Realidad aparte

Ernesto Hernández Doblas

No hay duda: una de las décadas del pasado siglo que se recuerdan por la intensidad de las transformaciones ocurridas en el mundo, fue la de los sesenta. Política ciudadana y cultura se volvieron joviales para empujar una verdadera revolución de cuerpos y conciencias. Maravillosos fueron esos años bajo el deseo y la experimentación. 

Amor libre. Imaginación al poder. Amor y paz. Panteras negras. Rock contra la guerra y a favor de los paraísos artificiales. Mujeres sin más sostén que su cuerpo como arma de resistencia. Espiritualidad sin pecado ni culpa. Feminismo y marxismo. Formas de organización comunal y anarquista. 

En México: los puños en alto, la desacralización de formas, instituciones y el asalto jubiloso de las calles. Minifaldas en son de protesta y protestas de pelo largo. La primavera juvenil masacrada finalmente por un gobierno paranoico y ciego para ejercer una política horizontal. Cerrado a piedra y lodo en sus pantanos. 

Las rebeliones de aquella época, tenían lugar especialmente alrededor de la cultura. El uso de las drogas expandía su buena nueva: transformaciones personales a la mano de una planta o una pastilla. El uso del Om se hizo común junto a la meditación trascendental y las heterodoxias del espíritu.  

Los gurús reales o disfrazados brotaron por doquier llevando a las masas o a pequeños grupos, una religión nueva basada en un viraje espiritual hacia Oriente junto a muchos de los postulados del mundo hippie. Surgió en Occidente el tantra, el tao, el yoga y muchas tradiciones olvidadas o no tan conocidas vieron la luz. 

En 1960 un autor que rápido se convirtió en un fenómeno editorial, antropológico y místico, hizo su aparición: Carlos Castaneda. Sin temor a exagerar podría decirse que parte del alma de los sesenta no puede entenderse sin la poderosa influencia del escritor nacido en Cajamarca, Perú el 25 de diciembre de 1925.

Influencia ejercida sobre todo en la transformación relacionada con los paradigmas de la conciencia, la religión y el contacto con la naturaleza tanto en su aspecto exterior como interior. Sin saberlo, se estaba dando poniendo los cimientos del neochamanismo y de lo que posteriormente sería el movimiento de la nueva era. 

No es mucho lo que se conoce de un personaje que al principio fue visible en ámbitos académicos y que poco a poco fue desapareciendo del radar de lo público pero sin dejar de estar presente mediante la constante aparición de libros a cual más de interesante e inquietante hasta llegar a sumar trece.

Algunos que lo conocieron de cerca o le siguieron el rastro, aseguran que terminó creando un cerrado grupo de seguidores alrededor de algo semejante a una secta o cofradía. Leyendas se cuentan al por mayor en varios sentidos, incluyendo relaciones oscuras con la CIA así como manipulación y abusos de todo tipo a quienes se le acercaban con el interés de acceder a una realidad aparte. El gusto por el dinero y el poder no estuvo ausente de sus acciones. 

Su verdadero nombre era Carlos César Salvador Arana Castañeda y poco más de la mitad de su vida fue un hábil escritor que creó y alimentó su propio mito, el que sigue siendo motivo de especulaciones y teorías que en más de un sentido buscan desacreditar sus libros y menospreciar la importancia de su figura.

Muchos aspectos de su vida permanecen ocultos y otros van de lo inverosímil a lo no comprobado. Leyendo sus libros se puede concluir que parte de ese misterio es una estrategia del mundo chamánico al que ingresó. Borrar la historia personal es un proceso que sirve entre otras cosas para liberarse de los condicionamientos que la colectividad nos va imponiendo. 

Según algunos de los datos a la mano, Carlos Castaneda escribió un trabajo en su clase de etnografía dentro de la carrera de Antropología que cursaba en la Universidad de California en Los Ángeles, que llevó el título de “Las enseñanzas de Don Juan: Una forma yaqui de conocimiento”.

Fue tal el entusiasmo que provocó en su maestro que dicho texto –enriquecido y ampliado- terminaría siendo publicado en la editorial de la institución educativa y posteriormente en Silver & Schuster donde se convirtió en un éxito de ventas hasta el día de hoy. 

En castellano, el libro vio la luz por primera vez en 1974 a través de la editorial del Fondo de Cultura Económica de México con un brillante prólogo ni más ni menos que del poeta mexicano Octavio Paz.  

Un inicio brillante sin duda aunque con una respuesta de críticos y lectores dividida entre la fascinación y el escepticismo que más tarde se ampliaría para ser el modo característico de recepción de una obra que terminó desligándose completamente de cualquier imperativo institucional. Como suele ocurrir en muchos otros fenómenos, esa división le fue útil para recibir reconocimiento y publicidad. 

Con su sensibilidad y lucidez, Octavio Paz nos dice en el prólogo respecto a Castaneda: “El tema del saber está ligado al del poder y ambos al de la metamorfosis: el hombre que sabe (el brujo) es el hombre de poder (el guerrero) y ambos, saber y poder, son las llaves del cambio. El brujo puede ver la otra realidad porque la ve con otros ojos -con los ojos del otro”.

Es importante anotar que para ese momento, el escritor mexicano quien 22 años después recibiría el Premio Nobel, ya había tenido experiencias en la India y con el movimiento surrealista, que lo llevaron a tener una perspectiva de la vida que de un modo u otro lo acercaba a sus aspectos mágicos y alejados o paralelos a la racionalidad hegemónica. 

Es evidente la influencia que ha ejercido la obra de Carlos Castaneda. No hay exageración al decir que planteó un antes y un después en la historia del pensamiento, llegando a influir a pensadores como Gilles Deleuze, científicos como Jacobo Grinberg, músicos como Jim Morrison, escritores como Mario Vargas Llosa y directores de cine como Federico Fellini entre muchos otros personajes.  

Una de las formas de plantearse la totalidad o las principales líneas vertebrales de los textos del controvertido escritor es diciendo que se trata de la historia de una serie de transformaciones del autor a través de un puente que va desde el mundo occidental hasta el de los chamanes, brujos y hechiceros del norte de México. 

La polémica nace desde el momento en el que Castaneda inicia presentando su primer libro como un estudio antropológico pero en su contenido hay elementos personales que toman distancia de la objetividad para plantear como real un objeto de estudio en el que termina involucrándose. 

Así entonces, en ese y los doce libros que le seguirán, el académico devendrá en aprendiz de chamán y posteriormente asumirá inequívocamente el papel de uno. El estilo de su escritura es transparente y poderoso. Transparente pero no interesado ni en la lógica ni en la secuencia ni en la precisión. Sus palabras son hechizos. 

Lo que nos transmite es ante todo los resultados de una experiencia mística por medio de la cual va desarrollando, junto al no menos enigmático personaje de Juan Matus y muchos más de aquel universo presuntamente indígena, un pensamiento que pone en cuestión muchas de las creencias del hombre común. 

A varios de sus lectores, quienes hemos leído con interés apasionado sus libros del primero al último, nos parece absurda o innecesaria la cuestión sobre la verdad o no de lo que nos cuentan. Nos interesan mucho más aquellos puntos en donde nos conecta con esa otra percepción de lo real. 

Nos interesa un estilo diáfano y poderoso que nos lleva con levedad hacia regiones de la imaginación donde la experiencia de la vida se transforma dependiendo de la mirada que sobre ella pongamos. 

Nos interesa el impacto que tiene sobre nuestra sensibilidad y pensamiento de tal manera que logra un parteaguas. Se trata de ese tipo de escritura de la que difícilmente se sale indemne. Nos interesan las técnicas que plantea, muchas de las cuales pueden llevarse a la práctica y constituyen métodos de amplificación y mejoramiento de nuestros modos de percibir, entender y vivir. 

Carlos Castaneda creó un mundo a través de sus palabras que más allá de ser objetivo o comprobable, late y se amplifica desde la imaginación. Muchas de las cosas que dice no son nuevas pero están dichas con renovada fuerza.

Los conceptos en boca de Juan Matus representan una filosofía del buen vivir, las imágenes y descripciones de lo que narra Castaneda detonan procesos de entendimiento sensible. Hoy en día, leerlo es ampliar nuestro campo de percepción. 

Si aceptamos el desafío de entender la vida como un campo de energía en movimiento que constantemente se transforma en un sueño lúcido de múltiples significaciones, Carlos Castaneda y su herencia literaria nos servirán para seguir abriendo o vislumbrando nuevas puertas de la percepción. 

“Como don Juan lo expuso, el camino de los brujos es, esencialmente, una cadena de conducta alternativa que se puede usar para tratar con el mundo diario; una conducta mucho más directa y eficiente que la conducta usual.” (El arte de ensoñar).



Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar y las circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque así puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aquí para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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