Revolución de los cuerpos

Ernesto Hernández Doblas

Todo es un texto. Estamos condenados a la interpretación y a las palabras. Luego entonces, aunque haya cosas que prescindan del diccionario para expresarse, están en él inmersas. (¿Hay algo que exista fuera de las palabras?) Todo es habla cadabra. Todo es lengua de agua. Incluso el silencio tiene su nombre: lo anuncia y lo traiciona al mismo tiempo. 

Caminar por una ciudad es leer y ser leído. La arquitectura y el uso en general del espacio es un discurso de cemento, cantera y ángulos mentales. La arquitectura es un diálogo con el viento que de vez en cuando alguien oye. Los verbos verticales vamos por las calles reproduciendo las páginas de nuestro interior. ¡Pío, pío, pío!

Todo es un texto. Todo es máquina de signos y posibilidad de traducción. No hay cosa ni acto visible e invisible que no sea una novela o un poema o un ensayo en perpetua escritura. Yo y tú: nosotros y ustedes. Ellos. El tejido infinito de las formas en que la vida manifiesta sus palpitaciones. El tejido infinito de la formas, de la vida y sus palpitaciones.  

Y hablando de palpitaciones, están las que ponen a hervir los ojos cotidianos cuando se toman por asalto calles y discursos y la imaginación es lienzo para la protesta. Protesta. Reclamo. Libertad aquí y ahora. Toda manifestación tiene su grado de justicia y de verdad. Pero de entre todas, yo prefiero aquella que además es cuerpo vivo y gritón. 

Cuerpo vivo de mujeres –por ejemplo- armadas de morado y verde. Exigiendo lo que hoy más que nunca es pertinente: la autonomía de los cuerpos. La libertad de decidir sobre los deseos. La posibilidad de llevar en sus manos formas de vida y muerte que no pasen por la autorización del estado, de la cultura, de los dictados anormales de la normalización. 

De entre todas las perspectivas respecto al aborto, me parece significativa la que tiene que ver con el acento de la libertad de los cuerpos. Aunque la temática es evidentemente enfocada en los cuerpos gestantes, se abre la posibilidad de pensar a partir de ello en todos los demás. La biopolítica es un monstro grande y pisa fuerte a niños, niñas, niñes, mujeres y hombres, transexuales, transgénero… 

Todo es un texto. Todo es lectura. Cuerpos de mujer en pie de lucha. Cuerpos de mujer gestando resistencia. Armados de morado y verde. Los pañuelos ya no van en la cabeza sino en las muñecas de puños en alto. Los pañuelos ya no son símbolos de recato sino de rabia y amor. Todo es un texto. Todo es lectura.

Caminar la ciudad es caminar sobre y en medio y a través de siglos de palabras. En el hoy y en el ahora, cruzo las calles y hablo conmigo en voz alta. Es sábado y en el calendario marca 17 de diciembre. Poco después de las quince horas. En el hoy y el ahora miro este tiempo pasar en forma de semáforos, grafitis y personas.

Cruzo las calles, devoro esquinas, sigo una línea que me lleva hasta el Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce. Un museo –ya se sabe- es un cementerio. Sin embargo, afuera de él se encuentra una exposición fotográfica llamada “¡Decidir es mi derecho! Por un Otoño Verde en Michoacán!”. 

Dieciocho fotografías de igual número de mujeres se hallan sobre la malla que circunda el museo/mausoleo. Dieciocho miradas sobre el derecho individual a decidir sobre la maternidad es decir sobre el placer es decir sobre la potencia de ser y hacer es decir sobre la vida propia. Dieciocho fotografías que son dieciocho discursos de la imagen, dieciocho textos a leer. 

Cada una de ellas es un poema un relato y un ensayo. Todas tienen la potencia de lo que siendo visible no se cierra a lo múltiple, más bien a partir de su presencia, la mirada puede hacerse preguntas además de darse al goce inmediato de lo que plasma su materialidad creativa.      

Por mencionar algunas de las que más me llamaron la atención: está la de los pañuelos verdes y lorquianos en el piso como flechas apuntando al objetivo de la marea que golpea las puertas de la historia. Pañuelos verdes en espera de multiplicadas manos y unos pies apuntando al horizonte que les da la bienvenida. 

Otra fotografía es la de una manifestación frente a Palacio de Gobierno. En primer plano están dos cartulinas con las imágenes del espíritu que anima la protesta: amor y rabia. Úteros en plenitud de florecer autonomía pero también circundados por el derecho a decidir. Flor y grito. En la otra cartulina vemos todo arder en combustión de puños feministas. 

La elocuencia del mensaje es lograda mediante un click sobre otra cartulina que exige “Saquen sus rosarios de nuestros ovarios”. Nuevamente un útero es la representación más inmediata y clara. En la misma imagen, un sacerdote y unos fieles forman una cadena frente a las puertas de la catedral es decir frente a la tumba de un dios más falso que dios. 

El sepia cobra colorido cuando la imagen dice más que mil palabras. Una mujer con poco más de la mitad del rostro cubierto nos mira de frente mientras con la mano derecha sostiene una cartulina con una frase tan breve como poderosa: La maternidad será deseada o no será. En el brazo izquierdo lleva un bebé. Cartulina e hijo como símbolos de resistencia. 

El asunto es la libertad del cuerpo, de los cuerpos. La desnudez puede ser muchas cosas, aunque en el caso de las mujeres y especialmente en el sistema capitalista, ha sido cosificación. Motivo de escándalo y a la vez territorio a conquistar, destruir, utilizar. El asunto es la libertad del cuerpo, de los cuerpos, de las cuerpas.  

Una mujer nos mira con la belleza de su desnudez a mano propia. En su mirada hay gozo, empoderamiento y serenidad. Su torso desnudo brilla opacando al sol: resplandores de luna morena. Pezón libertario para dar alimento a sueños de luna. 

“Mujeres, no incubadoras” reza una cartulina en otra de las fotografías expuestas afuera del “Alfredo Zalce”. Junto a la frase, una mujer joven de mirada desafiante desafía ese destino que le dice que su mayor realización es la maternidad. Humo verde sin rostro en otra imagen. Humo verde producido en la colectividad de úteros rebeldes. Abstracción de la celebración. 

Finalmente: sincretismo de lenguas. Una fotografía nos muestra dos grupos de mujeres juntas y a la vez manteniendo distancia: indígenas y mestizas. Mundos diferentes unidos en la misma iniciativa por la emancipación. ¿Mundos irreconciliables a pesar de todo? Unas miran a la cámara que las mira mientras las otras están de espaldas bajo un paraguas verde.   

Todo es un texto y una posibilidad de traducción. Me alejo de ahí con el paso más ligero y el entusiasmo renovado: alas de la tarde. Me alejo de ahí con los rostros, los mensajes y los gestos recorriendo junto a mí las calles de una ciudad morada y verde. Todo es un texto. La resistencia de las mujeres se desdobla en la mirada de estas dieciocho mujeres con el corazón en luna llena. Que así sea.  



Ernesto Hernandez Doblas

Ni la secundaria terminó pero insiste en escribir poemas, ensayos, minificciones y dislates de todo tipo. Ha publicado por obra del azar ylas circunstancias algunos libros de poemas. Dar talleres literarios le apasiona porque asi puede seguir aprendiendo. Fue novillero en sus años mozos y luego darketo. Actualmente es un embobado abuelo. Como José-José, ha rodado de aqui para allá y en ese balbuceo vital ha participado en una película, tres cortometrajes y algunas obras de teatro. Anduvo unos años haciéndole al reportero, trabajó en gobierno un tiempo así como de empleado en dos tiendas departamentales entre otras actividades, pero la mayor parte de su vida ha ejercido como desempleado. Es adicto a la literatura perversa, oscura y maldita. Ermitaño. Su mantra preferido: «preferiría no hacerlo».

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