencionada, aparecen algunos poemas en donde no está presente el amor en primer plano sino el erotismo y la sexualidad que se nombran sin temor, en un acto de libertad y naturalidad. Es el deseo sin necesidad de normas o disfraces, 

Aparecen formas clásicas, la rima, el ritmo, la medida. “El muchacho en mi boca/tiene un sabor a cloro que me vence/lastima como roca/es un cardo furioso que florece/con la ausencia tajante de su vida/y la tierra que mana de mi herida. Luego, se regresa al verso libre que libera y enciende las metáforas al interior de un beso negro. 

“Puto amor” es un trabajo que se disfruta, un libro que bien se puede enarbolar como bandera, puño en alto y fiesta de la desnudez. Se lee con gusto y al terminarlo, las ganas de una segunda y tercera vez se hacen presentes como muestras de la seducción que ha ejercido. 

En ocasiones, la variedad de estilos y búsqueda experimental de algunos textos, hacen que no sea un libro pleno de unidad. Pero a la vez, esa característica despierta la esperanza en próximos esfuerzos creativos en donde se indaguen líneas como la abierta en el último poema titulado “Sueño contigo Rey del glam” o en el texto juguetón “El rosario”.  



Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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