Baba de diablo

Ernesto Hernández Doblas

Leopoldo María Panero no quiere hablar. Su plumaje no es de esos. Dice un rotundo No al juego de la babel, unificada por un lenguaje que oculta la realidad de sus desiertos. Su primera luz la vio en Madrid el 16 de junio de 1948. A partir de ahí: sus primeros balbuceos. Luego, su lucha desde el lenguaje contra el lenguaje. Artaudiana lucha. Becketiana. Lucha Dada. 

Cuando el mundo de la poesía cree que no hay malditos a la vista, salta el sapo desde su infierno para croar vocales malditas y maldecir a los que creen que la poesía es una fiesta de domingo después de ir a misa y santiguarse frente a los altares de las sagradas vacas y los embalsamados cánones de pompa y artificio. 

Adicto a la heroína y a la poesía y a los infiernos de la psiquiatría. Integrante de una familia de serpientes y escaleras. Traductor, ensayista, narrador pero sobre todo dios y diablo de su mundo propio. Su interés era contrastar la belleza y el horror, lo familiar y lo inquietante. Su reto: escribir una “literatura considerada como una tauromaquia: un oficio peligroso, deliciosamente peligroso”.

De cierto os digo que la lengua de Leopoldo es la del niño malcriado negándose a probar ese bocado inmundo (mezcla de baba y sapo negro) puesto ante sus ojos por el conductismo de familia. Negándose a cerrar y abrir los esfínteres al ritmo que la familia o la sociedad o el sistema o la educación o el lenguaje o la poesía buscan imponerle o conducirle. 

María no quiere hablar, un espíritu de santa contra-dicción preñó su cerebro con el espíritu santo de la rebeldía. «Malditos los que quieren aún hablar -piensa- en especial, malditos los poetas bufones de una lengua ya podrida». Si en el principio era el verbo, Panero quiere darle su telón abajo para escribir entonces una nueva biblia que en lugar de versículos verse pentagramas de la carne torturada por el mundo pero aullante. Leopoldo no quiere hablar: hace poesía desde el centro de una herida que gozoso no para de extender.

‎»Este árbol es para los muertos. Para nadie más que los muertos», dice Leopoldo en uno de sus encuentros desde el poema con la nocturnidad de sus desvelos. Árbol su poesía, de huesos y ceniza y cadáveres que florecen bajo su lengua de loco. Y es que la dama de negro ilumina buena parte de la poesía de quien afirma con seguridad de vampiro estoico que El acto del amor es lo más parecido a un asesinato.

Amar es matarnos en nombre del amor que ama los naufragios de aquellos a quienes lanza sus flechas de venenoso carnaval. Dice Friedrich Nietzsche en uno de tantos de sus arranques de lúcida locura que el amor no quiere amor: quiere más. Y en ese más, todo se vuelve kamikaze y funeral. 

 ¿Qué es el Habla? Apocalipsis del Ser -revelación y derrumbe-. El habla ya no habla señor Heidegger, el habla oculta, pervierte, sujeta, deforma. El habla es velo de Maya. Instrumento de invisible inquisición. Hablar es enmudecer al Ser y no ser es su destino, porque ahí nada escapa de la policía secreta del Secreto. 

Mejor tener hocico de perro que boca de hombre, mejor graznar o hacer del cuerpo sublime zoología: mejor perro que discurso, mejor excremento que alimento edulcorado y tóxico. O mejor, todo ello junto: Poesía. Leopoldo María Panero es poeta al que lo que menos le interesó es interesar a quienes cagan poesía que luego venden en frascos bien etiquetados. 

“Soy el negro, el oscuro: ardiendo está mi nombre”, escribió Leopoldo María Panero, de quien hay que hablar en presente cada que se hable de él, a pesar de haber fallecido el cinco de marzo del 2014 de un exceso de suficiencia cardíaca. Sus funerales fueron su ritual de resurrección. 

Él es sólo un hombre que vive al ras electrificado de la Vida y aúlla en forma de poemas cada vez que hace contacto con ella: «Y la vida apesta como lo que es, como una mujerzuela». Piedra negra que tiembla sobre una piedra blanca: chispas que hacen incendio en un bosque de sombras en un buque fantasma. 

¿Qué es poesía? Artaud y Panero sobre una mesa de electroschoks. Poesía no eres tú poeta de bolsillo, perro faldero del lenguaje, pequeño hombrecito que ni a Hitler llegas. Poesía no eres tú ni eres gloria dictada por algún dios aunque laureles de la mierda o tronos de rey desnudo. 

Dice Panero que el poema es feto de ángel  y que «…en los bosques del estiércol desfilan lentos los sapos de los muertos». Dice Panero que la palabra del poema es más terrible que el diablo que endulza al ser. Entre las patas del diablo anda Leopoldo, quemándole las barbas de su tristeza verde, de su cannabis de quinto patio. ¿Qué es poesía? Fausto y Panero sobre una mesa de ratas.



Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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