Joel y el imperio que se resiste al olvido

Noé Almáguer Zúñiga

“Yo creo que el cine es un consuelo ante esta vida cruda, dura y malhecha”, expresa Joel. 

En el mundo cada cuatro segundos muere una persona por hambre, malnutrición y las enfermedades que causa ésta, lo que suma 9 millones cada año; en México durante el 2006 se contabilizaron 669 muertes por la delincuencia organizada, para el 2020 la cifra alcanzó más de 16 mil; actualmente México se encuentra entre los últimos lugares del Índice de Transparencia a nivel mundial y entre los primeras posiciones con mayor impunidad; y en el mundo el 36 por ciento de la población mundial vive en situación de escasez de agua, además, se espera que para el 2050 ese porcentaje aumente progresivamente al 52 por ciento. El panorama de la actualidad y su devenir se muestra muy poco alentador.

Entonces, Joel no se equivoca: el cine es una de las herramientas que tenemos los mortales para consolarnos. Aunque el cine no nos salve de los estragos de vivir, de ser y estar sujetos a este mundo. 

Como cada domingo, la ciudad descansa un poco de la tensión de esos cinco días que van del lunes al viernes, y del libertino y escandaloso sábado. Como cada domingo, parece que el sol será inmisericorde y el tiempo una estampida de tortugas en la arena. Como cada domingo los puntos de recreación rebozan dinamismo y fragmentan esa modorra soporífera característica del día. Pero la gente no solo aprovecha para dormir más, ir al menudo, al cine o a ver el trágico espectáculo de los payasos en el centro. La gente sabe también que es domingo y que hay que ir al tianguis del “Audi”.

A vuelo de pájaro, el tianguis del Auditorio parece una pintura del cubismo o una cortina gris tapizada de innumerables parches de todos los colores. Desde abajo, es otra cosa. Infinidad de puestos venden infinidad de cosas; infinidad de personas gritan sus mercancías, te invitan a preguntar sin compromiso, mientras otra infinidad de gente pregunta sin compromiso y mira los productos: ropa, zapatos, herramientas, comida, muebles, electrodomésticos, mochilas, maquillaje, bisutería, cigarros, medicamentos naturistas, posters, estampas, y a pesar de que las plataformas de streaming existen, ahí, en ese tianguis, donde hasta el diablo puede estar vendiendo estampas de santos, se despachan películas en sus múltiples formatos físicos. Quizá es otra broma del diablo para ir en contra del orden del mundo.

Joel luce una camisa amarilla estilo polo, jeans, tenis y una gorra entre sus manos que no soltará durante toda la entrevista. Es alto, es fornido, de brazos fuertes y velludos. Su rostro redondo —con poca cabellera, una barba un poco más que incipiente, y una mirada que parece anunciar que preocuparse no es lo suyo— trasmite confianza. 

En el local, una lona, unos tubos y unas mesas dispuestas en forma de L, muestran varias cajas y otras tantas pilas con películas en formato DVD; una pequeña mesa al final de la L oferta casetes de música. Y, mientras un número constante de entre seis y ocho personas aprecian el material fílmico que tiene Joel, en toda la cuadra suena la canción “Qué agonía” de Yuriria, como si supiera que la temporada de calor ya ha empezado.

Joel Rodríguez nació en Morelia durante el año 1981, año en que “Carrozas de fuego” (Chariots of fire) ganó el Oscar a mejor película. Desde pequeño fue fanático de la música. Fue por medio de ella, de los sountracks, que también desarrolló un gusto por las películas. 

Cuenta que su padre le inculcó mucho el cine, ya que seguido iban a los complejos de pantalla grande y todavía con más frecuencia a los videoclubs. 

“Esa ha sido mi educación. No soy un erudito ni un culto del cine. Solo me gusta mucho y me inclino por el cine de índole comercial”, confiesa el vendedor. 

Joel lleva 35 años vendiendo películas los domingos en el “Audi”. Su día a día consiste en “salir de casería” en el trascurso de la semana a los tianguis diseminados por toda la ciudad para hacerse de nuevo material. Principalmente recurre a la avenida Pedregal, La Cien, y al mismo Auditorio desde horas tempranas. Presume contar con unos clientes fijos y fieles desde hace tiempo, pues recurren a él por el material que maneja, que es en su mayoría el cine en DVD de clásico de los años 80, 90 y 2000. 

El formato DVD aún tiene muchos adeptos, la mayoría románticos coleccionistas, como Joel, que se resisten ha dejarlo en el olvido.

Diógenes Pantarújez en su artículo “Auge y caída de los videoclub: historia de video (II)” del blog BrainStromping, refiere que los años 80 fue el auge del formato VHS y los innumerables videoclubs de la época. Llegaron formatos como el Laserdic y videoCD buscando destronarlo pero no lo lograron. Se aseguraba que sólo un formato de mayor calidad que superara la capacidad de rehúso para grabar programas con la que contaba el VHS podría posicionarse sobre él. Pero a mediados de 1900 llegó el DVD, el cual estuvo lejos de cumplir esas expectativas. 

Dicho formato fue impulsado por una marca de reconocida carrera en el desarrollo de tecnología, usando su consola de videojuegos como caballo de Troya para posicionar el DVD a principios del siglo XXI. Este logro duró poco comparado con el VHS, ya que en el 2006 hizo su aparición el Blue-ray, que para el 2010 ya era el formato preferido. Su estatus también fue de corto tiempo, porque la Introducción del internet y su ascendente capacidad de velocidad y cantidad de contenido hizo que el consumidor optara mejor por lo más rápido y gratuito. Para entonces, los videoclub sólo representaban una forma “cara y engorrosa” de consumir películas. 

Con la aparición del internet no tardaron en surgir los servicios bajo demanda y las plataformas de streaming. Y con ésto, las ediciones de formato físico se hicieron cada vez más escasas en los países que no son de habla inglesa, donde el comercio de películas era menor; y los almacenes de películas en DVD y Blue-ray se fueron quedando vacíos a pasos agigantados. 

De acuerdo a la revista N+1 en el 2017, los estadounidenses dieron un ingreso de 5.40 millones de dólares por consumo de películas en formatos concretos, lo que representó 10 porciento menos que en el 2016; mientras que las suscripciones de streaming incrementaron un 23 porciento en el mismo periodo, logrando ganar 6. 230 millones de dólares. 

Lo anterior generó que tanto los propietarios como los productores quisieran invertir menos en DVD y Blue-ray para evitar mermas, lo que no ha cambiado con los años. 

El comerciante de películas dice que lo más difícil de su trabajo es conseguir su material, y menciona el boom de las plataformas digitales.

“La gente prefiere comprar las películas en formato digital, que incluso le salen gratis, y con ésto se ha ido perdiendo la tradición del formato físico”, explica Joel, quien asegura que aún hay mucha gente que sigue buscando el DVD. Y expresa que este formato es fiel, pues “si hay un día en que te quedes sin internet, ahí vas  tener el disco disponible para que veas tu película, por otro lado, cuando dejes de pagar una membresía de una plataforma el contenido deja de ser algo a lo que tienes acceso. En cambio, el DVD es tuyo, lo tocas, lo sientes y lo puedes usar de forma prolongada porque te pertenece”.

Diógenes Patarújez alega que con el poderío de las plataformas digitales no estamos mucho mejor que antes, pues las cadenas de streaming monopolizan el contenido y lo retiran para así pagar menos regalías, haciendo que el contenido de calidad resulte inaccesible durante tiempo indeterminado. Agrega que otro defecto del streaming es la mutilación de diversos materiales audiovisuales, pues en muchas ocasiones las plataformas cuentan con películas y series a las que hay que pagar sumas grandes por derechos de autor de temas musicales y doblaje. 

Joel está seguro de que “el formato físico va a ser difícil que muera—a pesar de tener todos los índices en contra— porque el DVD está estrechamente unido al cine”. Y para él el cine está hecho para “entretenernos y olvidarnos de la realidad tan abrumadora de hoy en día”, porque de él podemos aprender y retroalimentarnos. “El cine también nos puede ayudar a  saber estar en el mundo”, afirma. 

Y así es: el cine es aprendizaje, llorar, reír, diversión, felicidad y desdicha. Como la vida misma. 

Joel sabe que el cine existe y perdurará por el simple hecho de hacernos sentir. Y a veces eso es lo único que ocupamos. Sentir. Porque incluso sintiendo logramos sobreponernos a la tiranía del olvido. 

Imagen de portada: Imagen de StockSnap en Pixabay.



Noé Almaguer Zúñiga

Originario de Irapuato. Estudió en la facultad de Literatura y lenguas hispánicas. Radica actualmente en Morelia, Michoacán. Se dedica a la gestión cultural por medio de la labor libresca, intenta no dar pataleadas de ciego en el campo de la creación literaria. Amante de la novela negra y lee con devoción a Roberto Bolaño y Leila Guerriero. A partir de ahí siente el compromiso de mirar agudamente y narrar lo visto. No disfruta escribir pero sí cuando termina de hacerlo.

Loading

También le venimos ofreciendo:

Danos tu opinión: