El niñote

Rafael Flores Correa

Alexander fue al circo por primera vez en su infancia, en su natal Pensilvania, y vivió el tremor de asombro que implica esa experiencia, pero fue hasta los 25 años cuando lo tomó como tema de trabajo. Laboraba como ilustrador para la Gaceta de Policía Nacional y lo mandaron a Coney Island para que dibujara a los artistas del circo Barnum. Pasó varias semanas conviviendo con ellos en sus actividades cotidianas y en la magia de su espectáculo.

Por entonces, Alexander «Sandy» Calder ya era ingeniero mecánico, había participado en la Liga de Estudiantes de Arte, dibujaba para la revista y estaba a punto de irse a París. Llegó a la capital francesa en 1926, cuando las vanguardias hacían hervir las aguas del arte. Se relacionó con los artistas de la época, sobre todo con quienes lo influenciaron en su trabajo: Piet Mondrian, que lo cautivó con sus sobrias composiciones geométricas y con Jean Arp y Joan Miró, de quienes tomó su abstracción orgánica. Comenzó propiamente su carrera como escultor con pequeñas piezas abstractas y luego las llevó a un tamaño monumental, pensando en ubicarlas en espacios públicos. Para enriquecerlas con dinamismo, articuló sus piezas para que pudieran moverse con el aire, como balanzas en sutil equilibrio. Había inventado los «móviles». Así los bautizó Marcel Duchamp. Sus esculturas cambiaban de forma continuamente y a Calder le encantaba esa transformación imprevista, como también las sombras que proyectaban, cosa que lo llevó a cuidar la iluminación de los espacios donde se exponían. Sus obras fueron ubicándose en las calles y plazas de muchas ciudades del mundo.

Ya siendo uno de los protagonistas más interesantes de la escultura contemporánea, fue que le brincó de nuevo el recuerdo de sus andanzas cirqueras. Como un relax para descansar de su arduo trabajo con el hierro y las soldaduras, comenzó a fabricar muñecos que representaban a los artistas del circo. Lo hacía con todo tipo de materiales reciclables: retazos de tela y de cuero, pedazos de madera, alambres, cuerdas, cartones, tubos de plástico, corchos de botella, botones y cosas así. Miden quince centímetros en promedio y pueden moverse animados por ingeniosos mecanismos. Todo hecho a mano. Creó una pista de cartón y madera que se fue poblando de personajes hasta completar una compañía completa. Los trapecistas pasaban de un trapecio a otro ejecutando un salto mortal, los leones de melena de estambre movían la cabeza y se sentaban en las patas traseras, las amazonas saltaban para caer sentadas en el lomo de un caballo de trapo, los payasos podían inflar globos mediante una manguerita, el elefante echaba agua por la trompa, los equilibristas pedaleaban el monociclo. 55 personajes en total.


Llegó el momento en que pudo organizar una función completa y para ello invitó a algunos de sus amigos cercanos: Jean Cocteau, Mondrian, Joan Miró, Le Corbusier, Man Ray, Marcel Duchamp. Puro loco. La función duró cerca de dos horas. Calder operaba los juguetes, fungía como maestro de ceremonias y hacía las diferentes voces de los muñecos, mientras su esposa ponía en un viejo tocadiscos las típicas melodías de circo. De seguro la concurrencia se la pasó bomba esa noche, mirando a Alexander Calder que se divertía como un pinche escuincle travieso.


Las funciones se ampliaron a otros públicos y lugares, organizadas de vez en cuando por el autor. De hecho, desde 1930 hasta su muerte en 1976, presentó «el espectáculo más pequeño del mundo» en ambos lados del océano Atlántico. Por fortuna, en Youtube se puede ver un video de cinco minutos donde «Sandy» Calder manipula sus juguetes.


Era el ingeniero, el gringo bonachón, el inventor de los móviles y los stabiles, el hombre que hizo levitar esculturas de acero, pero más que nada y mejor que todo, era un niño.

Rafael Flores Correa

Nació de Taximaroa, Michoacán, lugar mejor conocido como Ciudad Hidalgo, Rafael Flores Correa es un pintor y escritor que ya tiene sus añitos, pero con una juventud interior que cada día lo anima a crear más y más. Estudió la Licenciatura en Artes Visuales en la Academia de San Carlos de la UNAM, le dieron clases artistas como Alfredo Zalce, Santiago Rebolledo e Ismael Guardado. Su obra se ha expuesto en Michoacán, Querétaro, Ciudad de México, Medellín entre otros lugares.

Además, Rafa Flores, como le dicen sus amigos, ganó el Premio Estatal de las Artes Eréndira en 2021.

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