Texto y contexto en el arte

Livier Fernández Topete

Aunque no nos lo propongamos, leemos constantemente la realidad, es decir, interpretamos a través de las fronteras de la percepción, nuestra mirada se deja entrever en lo que decimos sobre x, y ó z, la lente bajo la cual vemos se entreteje con lo que observamos. 

Pero no es lo mismo leer cualquier cosa que descifrar arte, este último lenguaje se comporta como cualquier otro sistema, con sus condiciones, reglas, consideraciones y marcos de referencias que es necesario contemplar. 

Hablando dentro de las paredes de la institución del arte, existen tres etapas en la lectura de una imagen artística: 1) nivel de información (referencias de la obra, proceso creativo del artista, contexto); 2) nivel de orientación (el texto: la obra en sí misma, con sus aspectos denotativos -significados objetivos- y los connotativos -significados subjetivos-); y, 3) la explicación final (la lectura global de la obra). 

Es obvio que, para la tercera etapa (la lectura final de la obra), es necesario haber pasado por la primera y la segunda, aunque sea posible hacer lecturas veloces y superficiales sin haber considerado las dos anteriores. Algunos leen instalados solo en el segundo nivel (la obra en sí misma), tales lecturas corren el riesgo de omitir una parte importante relacionada al contexto, por más atinada que resulte una interpretación de este tipo, seguramente estará mutilando, omitiendo o ignorando el peso de lo que rodea a la obra analizada; se puede leer algo de esta forma, sin embargo, hacerlo así es descontextualizar la propuesta del artista, y, sacar de un marco de referencias, es leer a medias, empobrecer tanto al objeto o propuesta artística como a su productor. 

El primer nivel (referencias de la obra, proceso creativo del artista y contexto) resulta fundamental para acercarse más a la propuesta, para establecer un diálogo más cercano con su productor. Fecha, lugar, momento histórico, aspectos culturales, motivaciones internas y externas, espacio expositivo, área de ese espacio, etc., son elementos que no deben dejarse de lado a la hora de leer arte. 

No hubiera tenido el mismo impacto El nacimiento de Venus de Botticelli en nuestro siglo que en el XV, inscrita en su tiempo, se trató de una obra revolucionaria, presentaba un desnudo no asociado a los justificados desnudos religiosos de entonces.  

Ni El grito de Munch del siglo XIX expresaría lo mismo si no conociéramos al menos las generalidades de la atormentada vida del artista, cuya educación fue demasiado estricta y rígida; o que siendo niño, vio morir a su madre y a una hermana de tuberculosis;  tres años antes de esta pieza icónica del expresionismo, a su hermana más cercana Laura, le diagnosticaron trastorno bipolar y fue internada en un hospital psiquiátrico; un año antes de El grito y dos después del diagnóstico de su hermana, en un diario escribió lo que nos permite asomarnos a su mundo emocional y al detonante creativo de esta imagen:

-Paseaba por un sendero con dos amigos; el sol se puso. De repente, el cielo se tiñó de rojo sangre, me detuve y me apoyé en una valla muerto de cansancio: sangre y lenguas de fuego acechaban sobre el azul oscuro del fiordo y de la ciudad. Mis amigos continuaron y yo me quedé quieto, temblando de ansiedad. Sentí un grito infinito que atravesaba la naturaleza. 

Y el Guernica de Picasso no tendría la misma fuerza sin su contexto histórico: pintado en París en 1937, alusivo al bombardeo de Guernica, ocurrido en el mismo año, durante la guerra civil española, por poner algunos ejemplos clásicos de la historia del arte. 

Tampoco es lo mismo ver una imagen artística al aire libre, en una galería, en un museo o en un centro comercial, el espacio donde se inserta “dice”, también eso se lee en relación al texto (la obra en sí misma) y como parte del contexto (lo que rodea a la obra).

En el arte, todo importa, nada se da por sentado o se considera inocente, a menos que el artista lo sea, en ese caso, lo sepa o no, pone en juego su papel como productor simbólico y su trabajo entero. Lo mismo ocurre con los espectadores o lectores de arte, los hay ingenuos, que descubren con sus interpretaciones apenas un fragmento de la propuesta, o los analíticos con sus copiosos referentes que se transforman en caleidoscopios, que, aunque incomprendidos, mantienen al arte activo al cerrar y legitimar su ciclo con múltiples lecturas y al mismo tiempo lo dejan abierto a nuevas miradas conservando rubicunda a la obra.

Cómo explicar cuadros a una liebre muerta (1965). Performance de Joseph Beuys realizada en Galería Shmela, en Dusseldorf

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el artefacto.

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