Materia oscura: La pesadilla del Observalio 

Gabriel Contreras

Hay un animal entre los animales de los callejones que es distinto. No voy a detenerme en su pelo o sus colmillos, porque me parece que esas son cosas sin importancia en este momento. Yo estoy hablando de una fiera que, aunque carente de cuernos y garras, supo ganarse la atención de su tiempo. Los rumores detonaron nuevos rumores, y se pasó muy pronto de la fábula al mito. Unos hablaron del Observabalo con autoridad, otros más especularon alrededor del Observarinto, y al final muchos coincidieron en soñar despiertos con la pesadilla del Observalio.

Un detalle que vale la pena considerar: sus medios de defensa son meramente simbólicos, y nada tienen que ver con su aspecto. Porque el Observalio es y fue un animal solitario, es decir que no es hembra ni macho, por supuesto. El Observalio es único y por lo tanto es un animal condenado. Si está vivo o muerto ahora mismo, ese sería otro tema que no vamos a abordar.

Concentrémonos, pues, en la idea de que el Observalio no se reproduce ni aspira a hacerlo. No sigue un rumbo fijo al desplazarse, y ni siquiera hace ruido cuando se arrastra. El Observalio es un animal que no tiene veneno, ni arroja nefastos orines a quien lo amenaza. Su estilo de agredir es muy particular.  Al Observalio no hay que verlo, hay que sospecharlo. El Observalio no llega, no aparece, es sugerido apenas por la oscuridad de los callejones. Es una especie de murmullo. Y ahí radica, precisamente, su fuerza.

Es momento de añadir que el Observalio es pequeño, y desde su pequeñez ha sabido aterrorizar a sus testigos.

Para acercarme rápidamente a este animal, diré que nunca lo he visto y que, por lo tanto, me sería fácil dudar de su existencia. Su única descripción se encuentra en el último capítulo del libro Soma, de Conrad Swan. Hojeando esas raras páginas, me he encontrado con un animal, digamos, transparente, que según el autor ostenta algunas manchas amarillentas durante el verano, y alcanza una blancura perfecta al asomarse el invierno.

Apunta Swan (no hablemos de su muerte) que lo vio sólo una vez. Fue en septiembre, hace muchos años, en el callejón de una sórdida ciudad alemana. Eso le bastó para dedicar el resto de su vida a la pasión por describirlo.

A pesar de los esfuerzos de Conrad Swan, que no escatimó palabras en sus interminables ciclos de conferencias, hoy son muchos los que ignoran la importancia del Observalio y de Soma. Se trata de un libro prácticamente olvidado en las universidades europeas, y cuya sola mención provocaba la ironía en las conversaciones de los cafés americanos. Swan lo sospechaba y al parecer tenía razón: lo asombroso de aquel animal no estaba en mirarlo, sino en la posibilidad de ser descubierto por él.   

Gabriel Contreras (Monterrey, 1959). 

Dramaturgo, narrador y periodista. Estudió Psicología en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Entre sus obras estrenadas se encuentran Caballo de la noche, Festival a nuestro propio beneficio y Todos morimos en 1909. Becario del fonca, 1993.Ha publicado Pamela del Río por nosotros mismos o Bajo el rencor. Sigue mirando el fuego. General de todos los cerros. Dramaturgia del norte: Antología. Territorio teatral: siete del septentrión mexicano. RJ projects. La pluma, la piel, la memoria: conversaciones con Alfonso.

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