Un mundo nos vigila

Beatriz Rojas

Cada vez es más frecuente la paranoia derivada de la publicidad personalizada y los algoritmos. La idea de que los celulares y las bocinas inteligentes nos “escuchan” para transmitir esa información a las grandes empresas para que nos bombardeen de publicidad específica. 

Que esto sea real no se ha probado hasta ahora, pero sí que en sus inicios Google almacenaba información de los correos electrónicos privados de sus usuarios, que Nest, el primer prototipo de bocina electrónica transmitía información acerca de las costumbres y movimientos de los habitantes de su hogar, los famosos algoritmos y los difusos avisos de privacidad y términos de servicio de casi todas las páginas de internet, que nadie lee pero todos aceptan porque es la única forma de obtener el servicio en cuestión o acceder a la información. 

Esto es inevitable para poder gozar de la comodidad de la digitalización, ¿o no? Esta es una falsa disyuntiva, de acuerdo con Shosha Zuboff, quien en La era del capitalismo de la vigilancia (2020, Paidós), plantea que los servicios y aplicaciones plantean este falso dilema, pero en realidad pudieron haberse creado de otra manera. Se crearon específicamente para “espiar” a los usuarios, pues la información derivada de sus actividades cotidianas y rutinas es un producto que se vende bien en el mercado. 

Es así como un servicio aparentemente gratuito y democrático, como Facebook, Google, Amazon, Spotify, y un gran etcétera, en realidad es un gran negocio, pero donde el cliente no es el usuario, que en este caso es más bien la materia prima. 

Ahora bien, cabe cuestionarse si ese realmente debería de ser un motivo de preocupación para las naciones del Tercer Mundo, porque si de espionaje se trata, creo que tenemos problemas más serios. 

Tal como en el resto del mundo, en México los datos personales se venden, se trafican y se filtran y lo mismo sucede con la información gubernamental o de las instancias de procuración de justicia. Todo tiene un valor. 

Sin embargo, además de las empresas, en nuestro país los partidos políticos y los servicios de inteligencia también se valen de esta información y en nuestro caso la disyuntiva no es entre privacidad y comodidad, sino entre privacidad y seguridad. 

En marzo de 2023, el colectivo Guacamaya Leaks filtró documentos de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena) en los que se evidenciaba que en conjunto con el Centro Nacional de Inteligencia, esta instancia lleva a cabo labores de espionaje no sólo de presuntos miembros del crimen organizado, sino también de periodistas y defensores de derechos humanos, particularmente feministas. 

En respuesta, el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador reconoció la veracidad de estos actos, pero justificó que no se trata de espionaje, sino de “investigación” e “inteligencia”.

En mayo de 2023, surgió una nueva filtración, que se publicó en The New York Times, en donde se reveló que la Sedena no sólo espía a miembros de la sociedad civil, sino también a funcionarios federales. En este caso, Alejandro Encinas, subsecretario de Derechos Humanos, quien a su vez está encargado de investigar el papel del Ejército, así como de los demás involucrados, en la desaparición de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa, que se presume fueron ejecutados en septiembre de 2014.

Al ser cuestionado sobre este supuesto espionaje, el Presidente de México no lo confirmó ni lo descartó, sino todo lo contrario. A continuación, se transcribe el diálogo que sostuvo en su rueda de prensa diaria con la reportera que lo interpeló el 23 de mayo de 2023:

-Yo le dije [a Alejandro Encinas] que no le dé importancia porque no había ninguna intención de espiar a nadie.

– ¿Pero sí lo espiaron?

– No sé.

– O sea, ¿qué fue lo que le comentó?

– Que le habían preguntado del New York Times si era espiado y contestó que probablemente sí, nada más que de parte de quién, si antes todos espiaban y siguen espiando ¿De dónde salen las guacamayas, pues? (sic.)

– O sea, ¿se tiene la certeza de que lo estaban espiando pero no se sabe de dónde?

– Sí.

No obstante, de acuerdo con la nota periodística en cuestión, el espionaje se realizó mediante el software Pegasus, que es de uso exclusivo de la Sedena. 

Ahora bien, ¿este tipo de espionaje se enmarca en el capitalismo de la vigilancia del que habla Zuboff? Podría decirse que no, porque no se trata de que se esté extrayendo información a través de un servicio ni de que esta información se comercialice, es espionaje y punto. 

Sin embargo, hay ciertos visos de capitalismo de la vigilancia cuando las cámaras de los servicios de vigilancia que nutren a las fiscalías están concesionadas a empresas privadas. Casi en todos los casos, Segurtech, que misteriosamente ganó las licitaciones en 22 entidades del país. 

Si bien existen candados para que los operadores de Segurtech no usen las cámaras o las imágenes que éstas detectan para fines particulares, se han filtrado videos provenientes de estas cámaras, en algunos de los casos, grabados con celular para lograr evadir dichos candados.

Por otro lado, se tiene la contraparte: los criminales que han sido detenidos gracias a esta vigilancia. Uno de los casos más curiosos es el de Óscar García Guzmán, apodado el “Monstruo de Toluca”, un asesino serial que fue buscado durante meses por las autoridades por la desaparición y feminicidio de varias mujeres y fue capturado en 2019 gracias a que se conectaba en la red de WiFi gratuita de la Ciudad de México. 

Sin embargo, la justicia llegó algo tarde, ya que este homicida presumía sus crímenes en sus redes de Facebook y se burlaba de la fiscalía. No tuvieron tanta suerte los traficantes que han sido atrapados debido a sus publicaciones en redes sociales. En mayo de 2021, Carl Stewart, un narcotraficante de Liverpool, fue capturado tras publicar en EncroChat la foto de su mano sosteniendo un queso, ya que era posible detectar sus huellas dactilares en ella. 

De acuerdo con una nota de Xataka, en a esta red social, supuestamente cifrada, la policía de Liverpool pudo detectar a 10 mil usuarios vinculados a actividades ilícitas relacionadas con drogas.

A otros se les localizó porque publicaron fotos de sus vacaciones, como el italiano Ivan Fornari, quien se paseaba por Playa del Carmen en 2017. 

Debe tomarse en cuenta, no obstante, que también las publicaciones en redes sociales han llevado a cometer errores. En octubre de 2017, la Fiscalía de Jalisco detuvo a Martín Juárez Campos, quien presumía desde Facebook ser miembro del Cartel Jalisco Nueva Generación. Una vez en prisión, se comprobó que nada de lo que decía en sus publicaciones era cierto, pero ya estando ahí, se le procesó por apología del delito, por no dejar. 

Entonces, ¿vale la pena sacrificar la privacidad con tal de que se garantice la seguridad? La realidad es que esa seguridad ni siquiera se está garantizando, las cámaras se descomponen estratégicamente, redes sociales tan públicas como Facebook alojan páginas de pederastas y se emplean para captar víctimas de trata. 

Lo realmente preocupante, independientemente del uso que empresas multinacionales le dan a los datos personales, como las llamadas de extorsión de los bancos y las compañías de telefonía  móvil, por ejemplo, es el espionaje que ya se comprobó hacia periodistas, activistas y hasta funcionarios públicos. 

Y no es que sea preocupante por el hecho de que exista, ya lo dijo el buen Andrés Manuel, espionaje siempre ha habido. Lo que sí debería prender las alarmas, es que el ejército está espiando a la sociedad civil sin que el Presidente de la República sepa nada al respecto. Entonces, ¿quién dio la orden?


Imagen tomada y modificada de Pexels en Pixabay



Beatriz Rojas

Se desempeña como periodista y escribe como escritora, con formación en la facultad de Letras de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, pero opina como maestra en Políticas Públicas y doctorante en Ciencias del Desarrollo Regional, ambos por el Instituto de Investigaciones Económicas y Empresariales (UMSNH). Ha publicado cuento, poesía y narrativa, así como notas sobre derechos humanos, política y Congreso en algunos medios locales de cuyo nombre no quiere acordarse, y es parte del núcleo editorial de Regla de Tres.

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