Cine + resistencia =  memoria

Noé Almaguer

Una tarde apacible de primeros de abril. En el Palacio Clavijero de Morelia es el último día de Muestra: Cine de Autor Ruso Contemporáneo. Una cola que poca a poco se estira hasta llegar al asombro, por ver tanta raza interesada en cine independiente, se prolonga a lo largo del edificio. Hay muchos jóvenes, más de los que se esperarían, como recién salidos debajo de las piedras.

En la fila un despistado —o un chistoso— pregunta si es la función de John Wick 4. Y a pesar de la respuesta negativa se mantiene en su lugar. 

Ya dentro, en el Auditorio Centro Cultural Clavijero, los espectadores llenan las butacas. La función, que es la última, presenta Juventud del Director ruso Dmitry Davydov. 

La película transcurre a través de azules helados y oscuros; abundan las tomas que no definen rostros, que son indirectas, muestran sombras, reflejos y cuerpos parcializados. 

Es la historia de un joven que regresa de la ciudad a su pueblo, una comunidad sumergida en la gelidez a miles de kilómetros de la capital rusa. La nieve lo abarca todo. El joven deambula de aquí para allá, visitando antiguas amistades, alcoholizándose, pernoctando en su domicilio ocasionalmente, donde los electrodomésticos se niegan a funcionar, donde una mosca lo acosa de forma villana, donde pasa las noches en vela viendo películas de medio siglo atrás, en donde, casi cada mañana, alguien va a buscarlo para reclamarle por una moto prestada muchos años antes. Parece una historia donde casi nada importante pasa. Parece. Como en la historia de miles de jóvenes. 

El filme es ambientado con una música de suspense, como si estuviéramos ante un vacío terrorífico —casi un escenario inspirado en The Thing de John Carpenter—, mientras una nieve de cualidades ubicuas, una azulocidad pálida, y una miseria glacial hacen trepidar a los personajes. La juventud de esa recluida localidad se estremece. Son un sector proscripto. Como una uña que se va enterrando. Que no basta con ignorarla para que se olvide. Porque duele. Mucho.

Las uñas enterradas siempre duelen así. Doliendo para no ser olvidadas. Doliendo para recordarnos que ahí están.

Mientras la película es proyectada, entre la penumbra un joven, antiguo compañero de la facultad, se mantiene sentado a un lado mío. Él no lo sabe, pero unos minutos después me contará una historia. Una historia como la de miles de jóvenes. Una historia sobre cómo él resiste.

La historia de Temo. Temo Maya.  

Mientras Cuauhtémoc Maya Ildefonso toma asiento en una banca de Plaza de Armas enciende un cigarro, que sostendrá durante toda la entrevista, aún cuando la braza se haya apagado mucho antes. 

Nació en un pueblito de Zitácuaro, en octubre del 95, bajo el signo libra. El pueblito se llama Pueblo Nuevo, una comunidad muy poco urbanizada, donde pululan el cerro y las casas pequeñas. Un lugar donde todos se conocen. 

Cuauhtémoc Maya Ildefonso junto a su padre

Durante su infancia se la pasó saltando entre bosques  y campos. Aprendió de su padre un poco de todas las disciplinas para ser una persona funcional: agricultura, carpintería, albañilería, electricidad y cocina. 

Las películas que veía de pequeño eran casi solamente del Cine de Oro mexicano, o las que pasaban por la tele. 

Una que recuerda con ahínco es La zona del silencio de Rodolfo de Anda, en la que cinco historias de misterio y terror suceden alrededor de la zona del silencio, que es un páramo real en el estado de Durango donde distintos fenómeno paranormales tienen lugar bajo la influencia de los efectos de un cono magnético que ioniza la atmósfera, lo que ha dado paso a muchas leyendas. 

—Una de las partes que más me traumó —refiere Temo— es la escena en que uno de los personajes empieza a tener alucinaciones. En determinado momento entra a una iglesia y cuando está ante el cristo crucificado éste lo voltea a ver mientras empieza a llorar sangre. Creo que a partir de ahí me hice ateo. La escena me dejó muy impactado. 

Durante la mayor parte de su infancia, adolescencia y una parte de su juventud, Maya consumió puro cine mexicano, hasta que llegó a Morelia para estudiar en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo la carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas, donde vio bastante cine latinoamericano, sobre todo enfocado en las dictaduras del cono sur. 

Temo cuenta que se empezó a interesar en el cine político durante el segundo año de la facultad, con maestros como Ricardo, Lázaro y la maestra Margarita, quiénes lo acercaron a los estudios sociopolíticos latinoamericanos mediante los filmes de corte político. 

Sus películas favoritas son las del director, guionista y productor mexicano Luis Estrada Rodríguez, conocido por El infierno, La ley de Herodes y La dictadura perfecta; también tienen un lugar muy especial en su lista las producciones del director argentino Eliseo Subiela, entre las que destacan No te mueras sin decirme a dónde vas y Despabílate, amor, inspirada en un poema del poeta y narrador uruguayo Mario Benedetti. 

El egresado de Literaturas Hispánicas explica que la razón porque se inclina por este tipo de cine es su conciencia del sistema en que está. Asegura que toda la vida estamos metidos en un sistema político-económico que nos absorbe, y nos hace sentir culpables por la pobreza en que estamos por no trabajar más, que nos hace culpables merecedores de los gobiernos que tenemos por haber votado por ellos; y ante ésto hay temas de resistencia en el cine que nos dicen que no nos olvidemos que el sistema nos está explotando, que no nos conformemos con la precariedad laboral y muchas otras denuncias. 

Ahonda que el cine político visibiliza los problemas que hay dentro de la sociedad; problemas que hay en un sector que está enajenado y cerrado la mayor parte del tiempo. 

—En México, igual que en muchos países, hay diferentes formas de enajenación, y resaltan la marginación a las minorías y también al grande sector de personas de bajos recursos. Otra forma, es generar a un grupo de personas que busque salir de su pobreza mediante el aspiracionismo.

Cuauhtémoc empezó a considerar la importancia del cine durante esos años de facultad, cuando en el 2018 hubo una toma universitaria de varios meses, en la que surgió La resistencia de las Letras, un grupo de estudiantes y maestros que se reunían en las aulas a impartir talleres, ver películas y analizarlas para comprender así el entorno social con su problemáticas.

—Nos empezaron a acercar un poco al cine —explica Temo—para despertarnos la curiosidad de cómo éste hace una reinterpretación de la historia y manifiesta un recuerdo para no olvidar sucesos que ocurrieron.

Cuauhtémoc Maya Ildefonso

¿De qué forma crees que la literatura y el cine ayudan a resistir?

—Sensibilizando a la población. Es una forma de resistir cuando vemos cine de autor, por ejemplo, porque este tipo de producciones no están al servicio, en la mayoría de los casos, de esquemas comerciales y preestablecidos. 

Maya comenta que en estas películas se plasman vivencias de diversos estratos sociales y otras formas de pensar. 

También aclara que tanto la literatura como el cine pueden ayudar a resistir contra el individualismo. Algo necesario, ya que siempre vamos a necesitar de las otras personas, por lo que considera que estas artes tienen que ser una herramienta colectiva. 

—El cine colectivo nos hace compartir opiniones con los otros, lo que sirve para darnos cuenta de que no estamos solos —expresa Temo—.

¿Qué te frustra de tu realidad al ver cine?

—Tomando en cuenta que lo que veo es cine político, me frustra que siga habiendo mucha miseria, explotación, poco tiempo para dedicar a uno mismo; me frustra que las cosas sigan casi igual o peor en cualquier parte del mundo. Parece que no hay un idóneo lugar en el mundo. En muchos lados —y no se diga en México— hay escasez de trabajo, encarecimiento de alimentos, encarecimiento del precio de vivienda y dificultad para conseguir un medio de transporte propio. Sólo la clase alta puede aspirar a tener todo ésto.  Y por medio del cine, del cine documental, puede hacerse más evidente este sistema injusto. Y asimismo criticar el modelo aspiracionista, un modelo que nos alientan a seguir, pero que también tiene muchos errores. 

Y  Temo tiene razón. La realidad para los trabajadores empeora. El porvenir para los jóvenes de la clase trabajadora es desalentador. 

De acuerdo a la encuesta México ¿Cómo vamos?, de la INEGI, que sondea cuál es el semáforo nacional de inflación, para febrero de este 2023 la tasa anual se situó en 7.68 por ciento, lo que puso al semáforo nacional en rojo

Además, también para febrero, el incremento anual de la electricidad fue de 6.63 por ciento, y el de alimentos de 12.35 por ciento, lo que resulta alarmante, pues cuatro de cada diez mexicanos está en calidad de pobreza laboral. 

Según Publímetro, a finales de enero de este año, la Sociedad Hipotecaria Federal (SHF) arrojó datos de que el precio de las viviendas, como casas y departamentos, se había disparado en tan sólo los últimos tres años un 40 por ciento. Ésto a razón del encarecimiento de los materiales de construcción y el aumento de las tasas de interés. 

Conforme a la SHF, el costo promedio de una vivienda estaba en 1 millón 93 mil pesos y pasó a establecerse en 1 millón 531 mil pesos, implicando un preocupante salto de 438 mil pesos. 

Y para rematarla, según Gonzalo Palafox, director de la Banca Hipotecaria de Citibanamex, se estima que lo anterior vuelva a suceder en una proporción parecida durante el transcurso del año. 

Al fin que ni casa queríamos ¿verdad? Mejor ser un loquito de centro.

Y ante este desolador panorama ¿qué te hace feliz?

—Saber que hay personas que también comparten mi opinión, que tienen mi misma inconformidad. De ésto uno se da cuenta hablando con los demás, generando lazos sociales, y es así como se empieza a generar cambios, por lo que espero que a la larga se haga un cambio importante. Y bueno, en resumen, lo que me consuela es saberme acompañado, saber que no estoy solo en la resistencia. 

Ahora está de pie y piensa cuál es la frase —entre muchas— que rige su vida. Al final se decide por una de la filósofa marxista Ana María Rivadeo: No existe la inmortalidad, existe la memoria.

Cuauhtémoc Maya sigue con el cigarro −reducido a una ajada colilla−entre los dedos índice y corazón, y expresa que la película Juventud, del ruso Dmitry, le recuerda su mocedad vivida a trompicones, y que su mortalidad está ahí, omnipresente, a pesar de que una que otra de los demás haya llegado su faceta de consumación. Le recuerda que aún es joven, aunque ahora dedica mucho tiempo a trabajar y pagar deudas. 

La juventud también es eso: resistirse al sometimiento, decir que no al tiempo sin calidad, decir que no a ese tirano olvido que busca imponerse sobre nuestra memoria, esa memoria que ha impedido sentirnos  totalmente solos en la historia, que nos ha impedido acometer un auto-genocidio colectivo. 

Resistir, decir no, es igual a permanecer

Aquí perfectamente entra —como va siendo costumbre— unas palabras de Leila Guerriero:

Ese no me enseñó algunas de las cosas que conforman mi breve catecismo privado. Que siempre se puede elegir […] Que el mundo es un sitio peligroso donde cualquiera puede desatar su furia, por un motivo absurdo. Que nunca estamos indefensos. Que la inocencia no existe […] Ese no  fue, probablemente, el principio de mi libertad. A veces hay que decir que no para ganarlo todo. Aunque duela. Tantas cosas duelen, y después pasan.


Fotografías de Cuauhtémoc Maya Ildefonso


Noé Almaguer Zúñiga

Originario de Irapuato. Estudió en la facultad de Literatura y lenguas hispánicas. Radica actualmente en Morelia, Michoacán. Se dedica a la gestión cultural por medio de la labor libresca, intenta no dar pataleadas de ciego en el campo de la creación literaria. Amante de la novela negra y lee con devoción a Roberto Bolaño y Leila Guerriero. A partir de ahí siente el compromiso de mirar agudamente y narrar lo visto. No disfruta escribir pero sí cuando termina de hacerlo.

Loading

También le venimos ofreciendo:

Danos tu opinión: