Sobre “Arterial” de Damián Lescas

Ángel Hurtado

A lleva varios días planeando la cena de aniversario y espera que a P le guste. No está seguro de cómo preparar un medallón de atún, teme que la cocción no sea la adecuada, que quede demasiado seco, que el pan ya se haya endurecido o que, en el peor de los casos, el gas se acabe en medio de la preparación. P nota que A se encuentra un poco nervioso y para liberar tensión le sugiere que sería mejor cocinar juntos. A pone en el tocadiscos a Ella Fitzgerald y recuerda que quería pedirle ayuda a P para preparar su presentación.

P estudia artes visuales y tiene un talento enorme para la pintura. Últimamente A y P comparten lo aprendido en sus clases de hermenéutica, A desde la Literatura, y P desde las artes visuales. Es por ello que P es la persona ideal para orientar a A a tener una visión más amplia. A agrega la pasta a la olla con agua hirviendo, sal, un clavo y un trozo de cebolla. Mientras la pasta tarda en llegar a su punto A saca Arterial de su mochila y le pide a P una opinión, un consejo, un ojo más preparado para ese arte, unas palabras, un silencio.

A salpimenta el medallón, lo pone a reposar sobre una cama de salsa inglesa con jugo de limón y pequeños pedacitos de ajo. – “Me recuerda a Picasso” -pronuncia P. A le tira el agua a la pasta que ha llegado a su punto. – “Hay un trabajo dibujístico y contraste de gamas cromáticas” -añade P. A intenta recordar alguna pintura de Picasso, pero no lo consigue, pica más pedacitos de ajo, cebolla en julianas y champiñones en trozos más grandes.

P le pregunta a A cómo fue su primer acercamiento con la pintura, A quiere contarle una historia memorable y epifánica, una donde se encuentre una menor versión de él en algún momento complicado de su vida y de pronto un cuadro aparece ante sí y le da la respuesta de lo que siempre había buscado, pero lo cierto es que A se interesó por primera vez de manera genuina en la pintura cuando conoció a P. Decirlo así sin más podría parecer ridículo, aunque también romántico. A decide contarle que antes de conocerla encontró en las paredes del Palacio Clavijero un refugio, que en ese momento las pinturas no eran lo que le atraían sino la soledad, los tonos de la luz, el silencio. A saltea los champiñones y la cebolla con mantequilla, se quema un poco el dedo y admite: “Mi primer acercamiento con la pintura fue por ti”. P ríe apenada; – “la línea es la protagonista, cada pintura es una historia, una escena, cotidiana, íntima” añade P y utiliza a La gran tarde para ejemplificar su punto. A piensa en Bach y en la textura del mole.

Para este punto el acetato de Ella Fitzgerald ha terminado, A en lugar de darle la vuelta como comúnmente haría decide cambiarlo por uno donde tocan composiciones de Bach. A no recuerda el nombre de su mejor amigo de la infancia, recuerda en cambio, el frío de la cantera, los gestos y reacciones que producía Bach en su abuela a las 8:30 de la mañana con el escritorio lleno de papeles, la taza de café recién servida y el trozo de cuernito remojado sobre una servilleta. A pedía o más bien exigía un trago de ese olor, poder saborear ese sonido. – “D interviene a los cuerpos con su dibujo para apropiárselos, me gusta mucho la composición, geométrica y orgánica” dice P trayendo a A de vuelta de sus recuerdos. A agrega los champiñones salteados a la pasta, queso gouda y crema ácida, deja cocinar a fuego bajo mientras empaniza los medallones de atún con ajonjolí.

A pone al sartén caliente los medallones de atún y nota que P observa Historia del tango, aunque no ha visto el título de la obra lo sabe, lo siente. P recuerda cuando bailaba tango, cuando no tenía que estudiar y trabajar al mismo tiempo y había tiempo para bailar tango. Un suspiro se escapa de P y A acaricia su brazo, aquí está el silencio, piensa A, “Hay espacio para luz” pronuncia P señalando la luz entre los trazos.

A comienza a montar los platos, el gas, afortunadamente, no se terminó. – “Se ayuda el mismo color para sobresaturarlo y contrastar, me encanta el dinamismo que tiene cada obra” dice P mientras se sienta a la mesa.

El Fundador de Pátzcuaro observa fijamente a A y P, que se miran a través de sí jugando a ser cronopios que entran en las pinturas de D. Hay espacio para Luz. 

La cena está servida.

Imagen de portada: Damián Lescas


Ángel Hurtado

(Morelia 1999) egresado de la licenciatura en Lengua y Literaturas hispánicas por la UMSNH, librero y promotor de lectura.

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