Crónica de un Ogarrio anunciado

Caliche Caroma

El siguiente texto lo escribí para leerlo en voz alta el primero de septiembre, día del informe presidencial, lectura que tuvo lugar en la Feria Internacional del Libro Estado de México 2022 (FILEM). El motivo fue la presentación de ¿En qué país estamos, Agripina?, libro de Gustavo Ogarrio, editado por Nitro/Press, en 2020. La sala Horacio Zúñiga Anaya del Centro de Convenciones Edomex se llenó de preparatorianos, un poco después de las 11:00 horas. Ogarrio les regaló 20 ejemplares de su libro, “cuando terminen de leerlo se lo prestan a sus compañeros”, les advirtió a los atentos jóvenes. “Este público es el mejor”, me dijo el autor de La mirada de los estropeados, Nunca seremos poetas, Ningún país es mi país, tres de los libros de G. O.

Al terminar la presentación de ¿En qué país estamos, Agripina?, bajamos a la sala de expositores de la FILEM para ver los libros que allí se vendían. Gustavo compró un par y yo me traje la primera edición de Yo soy mi casa de Pita Amor y José Trigo de Fernando del Paso. En el stand de Diablura Ediciones y Librarte no estaban Michelle Gaytan ni Jorge Herrera, ¿dónde andan? Un librero vecino chismeó que estaban arriba presentando un libro. Fuimos a saludarlos y nos encontramos con la grata sorpresa del poemario futbolero Rueda el balón o Cielito lindo para mi madre, del poeta ya fallecido, Eduardo Cerecedo. Ogarrio adquirió el suyo e hice lo propio.

Salimos de Toluca rumbo a la CDMX: “Vieja ciudad de hierro / De cemento y de gente sin descanso / Si algún día tu historia tiene algún remanso / Dejarías de ser ciudad”, las palabras con las que Rockdrigo define a esta bella monstruosidad con su línea 1 en reparación. Llegamos a la Roma y allí Ogarrio me llevó a Riviera del Sur, cantina ubicada en la calle Chiapas, los tragos son emborrachadores y la comida yucateca, recomiendo los tacos de cochinita y la sopa de lima. Hablamos de mil cosas “y no quedamos en nada”, otro verso, pero jarocho. Pasada le medianoche y pasados nosotros también, comimos unos taquitos a unas cuadras de la cantina. Todavía llegamos a la casa de Ogarrio para seguir hablando, nadie nos para, de literatura, cine y comida. La biblioteca de Gustavo es grande, con títulos muy buenos, es evidente que está enfermo de literatura. Vamos, pues, al texto sobre ¿En qué país estamos, Agripina?  

El ad hominem vende, mi Agripina

El lunes 21 de abril de 2014, la tristeza es el calendario, una multitud se congrega en los alrededores de Bellas Artes, sobresale entre los asistentes al homenaje luctuoso de Gabriel García Márquez un hombre. Este hombre no llama la atención por alto o guapo o extravagante, sino porque él observa con otros ojos lo que sucede en la “vieja ciudad de hierro”, es un cronista extravagante como lo fueron J. J. Tablada, Salvador Novo y Carlos Monsiváis. Con la magia de la retrospectiva, aparece el protagonista de estas líneas disuelto en el pastel azteca de los seguidores de Gabo, ¿quién es ese que anda allí?

Se trata de hablar del libro, de lo que está contenido en él. Dando saltos con garrocha, nos encontramos con Juan Rulfo fotografiado por Rogelio Cuéllar, y del Llano en llamas brota la chispa del título del ídem: Luvina, ese montón de piedras que algunos llaman pueblo y otros, maldición. La nota final es contundente: hice este libro por entregas, durante una década, y me la pelan. Y en el ínterin, Chabelo se avienta un solo de congas, muebles Troncoso y la que te asfixia: la literatura es un montón de referencias más o menos ordenadas. Ogarrio en el estadio Azteca sentado junto a su padre, aunque él le va a los Pumas, ¡chinguen a su marcador las Águilas! Todo esto es el libro.

19 de septiembre de 1985 y de 2017. Otra vez el mismo hombre de la mirada a la Silvio Rodríguez, constante. Ogarrio recorre el desastre tomando notas mentales, testigo de la empatía y de la solidaridad de un pueblo que no se raja, la tragedia es lo de menos, lo importante es que no vuelva a temblar, “yo ya no quiero narrar otro pinche terremoto”. Mientras tanto, un solo de saxofón acompaña la reconstrucción del caos, “la Roma quedó hecha mierda”. Todavía no encuentran a Frida Sofía, también se llamaba Frida la perrita rescatista: “algunas se desmayan, otras se miran estupefactas”. Esto aún es el libro, fechas que se suceden, grillitos cantores, muñecas feas.

Luego viene eso de los estudiantes de Ayotzinapa, el terror de estado, 43 es un decir, han sido tantos y la cita se necesita: “En el país del horror, los políticos más agresivos, más ambiciosos, más corruptos, más destructivos, los que también son jefes del crimen organizado o simples subordinados, se detienen hasta que su propia ruina y sus risas demoledoras los abrazan o hasta que de una vez por todas se involucran en asesinatos colectivos para fundirse con su propia barbarie”. Podríamos decirle a Agripina, más allá de la cacofonía, que este país en el que estamos se parece a una fosa común.

¿Qué libro es éste, Agripina? Uno con banda sonora, soundtrack que incluye muchas baladas románticas, José José, Jaime López, Juan Gabriel, Roger Waters, K-Paz de la Sierra, Molotov, Pedro Infante y a la mismísima Tierra rugiendo antes de la full catastrophe: ¡Xuuu, xuuu! Los designios del libro son inextricables.

¿Quién lo escribe, Agripina? Un tal Gustavo Ogarrio, uno de esos otros historiadores, cronista, maestro de la UNAM, señor de las cinco décadas y mirada coqueta al pasar, michoacano de clóset, gourmet de botanero, lector análogo e increíble sobreviviente a diez de los peores presidentes de México. ¿Neta?

¿No lo creen? Cuéntenle, Ogarrio nace el 27 de mayo de 1970, en ese momento su tocayo Gustavo Díaz Ordaz aún está en el poder, luego vienen los otros: Luis Echeverría, José López Portillo, Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Pero ¿a qué precio?

¿En qué país estamos, Agripina? Impreso de 142 páginas con sus hojas de cortesía, solapas informativas, editado por Nitro/Press, con la etiqueta de CRÓNICA, así, en altas, para que no se vayan a equivocar los señores de la Gandhi al clasificarlo. Dividido en 3 partes: Héroes improbables en el país del horror, “Absurda es la materia que se desploma” y Retratos perfumados y baladas malditas. Libro con unas injuriosas palabras en la cuarta de forros escritas por el injurioso editor y escritor Mauricio Bares, ilustraciones de Lilia Barajas.

Gustavo Ogarrio

¿Quién es Ogarrio, Agripina? Las comparaciones no se hacen esperar: “es el Monsiváis del bienestar”, “el melómano de la línea azul”, “el Mad Max de la literatura”, “el temblor de Coyoacán”, etcétera del vilipendio, el ad hominem vende, el marketing de la falacia y pídeme un mezcal con cerveza mientras voy al baño. También le queda aquello de “lo marginal en el centro”, pero sin albur, falta una calle que se llame Gustavo Ogarrio. Todo es en buena lid. ¿Qué Ogarrio es éste, Gustavo?

Y es que, para finalizar con broche de oro (El Personal), este libro, ¿En qué país estamos, Agripina?, es ya un clásico por la glamurosa mención del Divo de Juárez y Orgullo de Parácuaro, el gran Juan Gabriel: el ídolo más grande que se nos fue. Puro muertito, este texto es un cementerio, pero qué libro no es un camposanto. Nuestro país, querida Agripina, vive entre elecciones y homenajes luctuosos y no hay Santo enmascarado de plata que no salve. Lea usted a Ogarrio y déjese de Gustavos.

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